Capítulo 2

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—¿Vas a quedarte esta noche? Puedo conseguirte la mejor compañía que el dinero puede pagar.

Charlie se volvió hacia su amigo que caminaba a su lado. Siempre era igual. Robert no cambiaría nunca. Era el más irresponsable, aunque fiel amigo, que jamás hubiera deseado tener. Desde que había llegado a Mellik, un planeta dedicado a la ganadería y a la agricultura, hace cinco años, Robert y el eran inseparables.

—La verdad no voy a quedarme. Tengo mucho trabajo en el rancho. Además, tengo que preparar el embarque de ganado que va a alimentar a los soldados de la Flota. Debe salir en dos días.

—No te entiendo. Detestas al ejército, pero los alimentas —señaló su amigo.

—Pagan bien. No puedo quejarme. Al menos no de eso.

—Muchas personas piensan que deberían expandir el borde para incluir los pequeños planetas granjeros bajo la supervisión del ejército.

—Yo creo que las cosas se deben quedar como están. Además, estamos muy lejos del borde como para que la Flota quiera invertir dinero y esfuerzo en defender vacas y trigo. La gente de aquí tiene sus propios códigos y todo va bien. No van a venir, aunque se lo pidieran —concluyó.

Ambos amigos continuaron caminando hasta llegar al transporte de Charlie. Cerca de ellos se escuchaban los gritos y el inconfundible sonido de un subastador trepado en una gran plataforma desde donde exponían la mercancía. Había llegado un cargamento de mujeres y los hombres de la región estaban muy excitados. No eran muy abundantes las mujeres en los planetas exteriores. La vida era dura, especialmente para las mujeres. Por eso la mayoría de los hombres optaban por comprarlas. La mayoría eran refugiadas de los asteroides mineros o rescatadas de otros planetas cuando no tenían un hombre que se encargara de ellas.

—Dicen que las que llegaron son muy bonitas —comentó Robert. —Especialmente las que trajeron de Camblix. También trajeron varias humanas. Por lo que escuché los Grox están muy pendientes.

—¿Los Grox? —preguntó Charlie sorprendido. —¿Ya es época de Fiestas?

—Me temo que sí. Es una pena. Realmente no entiendo cómo les permiten comprar humanas si saben lo que les sucederá tan pronto abandonen el planeta.

—Evitan que ataquen a las mujeres de aquí y así ellos pueden adquirirlas de forma "legal". Además, ellos pagan lo que ningún granjero de aquí puede. No tienen competencia. Es una verdadera pena.

—¿No has pensado comparte una mujercita para ti, Charlie? Últimamente estas muy soliiitooo —se burló Robert.

—No necesito una "mujercita". Tengo a Diane que se encarga de todo en la casa.

—Pero no de ti —comentó Robert. Diane es como si fuera tu madre, por Dios.

—De momento no me interesa complicarme la vida. Si quisiera una esposa ya tendría una. No olvides que Benson siempre ha querido casarme con una de sus hijas.

—Siempre ha querido unir sus tierras a las tuyas más bien —lo corrigió.

—Lo que realmente quiere es utilizar mis tierras sin pagar alquiler y así aumentar sus ganancias.

—Bueno si no te interesa allá tú. A mí me gustaría echar un vistazo de todas formas. ¿Vienes?

-No. Debo regresar ahora si quiero llegar al rancho con la luz de los soles.

—¡Por Dios, es preciosa! —. Su amigo tenía la vista fija en la plataforma que estaba unos metros a su espalda.

La curiosidad venció a Charlie y se dio vuelta para ver lo que le había llamado la atención a su amigo.

La esposa que no queríaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora