Capítulo 14.

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   Estaba con mis amigos en la cafetería, riendo de quien sabe que cosa que le había pasado a Gajeel en clase de química. Yo con exactitud sólo estaba aparentando que escuchaba como Gray se burlaba del moreno y como este incluía a Loke en su pequeña discusión. Nadie notaba mi ausencia en la conversación. 

—El punto aquí es que eres un idiota. —concluyó Gray al fin con una sonrisa y dio ganada esa pelea. Después los tres pares de ojos sobre la mesa se posaron en mi, interrogativos. ¿Qué querían que dijera? ¿Qué también respaldaba la idea de Gray a que Gajeel era un idiota? 

Claro que estaba a favor de Gray. 

—¿Por qué me miran? —inquirí y ellos voltearon la mirada hasta el otro lado de la mesa, menos Gray. 

—Entiendo que te sientas mal, —dijo y cuando iba a corregirlo; él lo hizo solo—: Digo, tu meñique esta inmóvil pero eso no debe quitarte las ganas de platicar con nosotros. 

—No es por mi meñique. —me defendí y él negó junto a los otros. Si bien, no había tenido la necesidad faltar a clases según mi madre, quien muy alterada me llevó la tarde de ayer al hospital en cuando se enteró de mi meñique dislocado. Me había soltado todo un sermón de porque las peleas eran malas y al final terminó mencionando mi futuro posiblemente arruinado, estaba siendo muy dramática. Pero fue aún más dramática cuando prometió venir a hablar con la directora si tenía otro percance—. Sólo tengo ganas de descansar en casa. —respondí y volví a recargar mi barbilla sobre la mesa. 

   En ese momento por alguna razón sentí como mi espalda era perforada por una sensación de incomodidad y algo curioso volteé hacia aquella mesa que había evitado desde hace días atrás, encontrándome con su mirada de perfección. Estaba detrás de mi viéndome sin descaro alguno mientras su rostro era teñido por una mueca de neutralidad, sus rubios cabellos estaban acomodados en un peinado nuevo que sin duda para mi la hacía ver más femenina y su fina piel era opacada por muchas capas de pintura. Esta Lucy no era como la anterior, esta Lucy estaba cargada de falsedad. 

   Corrí mi mirada casi en el mismo momento que encontré su mirada escaneándome y pude sentir como ella también la retiró en ese instante. Estaba avergonzada, pero yo estaba disgustado. Primero se iba sin anunciarlo y después regresamos a las miradas divagantes. 

   Siempre que cruzábamos miradas, por inercia mirábamos hacia otro lado... y entonces nos mirábamos de nuevo. No podía ser coincidencia.

  —Habla con ella. —sugirió Loke y los otros dos chicos en la mesa sólo asintieron apoyando la descabellante propuesta de Loke. 

—¿Y qué le digo? "Perdón por no sentir lo mismo". —ironicé y ellos bufaron como ya era costumbre—. A parte, mírala. —digo y enseguida todos dirigen su mirada hasta la mesa de la rubia—. Está tan bien acompañada, sólo molestaría. —terminó refiriéndome al chico peliazul que charlaba muy cómodamente con Lucy a una distancia poco considerable. 

—Hmm... —oigo murmurar a Gajeel—. Es Jellal Fernandes; estudiante de intercambio. —dice Gajeel y al instante algo hace click en mi cabeza. Él era Fernandes; él responsable de que mi meñique estuviera inmóvil. Él había lanzado aquel balón que según Sting, había sido apropósito. Él era el chico de ayer con el que Lucy se había ido y él era el chico que iba a ser aplastado por mi puño. Porque de un momento a otro ya me encontraba caminando hacia aquella mesa bajo la mirada de mis amigos. 

   Estaba molesto, molesto por el simple hecho de que sin razón aparente, este chico nuevo viniera a golpearme. Lo reconocería si yo hubiera hecho algo para ponerlo así, pero ¡Mierda! Estos días había sido aún más pacífico que antes. 

   Cuando me acerqué lo suficiente a la mesa, la mirada de todos los populares ahí sentados se posó sobre mi y yo sin descaro alguno me acerqué al peliazul quien me miraba con sorpresa, tal vez no se esperaba que estuviera ahí. No lo dejé hablar y le propiné un puñetazo en la mejilla derecha, para mi suerte; era zurdo y no me afectaba el no poder pelear con mi brazo derecho.

—¡¿Qué te pasa?! —gritó Lucy a su lado en cuanto le solté el puñetazo, pero no esperó a que le contestara para recurrir a ayudar al chico, a quien le colgaba un hilo de sangre de la nariz. 

—Idiota. —lo oí susurrar y después se levantó de su silla limpiando la sangre que derramaba. En efecto ya teníamos la atención de toda la cafetería—. ¡¿Qué te sucede?! —gritó.

—Eso te lo debería preguntar yo. —gruñí claramente enojado—. Gracias a ti tengo el meñique fracturado. —le respondí y como por arte de magia, la mirada de Lucy ahora se dirigió a él, interrogante. 

—¿Eso es cierto, Jellal? —le preguntó y él sin verla, asintió. 

—¿Por qué? —le pregunté.

—No seas imbécil, —gritó—. Tú sabes muy bien porque fue...

—¡Déjate de idioteces y dime de una maldita vez! —grité esta vez yo.

—¡¿Quieres que te lo recuerde, Natsu?! —volvió a gritar—. ¡¿Acaso no me recuerdas?! —preguntó y después de unos segundos volvió a hablar—: ¡Soy el hermano de Juvia! —y justo como terminó de decirlo, sentí como cada célula de mi cuerpo se comprimía. 

   Juvia había sido mi primera novia, había sido mi primera vez y en algún tiempo pensé que mi primer amor. A los quince años empezamos con nuestra relación que duró a penas un año, pues ella había jugado conmigo y con Gray al mismo tiempo, no fue hasta que los encontré, que me enteré. 

—¿Qué haces aquí? —le pregunté más calmado, pero no menos sorprendido. 

—Vengo de intercambio. —se limitó a contestar—. Nunca vendría si estuvieras aquí. 

   Y sin ponerle más atención de la necesaria, partí de aquella mesa y salí de la cafetería, mientras todos los ahí dentro me miraba como veces anteriores. Me había convertido en su espectáculo. 

   Pero antes de salir, me dirigí a Lucy—: Te ves más linda sin maquillaje.  

Enamorando al Amor.Where stories live. Discover now