XIV

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—¡Responde, Jessica! ¿Estás embarazada? — La cara de su madre la hizo quedarse sin voz. Se sentía como cuando tenía quince años y la sorprendían intentando escapar por la ventana en medio de la madrugada.

Su madre la había descubierto y toda su fachada de madurez la había abandonado. Miró a Jason pidiéndole auxilio con los ojos, sabía que podía contar con él cuando las cosas se ponían agrias, aunque llevara un mes tratándolo como la mierda.

— Mamá, ¿por qué mejor...? —Quiso intervenir su hermano.

—¡Cierra la boca, Jason! —gritó su madre.

Jessica le agradecía su intento, pero al parecer el humor de su madre estaba peor de lo que alguna vez pudo imaginar, porque Jess nunca la había escuchado gritar así, menos a Jason; a ella nunca la había mirado de esa forma.

—Ese hombre es el responsable, ¿verdad?

Ella seguía sin poder decir nada. ¡Maldición! Había pensado que tendría más tiempo para hablar con sus padres, ahora todo se había complicado. Sintió las lágrimas a punto derramarse por su rostro y tremendo nudo en la garganta, pero hizo todo lo posible por mantenerse en calma.

—Mamá... —Su voz se quebró por más que intentó evitarlo— Lo siento...

—¡Te pregunté! Te pregunté si estabas saliendo con él y me mentiste. Fue necesario que encontrara esta cosa. ¿Cuándo pensabas contarme? ¿El día del parto?

—Espera...no. Quería contarte, lo juro, solo no sabía cómo —murmuró apartando la única lágrima que se atrevió a deslizarse por su rostro—. En serio no quería que te enteraras así, pero estaba asustada, tienes que entenderme...

—¿Yo tengo que entenderte? —La indignación tiñó la voz de su madre— ¿Yo? Cuando eres tú quien has estado insoportable por semanas, mintiéndonos a todos como si además de imbéciles no fuéramos tu familia y guardando secretos de este tipo —exclamó, volviendo a sacudir la ecografía en su rostro.

—¿Por qué hurgaste en mis cosas, mamá? —No sabía por qué, pero comenzaba a enojarse. Era probable que estuviera agarrándose a una razón para poder enfadarse ella también. Porque era más fácil lidiar con el enojo que con la vergüenza.

—Te vi bajar de su auto ayer, vi cuando metiste esto en tus bolsillos. No tengo que pedir permiso en mi casa, tú eres mi hija.

—¡Claro que sí! Era mi problema y tú me quitaste el derecho de decirlo cuando estuviera lista. No puedes tocar mis cosas ni entrar en mi habitación como si fueras una ladrona, espiando en mi vida solo porque tú no tienes una.

Aquel grito salió de su garganta con la fuerza de toda la frustración que Jess llevaba reprimiendo desde el primer día. No quería gritarle a su madre, pero estaba molesta de que le arrebatara la única cosa sobre la que tenía control dentro de toda aquella situación. Ahora no tenía nada.

Pasaron unos segundos y todo sucedió en cámara lenta. Primero escuchó el sonido, luego vio a Jason pararse de golpe del sillón en él que había estado sentado y, finalmente pudo sentirlo. ¡Su madre le había pegado! El ardor en su rostro se lo confirmó.

Su padre, que hasta el momento se mantuvo al margen de la discusión y bastante calmado para tratarse de un hombre que acababa de enterarse de que su hija estaba embarazada, se acercó hasta su madre y la tomó por los hombros. Era muy claro que había enloquecido. ¡Le había pegado!

—¡Nora, por Dios!

—No voy a permitir que me hables de esa forma —bramó, señalándola con el dedo—. Solo porque te hayas embarazado a tu edad no quiere decir que puedes faltarme al respeto.

Y ahora ¿Qué hago? 1 y 2 (Disponible en Amazon)Where stories live. Discover now