Capítulo 31

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| PDV de Isabela. |

Me miró fijamente los ojos antes de inclinarse sobre mi para poder abrir el cajón de si cómoda y poder así sacar un preservativo que se lo colocó luego de terminar de desnudarse. Eduardo volvió a verme a los ojos, conectando ambos pares. Me quitó las bragas y se posicionó entre mis piernas. Llevó sus manos a mis mejillas antes de hablar.

Si te hago daño… Solo dime y me detendré, ¿vale?

Vale… —respondí.

El besó mis labios, haciéndome cerrar los ojos antes de entrar en mí con suavidad. Una punzada entre mis muslos me hizo gemir fuerte, apartando mi rostro de él. Eduardo se detuvo y me miró preocupado.

Me… duele… —logré articular.

Siempre duele la primera vez, princesa… —me susurró— Nunca haz hablado de esto con alguien, ¿verdad?

Asentí, mientras inspiraba profundamente.

Falté la semana en la que hablamos de esto en biología.

Me corrió el cabello de mi sudoroso rostro y me besó la frente, justo antes de salir de mi y volver a entrar. Lo escuché jadear en mi oído. Esta vez no dolió mucho, pero de igual forma sentí algo de dolor entre mis muslos. Ya en la tercera entrada el dolor había desaparecido casi por completo. Fue ahí cuando Eduardo aumentó la velocidad de las embestidas. Acallaba mis fuertes gemidos y gritos con besos, devorando mi boca por completo.

Eduardo… —jadee en su oído, mientras me aferraba a su cuerpo como si fuera a caer.

Isabela … Te amo —lo escuché suspirar, siguiendo con sus movimientos.

¿Qué? No logré escucharlo bien, mis respiraciones acallaban sus palabras. Este momento era único y especial. Jamás lo cambiaría por nada.

(…)

Eduardo estaba dormido junto a mi en su cama. Mantenía sus brazos a mi alrededor, apretándome aún en sueños. No podía dormir recordando lo que habíamos echo hace una hora atrás. Él se había dormido justo antes de que sus padres hubiesen vuelto de su cita. Solo los escuché entrar e ir a su cuarto, sin revisar ninguna de las habitaciones.

Observé a Eduardo. Tenía el cabello revuelto, con los labios entreabiertos y con los ojos suavemente cerrados. Se veía como un niño cuando dormía. Cuando me moví para poder irme, él me apretó contra su cuerpo murmurando cosas en sueños. Pensé que estaba despierto, pero cuando vi su rostro estaba serenamente dormido.

La noche estaba más oscura que antes, las nubes cubriendo el cielo impidiendo poder ver las estrellas y la luna. Eduardo suspiró en sueños, moviéndose un poco. No puedo salir, él atrapó mis piernas entre las suyas. Suspiré frustrada y allí me quedé hasta que dieron las 9 am. La alarma de Eduardo sonó, haciendo un molesto ruido. Espantoso. Estaba a espaldas de él, lo único que me pude mover durante la noche y aún me abrazaba contra su cuerpo. Sentí su respiración en mi oído, cerca de mi cuello. Se revolvió en su lugar antes de hablar.

¿Isabela?

¿Uhm?

Nada, solo quería ver si estabas despierta —sentí su sonrisa antes de que besara mi mejilla, inclinándose sobre mi.

Emm… bien —sonreí.

El se sentó sobre la cama, pasando la mano por su cabello dejándolo de punta y dejándome ver que aún seguía desnudo. Solté una pequeña risa al ver su aspecto. Él me miró y se acercó a mi para besar mis labios suavemente, haciéndome ruborizar. Aquel beso me recordó por lo que habíamos pasado anoche, mientras sus padres no estaban y su hermana dormía. Le seguí el beso antes de apartarme de él y sonreírle. Las sábanas y colchas escondían mi cuerpo desnudo de su mirada. Él me devolvió la sonrisa antes de apartar su rostro del mío y levantarse. Recogió sus bóxers del suelo, los que ocupaba ayer y se los colocó. Sacó una camisa de su armario y me la dio.

Para que te cubras y vayas a tu habitación a darte un baño para poder ir a la escuela —mencionó, antes de desaparecer dentro de su baño personal. Me coloqué la camisa cobre mi cabeza y recogí toda mi ropa, prenda por prenda. La camisa de Eduardo me llevaba a mitad del muslo… Pero que camisa más grande, pensé. Salí de su habitación, dando las gracias por no encontrarme con nadie. Caminé –corrí a mi habitación y cerré la puerta tras mío. Entré al baño para poder darme una ducha.

(…)

Faltaban diez minutos para que las clases comenzaran. Estaba guardando los libros en mi casillero y dejando solo los que usaría cuando sentí una mano tocar mi hombro suavemente. Salté en mi lugar y me di vuelta para ver a una chica que no había visto nunca en la escuela, y por los papeles deduce que era nueva. Tenía los ojos de un verde precioso y el cabello rubio con visos de un rubio más oscuro. Sonrió amablemente hacía mi.

Hola. Soy Leah McAllister y soy nueva.

No le quité la vista de encima.

Uhm… Hola, soy Isabela… —logré pronunciar. Voltee mi mirada hacía otro lado.

Isabela… Qué bonito nombre —dijo, mientras abría el casillero que estaba al lado mío y guardaba libros y cuadernos— Oye, ¿qué clase tienes ahora? 

Emm… Biología —murmuré.

¿Qué tal si vamos juntas? —sugirió.

SálvameWhere stories live. Discover now