Mikey quiere un beso

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— ¿Mami, puedes llevarnos al parque? —Gerard le preguntó a su madre mientras está se encontraba tejiendo una especie de gorro de lana, y mirando atentamente un programa en la televisión de la sala.

— Claro cariño, pero luego de que mami termine de ver su novela.

— ¿Qué es una novela? —preguntó Mikey a su lado, con el ceño fruncido.

— Es un programa dónde se cuentan historias, amor.

— ¿Podemos verla contigo? —preguntó Gerard, nunca antes había visto una 'novela' y tenía cierta curiosidad.

— Sí, sí, claro —dijo Donna, aún sin despegar la vista de la pantalla. Parecía estar realmente atrapada en la historia.

Gerard y Mikey tomaron asiento junto a su madre en el extenso sofá. Durante los primeros diez minutos Gerard no entendió que estaba pasando en el programa. Al parecer, y por lo que les había contado vagamente Donna, la trama se desarrollaba entre dos personas con nombres hispanos, Rosita y Rafael, quiénes luchaban por defender su amor de personas que no los entendían. Le había preguntado a su madre porque los querían separar y esta le dijo "Porque es un amor incorrespondido."

Todo aquello era confuso para Gerard. ¿Si Rosita y Rafael se amaban, entonces porque los demás no apoyaban su amor? ¿Por qué se forzaban para que este no diese sus frutos? Gerard no entendía las cosas de adultos, se suponía que el amor era algo bonito, o al menos eso era lo que tenía entendido. Su corta edad e inocencia le privaban de comprender completamente el asunto. Tampoco entendió porque en un momento dado Rafael estaba encima de Rosita mientras le quitaba la ropa.

— ¡Mami, la está matando! —exclamó inocentemente. No quería que matasen a Rosita, le había caído bien.

— Eh... no. No la está matando, hijo —Donna murmuró, algo incómoda. Sus hijos eran demasiado jóvenes para ver ese tipo de cosas y aún no era el momento para andar explicándoles esos temas tan delicados— ¿Porque mejor no van arriba y yo luego los llamó?"

— ¡Déjanos un rato más! —pidió Gerard.

—¡Si, déjanos! —Mikey bramó a su lado, apoyando el argumento de su hermano.

— Bien. Pero solo un ratito —contestó Donna, resignada. Decidió que los mandaría arriba antes de que las cosas se pusieran más serias. Por ahora solo eran algunos besos y caricias, no mucho de qué preocuparse.

— ¿Porque están haciendo eso, mami? —preguntó Mikey con curiosidad. El menor tampoco entendía que estaba ocurriendo. Sin embargo, le llamó la atención la manera en que el hombre se encontraba encima de la mujer y hacían eso raro con sus labios.

— Bueno... Porque... Ellos se aman —Donna no sabía como explicarle, además que le incomodaba el tener que hacerlo— Y las personas que se aman hacen eso. Se besan.

— ¿Cómo tú y papi?

— Exacto. Como yo y papi. Pues papá y yo nos amamos mucho — asintió la mujer, satisfecha de sí misma ante su astuta repuesta. Mikey concentró su atención de nuevo en la pantalla, y antes de que pudiesen ver algo inapropiado, Donna los envió a jugar arriba entre medios de quejas. Lo necio lo habían heredero del padre, pensó.

~

Esa noche Gerard fue despertado por el leve movimiento de su cama. Abrió lentamente los ojos solo para ver qué se trataba de Mikey. Él menor se había escabullido de su litera para ir a la suya; tal como solía hacerlo cuando no podía dormir o tenía pesadillas, y el estar en compañía de su hermano le hacía sentir seguro de los monstruos y terrores nocturnos que pudiesen rondar por allí.

— Gee, ¿estás despierto? —bramó con su vocecita aguda.

—Lo estoy —Gerard se volteó para quedar frente a frente con su hermano— ¿Qué es lo que ocurre, Moikey? —quiso saber con una sonrisa.

— La oscuridad me asusta.

— No temas, yo estoy aquí y no dejaré que nada malo te pase —aseguró Gerard, sonriendo. A pesar de su fachada valiente el también le tenía cierto miedo a la oscuridad, pero a través de los años había aprendido a controlar su temor y a no dejarse dominar por el.

— ¿Lo juras?

— Por el meñique —Gerard y Mikey entrecruzaron sus meñiques y de esa forma cerraron la promesa. Mikey sonrió, Gerard siempre sabía cómo hacerlo sentir mejor y esa era una de las cosas que más adoraba de él. Siempre estaba ahí para cuidarlo, desde que tenía memoria. Sin embargo, Mikey no podía sacarse de la cabeza lo que había visto esa tarde en la televisión.

— Gee, ¿tú me quieres? —preguntó luego de un breve momento de silencio. La pregunta había estado rondando en su pequeña mente todo el día. Necesitaba saber si los sentimientos que sentía hacía su hermano también le eran devueltos de la misma forma.

— Claro que te quiero, enano —sonrió, no muy seguro de por qué le preguntaba aquello. Lo amaba más que a nada en el mundo, eso ni siquiera se preguntaba ni dudaba— ¿Por qué lo preguntas?

Esta vez Mikey no dijo nada, solo se subió encima del regazo de Gerard y antes de que este pudiera decir algo lo calló con un pequeño y suave beso en los labios, tal como había visto hacer a Rosita y Rafael en la novela, quizás algo más torpe e inexperto.

— ¿Qué fue eso, Mikey? —preguntó el mayor, asombrado por las acciones de su hermano.

— Mami dijo que las personas que se aman se dan besos. Tú y yo nos queremos, ¿cierto? —sus ojos brillaban mientras lo miraba con expectación e inocencia.

— Pues claro —Gerard respondió. El encuentro de sus labios se había sentido bien, nunca antes en su corta vida había experimentado lo que estaba comenzando a sentir en su interior, como miles de mariposas revoloteando en su estómago y una sensación cálida en el pecho. Definitivamente le gustaba aquello. Le gustaba estar con Mikey.

Mikey sonrió y se acurrucó contra él. El menor colocó su cabeza en su pecho, aferrándose con fuerza a su cuerpo. Gerard a su vez rodeó su pequeño cuerpo con sus brazos, tal como si estuviese protegiéndolo de una fuerza invisible y desconocida.

Ambos permanecieron en esa posición toda la noche, incluso cuando el cansancio les ganó y cayeron en los dulces brazos de Morfeo no se separaron. Sentían la fuerte cercanía del otro y Gerard supo desde ese momento que no quería nada más que estar con Mikey.

Dear brother ↠ WaycestWhere stories live. Discover now