"Sé que estás ahí." eso fue lo primero que dijo al llegar.
"Sé que llevas ahí mucho tiempo. Sé que me viste. Sé que arreglaste el sendero y curaste mis heridas. Sé que te defraudé varias veces y me dejaste solo. Sé que yo también te abandoné. Sé muchas cosas que no sabías que sé."
Bajé del árbol y me senté frente a él, rodeándome las piernas con ambos brazos. Entonces le dije que sí, aunque ni yo sabía bien a qué me refería.
"Sé que estuviste siempre. Pero nunca dijiste nada. Vos nunca quisiste que te notara."
Su mano se posó sobre las mías y sonreí sin querer antes de musitar que lo sentía. Nos quedamos en silencio lo que me pareció una eternidad. Él me contó que aquel primero de enero ya sabía que yo estaba ahí pero no dijo nada porque supuso que era pura curiosidad. También me dijo que había perdido la vista en un accidente de auto cuando intentaba escapar de casa. Me contó que su hermanito se había escondido en el asiento trasero y que había muerto en el choque.
"Mis padres jamás me lo perdonaron. Jamás me ayudaron con esto y sé que es mi culpa" dijo y presionó mi mano. "Así que tuve que reponerme por mi mismo, pero es muy difícil ser quien era porque ya no tengo a esa pulguita saltando de acá para ya y no puedo siquiera ver sus fotos, lo que me resulta bastante tormentoso."
Me contó que su padre solía golpearlo y, aunque su madre le pidiera que parara, no se detenía. Le propuse escapar, empezar de cero. Le confesé que vivía sola en una casa un tanto abandonada luego de la muerte de mi abuelo, pero que podría lograrlo por ambos. Él prometió que lo haríamos al inicio del próximo mes y cerró su juramento con un beso en la comisura de mis labios que aún puedo sentir.
Es increíble saber que, por fin, ninguno de los dos defraudará al otro.
Aún puedo oír esa última frase resonando en mis oídos, la que soltó justo en el momento en que volteó a mirarme sin verme.
"Vamos a volar juntos, mariposa."
