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En aquel tiempo me alimentaba de sopa Ramen y consideraba una delicia culinaria los días en los que podía echarle trozos de pollo o hot-dog y un huevo a la sopa antes de comer.

Era pobre. Vivía en un miserable cuarto alquilado en un miserable edificio que se caía a pedazos. Literalmente. Recuerdo alguna vez tuve que quitar un pedazo del techo que se había caído sobre mi sopa. La humedad se comía las paredes. Las ratas se comían pedazos de mis frezadas y algunos libros. Creo que ni las cucarachas querían vivir en un lugar así.

En todo caso era mi hogar y a pesar de mis múltiples fracasos nunca dejé de escribir y de mandar con ilusiones mis escritos a cuanta editorial podía. Nunca regresaban. Solo volvían cartas que decían siempre lo mismo: No es lo que buscamos ahora, muchas gracias, bla, bla, bla, gracias por intentarlo, por favor deje de hacernos perder el tiempo.

Tenía 30 años de edad y solo había publicado una miserable historia durante la universidad. Siempre quise ser un autor famoso y todo mi tiempo libre lo dedicaba al vano arte de vomitar sobre el teclado.

Tenía una computadora con un Windows viejo y un teclado que había que presionar fuerte para que saliera la "e" y la "m" en la pantalla cuya luz ya se estaba poniendo verde. Fuera de eso mis cosas eran un baúl lleno de libros que habían llegado ya usados a mis manos y la misma ropa que repetía todas las semanas.

De día trabajaba ordenando libros en una biblioteca por poco más del sueldo mínimo. Fui contratado gracias a mi título en literatura. No me importaba en un inicio. Siempre había pensado que cuando publicara mi primera obra podría abandonar ese trabajo y dedicarme a viajar por el mundo dando conferencias o firmando libros. Diez años después todavía tenía la misma computadora que mis padres me habían regalado tras mi graduación. También tenía una máquina de escribir antigua que compré en un anticuario en el mercado de Magdalena, pero estaba malograda. Solo era un adorno que coleccionaba polvo sobre mi estante repleto de libros. La vida siempre tiene sus ironías. En esa máquina de escribir se creó mi primera novela publicada, la que llegaría a vender copias en 25 idiomas: Luna de Montreal.

Jamás he podido leer una página de esa novela.

Hace poco mencioné que llevo siete libros publicados que nunca he escrito. Y es verdad. Ni siquiera he podido leerlos. Cada vez que abro uno de ellos encuentro palabras que no significan nada. He tratado de leerlos en voz alta pero me duele la cabeza inmediatamente y tengo que dejarlos. Con cada persona que hablo me dice algo distinto de ellos. Que es una novela alegre, que es una novela triste, que el protagonista es un chico, que es una mujer, que es un perro, que es una historia ambientada en el futuro, que es una historia ambientada en la guerra. Recuerdo una firma de libros en Colombia donde vino una mujer muy hermosa a decirme que era la historia más bella que había leído en su vida y que quería casarse conmigo y tener a mis hijos.

Juro por Dios que no tengo idea de que tratan los libros. Sin embargo tengo una teoría al respecto.

Sí, me casé con ella. Ella es la razón por la que estoy acá, frente a ustedes, frente a esta cámara de video que graba todo lo que digo.

Es por ella que vine a la policía a explicar lo que ha pasado estos últimos años.

Páginas Rojasحيث تعيش القصص. اكتشف الآن