Capítulo I: Mi cobardia no justifica tu maltrato

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Gerard no podía respirar. Lloriqueaba y gemía con cada exhalación que daba y sus llantos se podían escuchar en toda la habitación. Definitivamente estaba perdido. ¿Cómo pudo ser tan idiota? se regañó a sí mismo. Sólo había tenido una simple tarea y lo arruinó como el inútil que era. Frank siempre solía decirle que era un inservible y no se equivocaba. Pues eso era lo que era, un inútil.

Se encontraba oculto en el pequeño espacio que separaba la cama y la mesita de noche. Abrazaba sus piernas contra su pecho con fuerza, tal como si aquello le ayudase a parecer más pequeño y menos visible a la vista ajena. Su maltratado cuerpo se sacudía de miedo mientras miraba periódicamente hacía la puerta de la habitación, en espera de que el hombre de cabellos oscuros apareciera a través de ella en cualquier momento.

Podía sentir las cálidas lágrimas rodar por su rostro y luego caer por su barbilla. Sus ojos le aquejaban de tanto llorar y los mocos le caían por la nariz, mezclándose con el líquido salado. Su estómago le dolía de puros nervios y si hubiera tenido algún contenido en él de seguro ya lo hubiera vomitado. Alzó la cabeza una vez más para poder mirar por encima del colchón hacía la puerta. El sonido que tanto había temido oír acababa de ser escuchado por sus oídos y sólo le hizó estremecerme aún más.

— No, por favor no —gimió al oír la puerta principal del destartalado apartamento abrirse, seguido del típico sonido de las llaves golpear contra un recipiente de cerámica. 

— ¿Gerard? —una voz autoritaria lo llamó desde la sala. Todavía no sonaba enojado, pero lo estaría tan pronto descubriese lo que había hecho— ¡¿Gerard?! —repitió la voz, en está ocasión mucho más demandante que la anterior. Escuchó pasos comenzar a caminar alrededor del lugar.

Gerard soltó un sollozo, haciéndose una bolita en el estrecho espacio dónde se ocultaba. Sabía que tenía que responder o del caso contrario su castigo sería mucho peor del que ya iba a recibir, pero no podía encontrar su voz para hablar.

— Estoy en la habitación —dijo en un murmullo apenas audible.

— ¡Gerard! —gritó la voz con impaciencia. Gerard sollozó una vez más y se cubrió la cara con las manos. Sabía lo qué estaba a punto de venir.

— ¡En la habitación! —exclamó, lo suficientemente fuerte como para ser escuchado por éste.

— ¿Qué demonios...? —escuchó a su amante maldecir seguido de más pasos acercándose hasta donde estaba.

Gerard tomó coraje y salió de su escondite. Empeoraría las cosas sí lo encontraba ocultándose de él y eso era lo menos que quería en ese momento. Lentamente se acercó al pie de la cama y espero su horrible destino. Todas sus extremidades temblaban de arriba a abajo y el corazón se le saldría del pecho en cualquier segundo. La puerta de la habitación se abrió provocando que Gerard entrecerrase los ojos debido a luz que se infiltró de pronto en el oscuro lugar.

— ¡¿Qué coño significa esto?! —se sobresaltó ante el duro tono de su pareja de hace tres años. Gerard se congeló al ver que en su mano sostenía la camiseta que accidentalmente había quemado al plancharla. Su camiseta favorita. Había intentado ocultarla deshaciéndose de ella al arrojarla en el cesto de basura de la cocina, pero al parecer no lo había hecho lo suficientemente bien. Frank se enteraba de todo lo que ocurría en la casa de una manera u otra.

— Lo siento —comenzó Gerard, sintiendo la potente mirada de Frank en él. Su disculpa sonó más a un ruego que a otra cosa. Más lágrimas de histeria comenzaron a caer— ¡Fue un accidente, lo juro! ¡No me hagas nada! —suplicó, ahora llorando desesperadamente al ver que Frank comenzaba a acercarse hacía él de manera lenta y intimidante, tal como un depredador cazando a su presa. Temía lo que pudiera hacerle.

— Oh, cariño... —él antes nombrado arrojó la camiseta a la cama y suavemente acarició su cabello— No estoy enfadado —depositó un pequeño beso en la comisura de sus labios. Pero justo cuando Gerard había caído en la mentira de que no iba a hacerle daño y alzó la vista, fue golpeado en la cara por un puño invisible.

La fuerza del golpe fue tal que le hizo caer al suelo y todo se volvió momentáneamente negro para Gerard. Un intenso dolor comenzó a recorrer su lado derecho y el conocido sabor metálico de la sangre inundó su boca.

— ¡Lo qué me enfada es qué te escondas de mí! —gruñó el moreno a medida que lo sujetaba por el cabello y lo obligaba a ponerse de pie. Gerard sollozó al sentir el punzante dolor en su cuero cabelludo. Trató de librarse de su agarre pero sin resultado—. Y te castigaré por ello —murmuró en su oído. Su aliento húmedo le provocó un escalofrío que recorrió su espina dorsal.

Frank lo lanzó a la cama de pecho, y deslizó sus pantalones y ropa interior a la altura de sus rodillas, dejando su trasero al descubierto.

— ¡No, Frank! ¡Por favor, no! —rogó Gerard al darse cuenta de lo que estaba a punto de ocurrir. Sin embargo, eso no detuvo a Frank de hacer su camino dentro de él. Todo su cuerpo se tenso al sentir el miembro eréctil del moreno en su interior sin preparación. Sintió algo romperse dentro suyo y una fina línea de sangre deslizarse de su cavidad.

Las embestidas de Frank eran sin cuidado y violentas. Mientras que éste soltaba gemidos de placer, Gerard gemía de agonía. Sus uñas se encontraban clavadas con fuerza en el edredón de lana lo que duraba el acto y no le sorprendería descubrir que se había orinado. Eventualmente las embestidas se hicieron más cortas y lentas; y no pasó mucho tiempo hasta que Frank vino dentro de él con un gritito.

— Eres un maldito cobarde —el moreno salió de él una vez que hubo terminado de abusar su cuerpo—, Más te vale levantarte, ¿me oíste? Debes preparar la cena —ordenó antes de salir de la habitación, dejando a un maltratado y abusado Gerard inerte sobre el colchón. Gerard lloró entre la mezcla de lágrimas, saliva, mocos, sangre y orina que empapaba sus manos. Lloró y lloró hasta que ya no le quedaron más lágrimas para soltar.

Scars on my skin ↠ FrerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora