04

1.6K 148 3
                                    

La hora había llegado. Bajaba el ascensor junto a cinco compañeros de trabajo cuyos rostros desconocía hasta ese momento. El aire cálido dentro de aquella caja metálica en descenso era espeso, cuando las puertas se abrieron, el aire frío del hall nos había golpeado con fuerza, obligándonos a cubrirnos con los abrigos.

Todo se encontraba en absoluto silencio, con absoluta normalidad. Aunque claro, el flujo de personal era mucho más precario que antes.

Pasaba la tarjeta para finalizar mi jornada en cuanto vi pasar a aquel hombre cuya renuncia se había hecho efectiva un par de horas atrás. Lo observé reiteradas veces con las ganas insaciables de tener que ir y hablarle.

—Chica, ya puedes retirarla —dijo secretaria de la recepción. Asentí luego de haberla quitado —. Que tengas buena noche.

—Si, como sea... Gracias —articulé con rapidez. Corrí tras aquel ex compañero de trabajo, pensando seriamente en mi renuncia.

Las puertas de vidrio se habían cerrado frente a mis narices con fuerza, literalmente. No dudé en abrirlas con rapidez, a pesar de tener que empujar el vidrio nuevamente empleando una fuerza mediana. Miré había ambos costados antes de volver a correr, y justo hacia mi lado izquierdo, se encontraba él caminando.

—¡Oye, tú! —grité. El hombre no volteaba, invitándome a correr tras él, logrando alcanzar su paso apresurado —¡Oye, oye, oye, tú! —volteó. Sin dejar el paso, volteó su cabeza encontrándose con una chica gritando como loca, intentando dar con su nombre.

—Charles —dijo él parándose frente a mi —,mi nombre es Charles.

—¡Si, eso! Dios, como sea —tomé una bocanada de aire con rapidez para poder soltar las palabras —... Ay no respiro.

—Tómate tu tiempo. Aún son las diez, mis niños pueden esperar un par de horas más para ver a su padre, después de todo, nos soltaron temprano de la jaula.

—Lo siento. No quería quitarte tiempo de esta manera, sólo que tengo un par de dudas.

—Anda, suéltalas que el tiempo es oro.

—¿Qué te dijeron? ¿Renunciaste? ¿Qué es lo que está pasando? —pregunté exaltada.  No comprendía nada.

   —No lo sé, no tengo respuestas. Pero si, renuncié.

   —Carles, ¿Por qué hicieron esto?

   —Charles —corrigió —Te digo que no lo sé. ¿Por qué tendría respuestas? Todos los que dejaron el piso están despedidos, supongo. Porque no han salido, la que atiende en recepción sólo sabe que ahora el horario de salida es a las diez pm horas. No se más que eso.

   —Vaya... —suspiré dando la vuelta. Le di las gracias y caminé luego de haber echado un último vistazo al edificio.

Me detuve en la esquina, esperando un taxi que me acercara a casa. Mis ojos volvieron en dirección a las potentes luces que deslumbraban de aquel gran edificio. Ahí, su silueta, la luz iluminando su espalda. Su vista en el teléfono y una caminata rápida en mi dirección contraria.

Entonces recordé a Karin. Lo había seguido, había visto su sonrisa y había envidiado a la muchacha que caminaba junto a él aquella noche por la avenida... No, no correspondía. Llamé al taxi que venía a gran velocidad y, cuando se detuvo, subí al carro y fui a casa.

Era extraño. Más de medio piso despedido de un momento a otro, sin aviso o señal previa, era extraño. Y todos esos hombres, aquel gran hombre dictando las palabras de Grant con rudeza. No comprendía.

Intenté mirar la situación de todos sus puntos de vista posibles, intenté reaccionar como Grant según la personalidad que él mostraba ante nosotros, intenté recordar puntos que en algún momentos debimos tomar en cuenta, pero nada calzaba, nada me llevaba hasta una respuesta concreta. Me sentí como una completa idiota luego de haber probado la taza de café fría y, antes de cerrar mis ojos, me dispuse a pensar en que tenía un trabajo y que debía mantenerlo.

Tall, dark and Handsome | Grant Gustin On viuen les histories. Descobreix ara