El hombre del espejo

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—Jonas... —Me senté frente a él, sosteniendo una carpeta oscura que contenía toda la evidencia recaudada junto a los datos del muchacho—. Trata de recordar algo más, ¿viste algo que nos ayude a describir a esa persona? ¿Esa persona... Te vió? —Recosté la espalda en el respaldo de la silla sin quitar la vista del muchacho.

—Recuerdo sus ojos, porque eran como los míos, del mismo color. Él también me vio, dos veces. Él sabía que yo estaba ahí, tenía un cuchillo.

—¿Te dijo algo?, ¿puedes describirlo?

—Susurraba cosas —respondió—. Yo... no sé exactamente qué...—vaciló, observando con atención a su alrededor; inspeccionando la sala con nerviosismo, como si buscara algo—. Tenía que irse, cuando cerré los ojos ya no estaba, luego tomé el celular de mi madre e hice la llamada.

—Cierra los ojos, tratemos de volver al momento antes de que fueran atacados.

Noté cómo entrelazaba sus dedos sobre el escritorio, con los ojos fuertemente apretados. Frunció el ceño como si oyera un sonido perturbador y su cabeza hizo un movimiento corto hacia un lado; entonces sus dedos arañaron con sutileza la madera de mi escritorio y supe que las imágenes que se sucedían en su mente eran terribles. Se mantuvo en esa posición durante unos momentos, quise interrumpir sus pensamientos pero lo consideré contraproducente. Entonces abrió la boca; contuve el aliento porque en un gesto de miedo me dio la esperanza de escuchar algo revelador.

Ella tenía un vestido color salmón, tenía esa imagen clara en la cabeza; la de su hermana Amélie corriendo por la escalera de recibidor, riendo con alegría en tanto lo conducía hacia la habitación de sus padres. Oía su risa, oía otra cosa; le decía que tenían que divertirse esa noche, verían alguna película juntos; ella decía: «¿tienes que ir a ese lugar mañana?», y él contestaba: «solo será por un tiempo» . No hablaba de eso, porque le provocaba mucha angustia tener que dejar a su familia. Jonas apoyó la palma de la mano sobre el escritorio, otra vez su cabeza hizo un movimiento corto hacia otro lado; porque las imágenes comenzaban a tornarse turbias. Cuando subieron las escaleras, ella volteó a verlo; en ese momento la voz de Amélie se convirtió en un chillido ahogado y las luces de la casa se apagaron. Un ruido fuerte lo alteró, una puerta que se golpeó con fuerza, supuso que alguien había entrado. Su madre salió de su cuarto corriendo, ella también miró sobre su hombro, con una expresión de horror que jamás le había visto; pudo deducir que el hombre estaba detrás de él. Seguido a ello se recordaba huyendo, pero el hombre lo sujetaba del hombro y trataba de tumbarlo. Oía gritos y un zumbido que era insoportable, en medio de la oscuridad sólo podía ver los ojos apagados de su agresor y sentía sus propias manos empapadas, temblando. Lo empujó con toda su fuerza, aunque pareció que apenas le dejaba caer, porque le había resultado demasiado fácil deshacerse de él. Corrió al cuarto de su hermana, siguiendo a su madre a prisa, para refugiarse con ellas; entonces la puerta se abrió, el asesino entró y en la oscuridad no fue capaz de distinguir nada; nada más se ocultó y lloró escuchando los terribles gritos de pánico y agonía pidiendo que pare, que se detenga.

—Solo recuerdo la voz de mi hermana, estaba entusiasmada porque pasaríamos un momento en familia, veríamos una película, y en ese momento... —Parpadeó, como si tratara de recordar lo que sucedió después de eso—. Solo escuché la puerta cerrándose y mi hermana comenzó a gritar.

—¿Entonces? —Pude notar como sus ojos seguían atentamente la punta del bolígrafo mientras yo escribía su testimonio—. Continúa, Jonas, ¿recuerdas algo más?

—Recuerdo la expresión de mi madre, estaba aterrada... Pude ver como tomaba a mi hermana antes de que se fuera la luz. Yo corrí detrás de ellas y en ese momento sentí que el hombre comenzaba a forcejear conmigo, era un poco más alto que yo. No me hizo daño, solo parecía querer apartarme del camino para ir por mi hermana y mi madre.

El Hombre en el espejoWhere stories live. Discover now