Yo me escondo y tú me encuentras.

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Tocaba preparar la cena, eran casi las nueve y el sexo la había dejado famélica. Mayra rebuscaba en la nevera en busca y captura de algo delicioso y suculento para llevarse a la boca. Finalmente se decantó por preparar una tortilla de patatas con un poco de cebolla y cogió cuatro huevos y media cebolla de la nevera. Mario seguía en el dormitorio, -seguramente durmiendo para recuperar fuerzas después de tanto ejercicio-. Cuando ella acabó de cocinar se sirvió la mitad en un plato y guardó el resto en el frigorífico. Se lo acabó todo, metió el plato y los cubiertos sucios en el lavavajillas y entró en la habitación para espiar a su novio. Encendió la luz para ver si así despertaba y se maldijo a si misma cuando se dio cuenta de que las sábanas estaban manchadas de rojo, en el centro había un gran círculo de sangre. ¿Qué hacía?

Justo en ese momento su blackberry empezó a vibrar -¡que oportuna!-, en la pantalla un poco arañada se leía "Mi guarrilla pelirroja". Pulsó la tecla verde para descolgar sin apartar la vista de las sábanas que confirmaban -sin duda alguna- la pérdida de su virginidad.

—¿Te pillo en mal momento? —preguntó Lydia desdel teléfono.

—No, tranquila. ¿Ha pasado algo?

—No. ¿Todo ha ido bien?

—Sí, muy bien -perfecto diría yo-.

—¿Seguro? —cuestionó la pelirroja.

—Sí, es sólo que...

—¿Qué pasa? ¿Tengo que asustarme?

—No, no. Es que las sábanas están manchadas y no sé qué hacer.

—Pídele que las ponga a lavar, ¿qué más puedes hacer?

—Vale, voy a darme una ducha. Te quiero.

—Te quiero.

Cuando finalizó la llamada se acercó a la mesita y dejó allí su móvil. Unas manos en su cintura la arrastraron hasta la cama.

—¿He oído algo sobre una ducha? —musitó Mario juguetón.

—¡Vaya, así que la Bella durmiente estaba despierta! —ironizó Mayra divertida.

—No es culpa mía que mis oídos por accidente escucharan que ibas a ducharte.

—Claro, "por accidente" —contestó pronunciando las dos últimas palabras con demasiada ímpetu.

—¿No vas a decirme si quiero ir contigo?

—¿Tienes fuerzas para repetir o necesitas descansar más? —le vaciló Mayra.

—Métete en la ducha y hablamos, morena —ordenó él orgulloso, guiñándole un ojo y sonriendo burlescamente.

—¿Desde cuándo tú me das órdenes?

—¡Venga!

—No quiero, tú no me mandas —respondió la morena sacando la lengua.

—¿Cómo que no?

—No, yo te ordeno que te vayas ya a la ducha.

—¿Y si no quiero?

—Ten cuidado con lo que dices, quien juega con fuego se acaba quemando —lo amenazó Mayra metida en su papel de sargento y señalando con su dedo índice la puerta.

Mario se acercó para intentar cogerla en brazos otra vez, pero ella escapó corriendo hacia el pasillo sin saber dónde esconderse. Se metió en la primera habitación que encontró y cerró la puerta despacio. No quiso encender la lamparita, así que no tenía ni la menor idea de dónde estaba, su GPS mental estaba temporalmente averiado. Gateó a tientas hasta ocultarse detrás de un armario pequeño y dió un bufido silencioso para no ser descubierta.

Indestructible© [Editando...]Where stories live. Discover now