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  —Buenos días, Snivy— Dalia sonrió mientras Snivy abría sus ojos poco a poco.
  Dalia ya había recogido las cosas. Aún estaban en la ruta diecinueve, dejando todo a punto.
  —Snivy, tengo algo que enseñarte.
  Snivy levantó su cabeza, curiosa, y se acercó a Dalia, que ahora estaba sentada de rodillas en el suelo.
 —Bueno, tampoco hay para tanto... Pero esto te hará más fuerte.
  Dalia abrió su bolsa, y sacó un dulce con forma de caramelo de color azul. Snivy ladeó la cabeza, extrañada, y acercó su hocico para olisquear el caramelo.
  —Esto es un Carameloraro. Como te he dicho antes, hará que seas más fuerte.
  Los ojos de Snivy empezaron a brillar. Sabía perfectamente lo que significaba. Dalia asintió, y Snivy se percató de que sus ojos también brillaban de emoción. Era el día en el que se enfrentarían al líder de gimnasio de su ciudad de orígen, Cheren.
  Dalia era consciente que usaba pokémon de tipo normal, lo sabía por los múltiples combates que había visto entre él y la que ella creía que era su novia, Bel.
  Su supuesta novia siempre perdía. Cheren era un estratega muchísimo mejor que Bel, además de que tenía unos conocimientos excepcionales acerca de los Pokémon. Siempre le había admirado por ello, y ella quería saber tanto acerca de los pokémon cómo él, e incluso más. Dalia cerró los ojos, y visualizó la victoria una vez más. Hasta había soñado con eso. Sabía que el mejor pokémon de Cheren era su Lillipup, pero también tenía un Patrat muy fuerte. Y eso que era el primero de los líderes de gimnasio.
  Tras desenvolverlo con las cepas de su espalda, Snivy se comió el carameloraro, que la dotó de un poco más de fuerza. La confianza de Snivy en Dalia era realmente asombrosa, a juzgar por el poco tiempo que llevaban juntas.
  —Snivy, vuelve a la pokéball. Necesitas tener tu máximo rendimiento para el combate.
  Snivy cerró los ojos, y el láser rojo de la Pokéball hizo que volviese a su interior.

   Dalia salió de la ruta diecinueve, cruzando el acceso una vez más, muy nerviosa, pero segura. Los transeúntes la miraban, ya que sus pasos eran muy decididos, y rebosaban confianza. Y todo el mundo en ciudad Engobe sabía que era el primer combate oficial de la joven entrenadora.
  Sujetaba firmemente en su mano la pokéball de Snivy, aunque en el fondo estaba bastante nerviosa. Era la hora, el gran momento. Ya en la entrada del gimnasio, cogió aire profundamente, y suspiró.
  Leyó el cartel, sonrió, y cerró los ojos. Recordaba cuando era pequeña, y cómo jugaban Cheren, Matís, y la hermana de Matís. A veces veía a Bel, pero no mucho. Su padre era muy sobreprotector. Abrió los ojos, y se encontró de nuevo con el lema del gimnasio, que ya había leído antes de recordar tiempos pasados. "Siempre en pos de la verdad".
  El gimnasio estaba al lado del centro pokémon, con lo cual, si Snivy sufriese alguna herida relativamente grave, no habría ningún problema. Cruzó la puerta de entrada, y se encontró con un pasillo.
  Aparentaba ser el pasillo de un colegio, porque lo era. Un gimnasio al que todos los niños de la pequeña ciudad iban a aprender acerca de lso Pokémon. Así era el gimnasio de Cheren, su amigo de la infancia.
  Tras pasar los pasillos y las clases de la escuela, se encontró con una puerta, que cruzó sin dudarlo.
  Esta conducía a tres campos abiertos de combate, y tras pasarlos todos, llegó a una plataforma de metal, con unas escaleras sobre las que estaba Cheren aguardándola.
  Dalia subió las escaleras, y se encontró cara a cara con él.
  Sus miradas desafiantes se cruzaron, y Cheren adoptó una figura que rebosaba rivalidad.
  —Veo que al fin te enfrentas a mi — Su sonrisa era dulce y plácida.
   Dalia recordó que Cheren, Bel, Matís y ella habían sido amigos desde que les llegaba la memoria, y que su sonrisa demostraba todo aquel aprecio que le tenía.
  Al fin podrían librar su primer combate juntos, aquel que los dos esperaban desde hace tanto tiempo.
  —Sí. Siempre quise enfrentarme a ti, y me he estado esforzando para poder llegar a vencerte.
  —Me alegro de que te hayas esforzado, tus esfuerzos no caerán en saco roto, pero no creo que me venzas.
  ¿Y esa arrogancia? No era normal en Cheren. ¿Acaso había cambiado de la noche a la mañana? No. No era eso. Desde que dejó de llevar las gafas, estaba más seguro de sí mismo. En cambio, con Bel había ocurrido todo lo contrario. Desde que empezó a llevar gafas, se volvió mucho más insegura.
  —Eso ya lo veremos —Dalia endureció un poco su tono de voz.
  —En ese caso, ¡Que comience el combate! —Cheren se emocionó, y se ajustó la corbata.
  Enseñaría a Dalia el poder de sus pokémon y la enseñanza que había estado impartiendo a sus alumnos desde que fundó su gimnasio.
  Dalia sólo le había visto una vez más combatir, y entonces, con su nuevamente adquirida experiencia como profesor de su escuela pokémon, quién sabe lo que sería capaz de hacer.
  —¡Snivy! ¡A por todas! —Chilló Dalia, emocionada, mientras que Snivy salió de su pokéball.
  —¡Lillipup! ¡Ganemos este combate! —Animó Cheren, sacando a Lillipup.
  Snivy y Lillipup se encontraban frente a frente, quietos como estatuas, listos para luchar.
  —Bien, Snivy. Es hora de demostrar aquello de lo que somos capaces. —Comenta Dalia.
  —¡Lillipup, derribo! —Ordenó Cheren. Era consciente de que Lillipup también se haría daño, pero merecía la pena.
  —Snivy, ¡Esquívalo! —Snivy se apartó, y por suerte para Cheren y Lillipup, este no se hizo ningún rasguño.
  —Con que lo esquivas, ¿eh? —Cheren se llevó una mano a la barbilla, y adquirió un aire de superioridad, a la vez que maquinaba nuevas estrategias.
  —Probemos así —Dijo en voz alta para sí mismo —¡Placaje!
  Esta vez a Snivy no le dio tiempo a esquivarlo, por lo que el placaje la golpeó con fuerza y cayó dolorida al suelo.
  —¡Snivy! ¡No hay que rendirse!
   Snivy se giró hacia Dalia, y le dirigió una mirada, sin ningún rastro de indecisión.
   —¡Hoja afilada! —Exclamó Dalia. Snivy empieza a brillar tras ejecutar el movimiento, que Lillipup esquivó con éxito.
  —Enhorabuena. Tu Snivy ahora será un Servi —Cheren, fue interrumpido al ver que Snivy no evolucionaba a Servine, como cabría esperar.
  Que un pokémon brillará, normalmente solía significar que iba a evolucionar. Pero esta vez no, y por un momento Cheren perdió la compostura.
  Dos grandes zarzas surgieron del suelo, una a cada lado de Snivy.
  —¡¿Qué movimiento es ese?! —Cheren estaba atónito, y Dalia boquiabierta.
  —Creo... Creo que es el movimiento "planta feroz" —Dalia, insegura, dio un paso adelante, con la mirada clavada en Snivy.
  —Eso es imposible. Planta feroz es un movimiento que los pokémon de tipo planta pueden aprender solo en su última evolución —Cheren frunció el ceño, confuso, ladeó la cabeza y cruzó los brazos, pensativo. Era algo inaudito.
  —Es un movimiento que solo se puede usar cinco veces, ocho como mucho, pero lo aprovecharé al máximo. ¡Snivy, arremete contra Lillipup con planta feroz! —Dalia estaba eufórica. Había conseguido despistar a Cheren, y aunque ella estuviese también muy asombrada, lo aprovecharía a su favor. Daba igual cómo o por qué, pero Snivy había condeguido un movimiento muy poderoso.
  Snivy, controlando las gruesas enredaderas, golpeó con toda la fuerza de estas a Lillipup.
  Lillipup se encontraba realmente débil, y desgraciadamente Snivy no podía atacar aún debido al efecto secundario de planta feroz, ya queel pokémon que lo use necesita descansar del golpe. Era el único inconveniente.
  —Lillipup, ¡Sé que tú puedes! —Cheren gritó preocupado pero a la vez con seguridad en su voz. Lillipup se giró hacia Cheren. Recordó todos los momentos que habían pasado Cheren y él en el pasado, entrenando, enseñando a otros y aprendiendo de los demás. Y este era el momento de que sus recuerdos y sus buenos momentos juntos se viesen reflejados físicamente.
  Su entrenador y él habían estado durante mucho tiempo entrenando para poder vencer a sus amigos de la infancia. No había podido ganar a Matís, pero no perdería también contra Dalia.
  Lillipup miraba ahora al frente, a los ojos de una Snivy al límite.
  —¡Mordisco! —Una única palabra, y Lillipup no obedecía. Cheren tragó saliva —¿Lillipup? —Estaba extrañado, sí, pero su confianza no se había visto mermada.
  Lillipup cerró sus pequeños ojos, y comenzó a brillar. Un gran fulgor comenzó a invadir su pequeño cuerpo.
   Mientras tanto, Dalia miraba a Lillipup y a Cheren con gran admiración El profesor estaba expectante por la emoción del combate, y sonreía muy plácidamente.
  Tanto Dalia como él sabían que iba a evolucionar.
   Dalia abrió su bolsa, y preparó la pokédex para guardar la información de la evolución.
  El brillo envolvió por completo a Lillipup, y tras tener un momento de gran intensidad, se desvaneció por completo, dejando ver la figura de un fuerte y esbelto Herdier.
  Herdier rugió, y por suerte para Dalia, Snivy ya se había recuperado de su anterior movimiento. Seguía cansada, pero también podía seguir luchando.
 —Bien —Cheren esbozó una sonrisa —Vuelve Herdier —Prefirió cambiar de pokémon —Tu turno, Patrat. Demuestra de qué estamos hechos aquí en el gimnasio —Sacó otra pokéball, de la que salió un Patrat.
  Dalia y Snivy intercambiaron una mirada de complicidad.
  Era hora de ver si el entrenamiento les había servido de algo.
  —¡Snivy, hoja aguda! ¡Nos hemos estado preparando para esto!
  El remolino de hojas se acercaba a Patrat com mucha velocidad, pero fue mayor la velocidad con la que no esquivó.
  —¡Muy bien Patrat! ¡Usa avivar!
  Patrat obedeció, y se rodeó de otra especie de brillo, esta vez de un color naranja, pero no atracó ni hizo nada.
  —¿Acaso eso te ha servido de algo? —Espetó Dalia.
  —En realidad sí. El movimiento de avivar aumenta muchísimo el ataque y el ataque especial del pokemon que lo usa.
  —Gracias por decírmelo, Cheren. Se nota que eres profesor. Aun así...¡Snivy, contrarresta el movimiento, y usa gruñido!
  Snivy efectuó la orden, y el ataque de Patrat volvió a ser el mismo del principio.
  —¡Gruñido de nuevo! —La velocidad de Snivy era tal, que a Patrat no le dio tiempo a evitarlo, ni siquiera a verlo venir —¡Planta feroz!
  Las dos enredaderas aparecieron de nuevo. Esta vez era todo o nada, porque arriesgaba mucho con aquel movimiento.
  Las gigantes enredaderas golpearom a Patrat, haciendo que se debilitase de aquel único golpe.
  —No esperaba menos de ti —Cheren somrió mientras enviaba de vuelta a Patrat a su pokéball —Bien, supongo que ahora las cosas se van a poner serias. Uno contra una.
  Dalia asientió. Era ya el final, y se decidiría si perdía o ganaba la medalla.
  Por suerte, Snivy se iba recuperando poco a poco, y mientras tanto, Cheren sacó a Herdier al combate.
  —La evolución, muchas veces implica aprender un nuevo movimiento, y Herdier no es una de las excepciones. ¡Colmillo fuego!
  —¡No! —Dalia se horroriza al ver como Herdier hace tanto daño a Snivy. Era algo que ni siquiera se había planteado.
  Una punzada de dolor atravesó la cabeza de Dalia, resentida por el golpe que había recibido Snivy. Le dolía muchísimo ver cómo la herían.
  Snivy estaba al límite. Colmillo fuego había sido demasiado eficaz, y seguramente que con un golpe más Snivy acabaría fuera de combate.
  —Snivy. Placaje. ¡Ya! —Dalia se cegó por la ira y la frustración. ¿Perder? Nunca.
  Snivy la miró a los ojos. Estaban cargados de tristeza y cansancio, lo que hizo que Dalia se compareciera.
  —Snivy... Yo... No quiero que te hagan daño, y los combates... Los combates —Dalia agachó la cabeza, y su mirada se ensombreció. Los combates. Los pokémon... Los humanos los obligan a luchar —¿De verdad quieres combatir? —Levantó la cabeza y observó fijamente a Snivy. La pregunta iba muy en serio.
  Para la alegría de la joven, Snivy asintió, más decidida que nunca.
  —Bien, en ese caso... ¡Placaje todas las veces que puedas!
  Snivy recuperó sus fuerzas como por arte de Arceus, y placó a Herdier repetidas veces, como si hubiese recibido una inyección de energía. Herdier se tiró al suelo, abatido. Sabía cuál era la táctica de su entrenador, y eso formaba parte de ella.
  —¡Ya casi está! ¡Un placaje más, Snivy! —Dalia sonrió, saboreando ya el sabor de la victoria. Demasiado pronto, al parecer.
  Herdier se levantó a duras penas, y empezó a brillar de nuevo. Esta vez se convirtió en un majestuoso Stoutland.
   —¡¿Qué?! ¡No! ¡Snivy, a por todas!
  Con cada evolución los pokémon se hacían más fuertes, y el Stoutland de Cheren ya estaba en su fase final.
  —¡Sorpresa, Dalia, los pokémon evolucionan!
  —Borde —Dalia se enfureció. Lucharía lo que pudiese —¡Planta feroz con todas tus fuerzas! ¡Ya es la última vez, ánimo Snivy!
  Y, efectivamente lo era. Si fallaba el golpe, habría perdido, porque Snivy habría acabado ya sin fuerzas.
  —Evítalo, Stoutland —Dice serio, Cheren.
  —¡Anticípate! —Dalia se mordió el labio inferior, nerviosa.
  Snivy se adelantaba a los movimientos de Stoutland con una agilidad increíble. Quizás no tuviese una gran defensa, pero la velocidad era su fuerte.
  Y de un golpe fulminante, Stoutland acabó debilitándose.
  Una gran sonrisa creció en el rostro de Dalia.
  Stoutland había perdido, y el árbitro del que Dalia no se había dado cuenta que estaba allí, pitó el fin del combate.
   Entonces Snivy cayó al suelo, agotada del todo, y se debilitó.

   Alguien en la distancia había observado el combate. Asintió, y se fue de nuevo.

La Historia De Dalia Suzuki [Editando y en pausa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora