Capítulo 8: Aplausos

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Oliver se rió con fuerza

-Siempre dices eso cuando grabas a algún grupo.

-Pero esta vez es verdad ¡Ya verás! –Ayna se rió. Ayna sacó su bloc de notas del bolsillo y escribió en él para responder a Janna

-¿Qué está haciendo? –preguntó Verónica.

-Vero, está escribiendo en un bloc ¿No lo ves? –dijo George

-Si, ¿pero porqué? –contestó. Ayna levantó la cabeza. Nath no les había contado que ella no podía hablar, que era muda. Nathan iba a responder pero se paró un momento y miró a Ayna. Ella asintió.

-Ayna no puede hablar –dijo Nathan –es muda.

-Pero… eso es imposible –dijo Janna a su lado -¡Pero si puede cantar! Ya la has oído.

-Sí, puede cantar pero no hablar –Respondió Nathan haciendo una mueca –es algo complicado…

-Será algo psicológico –dijo Vero –una vez conocí a un hombre que no era capaz de hablar con personas que eran mayores que él, era mudo ante ellas. Tenía que tomar pastillas para poder hablar con normalidad…

Ayna abajó la cabeza avergonzada. Ella no tenía problemas mentales ¿no?

-Mama –dijo Oliver – ¿no veis que la estáis haciendo sentir incomoda? Parad ya.

Todos se giraron hacia ella.

-Lo siento Ayna –dijo Verónica -¿Estás bien? –Ayna asintió.

Nathan se acercó a ella, la cogió de la mano y la levantó de la manta.

-¿Estás bien? –preguntó –venga, vamos a pasear un poco -Ella asintió haciendo esfuerzos por sonreír. Se giró hacia la familia Ross y se despidió de ellos con un saludo.

-Encantados de conocerte Ayna –dijo George.

-¡Nunca dejes de cantar! –dijo Janna. A su lado encontró un papel arrancado. Se le había caído a Ayna del bloc. Era seguramente el que había estado escribiendo antes de que Nathan les contara que ella era muda. Lo desdobló y leyó.

“No creo que llegue nunca a saltar a la fama, pero aun así gracias, a mi madre le encantaría tener una copia del video. Gracias por todo, sois fantásticos, encantada de haberos conocido.”

-Perdónales –dijo Nathan cuando ya se encontraban lejos de su familia –no se dan cuenta a veces

-No te preocupes –escribió ella –estoy bien, lo han hecho sin querer.

Caminaron por uno de los caminos que rodeaba el lago.

-Janna tiene razón –dijo Nathan –puedes llegar muy lejos con tu voz –Ayna sonrió burlona.

-¿Cuando has visto tu una cantante que no pudiera cantar?

-Ahora misma la estoy viendo –contestó –y es fantástica –Ayna sonrió y sintió como le subían los colores a la cara. Apartó la mirada y siguió andando. Una ola de aire frío corrió entre ellos y Ayna se tapó los hombros con las manos. Se había dejado la chaqueta en la parte trasera del escenario.

-¿Tienes frío? –Preguntó Nath –toma mi chaqueta, yo no tengo frío. Se la colocó sobre los hombros y siguió andando a su lado.

Ayna se dio cuenta en aquel momento que Nath aun la cogía de la mano pero no hizo ningún gesto para deshacerse de él.

-Nunca pensé que me acostumbraría a Nueva York –dijo mirando el parque –y llevo aquí no más de tres semanas y ya siento que es como mi casa. Ahora pienso que si marchara lo echaría todo de menos, las luces, los edificios altos, los parques, el instituto… y hasta los taxis que pitan cuando hay atascos en la 5ª avenida –Los dos rieron.

-Se está haciendo tarde –escribió Ayna después de un rato de pasear por los alrededores del lago –mi madre me estará esperando para volver a casa y no quiero que vuelva sola.

-Si, yo también debería marcharme ya –respondió Nath aunque en sus ojos se reflejó una mirada de decepción –Ah, Ayna. Este sábado es mi cumpleaños y vamos a organizar una fiesta en mi casa… ¿Estarás allí no?

Ayna asintió sin pensarlo y Nath sonrió.

-Claro, estaré allí –escribió.

-¡Fantástico! -respondió -Bueno, nos vemos mañana en clase –dijo Nathan y le dio un beso en la mejilla antes de girarse y alejase del lago.

Ayna se sentía como antes del concierto en aquel momento, nerviosa y con el corazón martilleando pero no por miedo sino por lo que le había hecho sentir aquel beso en la mejilla. Se dio cuenta entonces de que aun tenía la chaqueta de Nathan, la llevaba en la mano. Lo localizó a no más de veinte metros de ella y corrió hacia él.

Nath se estaba acercando ya a la zona donde se encontraba la explanada cuando alguien le dio una palmada en la espalda. Le dio un vuelco el corazón pensando que pudiera ser ella.

Ella, si hubiera podido hablar, hubiera gritado su nombre para que se girase, en vez de eso le dio una palmada en la espalda para que la viera.

Él se giró y se encontró con unos ojos verdes que lo miraban.

Ella no tuvo tiempo alguno para reaccionar antes de que él se acercara a ella y la besara.

Ella lo rodeó con los brazos y cerró los ojos. Nunca había sentido nada igual.

Te habías dejado la chaqueta iba a decir Ayna cuando al fin se separaron, pero de sus labios no salieron palabras, no sabía si habría sido capaz de hablar de haber podido. Ayna le tendió la chaqueta.

Nath la cogió.

-Debería marcharme… -dijo en voz baja después del silencio. No tenía palabras que decir.

Ayna asintió con la cabeza y sonrió, dando a entender que ella también.

-Mañana nos vemos en clase –dijo con una media sonrisa –te quiero –le dio otro beso en la mejilla y se alejó de ella con la chaqueta en la mano.

Nathan se puso la chaqueta mientras iba a buscar a su familia que se había quedado a charlar en la explanada, al meter la mano en uno de los bolsillos encontró una pequeña nota doblada. La desdobló y se encontró con una línea de palabras escritas por la mano de Ayna y decían:

Claro que estaré allí. Siempre.

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