Capitulo 29 - 12 CHICOS LOBOS

Start from the beginning
                                    

- ¿Sabes lo que harán contigo si te encuentran? – susurró con recelo.

- Matarme. – dijo con convicción y tranquilidad.

De pronto, el miedo fue sustituido por la duda. Por alguna razón, Erika sentía una empatía desconcertante hacia el dolor de Jim. Era casi palpable, estaba en sus ojos, estaba en su media sonrisa, en la cicatriz de su barbilla, la cual jamás había notado antes. Estaba ahí mismo.

- ¿Por qué lo haces?...

- ¿Qué cosa, bebé? – preguntó entrecerrando los ojos, mientras sonreía – He hecho muchas cosas.

- ¿Por qué insistes en hacerme daño?

La sonrisa de su rostro se esfumó casi al instante. Jim pareció pensar por un momento, con la mirada perdida. Como si realmente estuviera buscando la razón en su distorsionada mente.

- No lo sé... - dijo sin más, mientras miraba a algún punto que Erika desconocía.

Jim se levantó, y antes de que Erika pudiera hacer algo, tomó a Simón en sus brazos. Los cabellos rubios del chico colgaron instantáneamente cuando la cabeza estuvo lejos del suelo.

- ¡Déjalo! – gritó presa del pánico.

El chico se detuvo, la miró por un momento, y sonrió. Erika sintió que se paralizaba sin saber qué hacer. Entonces Jim recostó a Simón en lo que parecía una cama común y corriente. Se quedó quieta mientras recuperaba la respiración y lo observó confundida.

- No siempre fui un monstruo, ¿recuerdas? – arqueó una ceja - Al igual que los imbéciles con los que vives, yo también tenía una vida. – dijo mientras se sentaba en una silla cerca de la cama.

Lo miró desde el suelo, donde seguía sin moverse. Estaba impactada, Jim hablaba casi con nostalgia, una emoción de la cual ella daba por sentado que carecía.

- Pero las cosas nunca son lo que uno quiere, ¿no es así? Siempre queremos más y más y más... eso, bebé, se llama "ambición". Cuando uno es joven, suele ser muy ambicioso. Lo quieres todo, y lo quieres rápido.

Jim miraba el techo, ningún punto en particular. Sonreía todo el tiempo, como si estuviera contando una anécdota divertida.

- Dime, bebé, ¿Qué harías si te prometieran la vida eterna?...

La observó pasmadamente, pero sin obtener respuesta. Por un momento pareció molestarle que Erika no le contestara, pero recuperó la tranquilidad casi inmediatamente.

- Lo sé, difícil, ¿cierto? Sin embargo, esa pregunta me resulto exquisita la primera vez que la escuché. "Una mordidita," dijeron, "eso es todo"... un precio ridículamente bajo por algo tan increíble. Así que lo hice. - cerró los ojos como si se estuviera transportando a ese recuerdo – Lo que ellos no mencionaron, fue todo lo que me quitaría. – aquella última frase, la dijo tan bajo que Erika apenas y pudo oírlo.

Jim se levantó de la silla, y caminó hacia ella para arrodillarse de nuevo y quedar frente a frente, a lo que Erika retrocedió por instinto.

- Fue entonces cuando comencé a sentirme solo, - le susurró sonriendo – y tuve que buscar un amiguito para jugar. Conocí a Dylan en una pequeña biblioteca cerca del norte de la ciudad, era el chico más serio que había visto en toda mi vida ¡y vaya que he vivido! – rio, burlesco – No fue difícil convencerlo, después de todo, tenía una vida terrible en su casa.

Pensó en Dylan, tan serio y responsable, siempre actuando como el padre de todos, cuando aún seguía siendo sólo un adolescente. Jamás se le había ocurrido que eso fue lo que pasó.

12 CHICOS LOBOS ©Where stories live. Discover now