5.

23 3 0
                                    

—Que sí, que es verdad —repitió por enésima vez Nina—. Allí, afuera, tienes al chico del que estás atontada esperándote. Y lo haré pasar a tu habitación.

—No te creo —aseguró la casi rubia escondiendo su cabeza entre las almohadas de su cama. Escuchó un portazo proveniente de su habitación y luego de unos minutos, cómo unos pasos se acercaban al cuarto. Su puerta prácticamente salió disparada hacia un costado cuando un castaño con una gran sonrisa entró feliz a su habitación.

—¡Hola, Lunita! —gritó éste pasando a su cuarto como si fuera el suyo—. ¿No crees que ya es la hora de despertar, perezosa? —Se paró cerca de su cama, a su lado. Le zarandeó un poco y ésta se tapó la cabeza con la almohada—. No, no. La almohada no es un escudo anti-Boone, Yara. ¡A moverse!

—¡No me toques, piojento! —advirtió la muchacha antes de que Boone le haga nada. El aludido abrió bien los ojos dandos un par de pasos hacia atrás mientras llevaba sus manos hacia su pecho.

—¡OYE, ¿QUÉ?! —vociferó él lleno de confusión. La chica reconoció al muchacho por lo que sus ojos se agrandaron al punto de parecer platos.

—Lo siento, Boone. Pensé que eras mi hermano… —dijo Yara sentándose en el borde de su cama. El castaño, ahora más calmado, se acercó a ella con una ceja levantada—. Sí, tengo un hermano menor.

—Qué genial, ¿cuál es su nombre? —preguntó él apoyándose en la mesa de noche blanca de la chica.

—Se llama Trevor, y tiene quince. Está en su etapa de «soy un adolescente» y cree ser el bad boy. Encima, siempre viene a molestarme en las mañanas —explicó ésta con una media sonrisa. Suspiró levantándose de la cama para dirigirse al ropero. Buscando entre perchas dejó al descubierto el espejo trasero. Logró divisar en él la mirada curiosa del castaño buscando entre sus fotos—. Boone, si quieres saber algo, puedes preguntarme. Tú me has contado varias cosas de ti, y creo que es algo injusto que yo no lo haga.

—No te lo exijo, Lunita —alegó él riendo. Se acercó hacia ella para verse en el espejo junto a tal—. Todos tenemos una historia o cicatriz de la que nos cuesta hablar, ¿sabes? No es que yo te haya contado todo de mi vida… creo que ni la mitad. —Boone suspiró al tiempo en que apoyaba su mentón en la pequeña cavidad entre el hombro y el cuello de la chica, mirando su reflejo—. Me basta y sobra con que quieras comentármelo…

—Gracias, Boone —habló la rubia conmovida. Tomó el uniforme colgado y se dio la vuelta despachando al castaño del lugar en el que estaba—. Necesito cambiarme. ¿Podrías…?

—Está bien… —respondió él echando un resoplido—. ¿Has hecho el trabajo de historia?

—Sí —afirmó sonriente ella. Desde que recordó las palabras del tan amable —y amigable— B.K., ella se decidió a sonreírle todos los días, y, aunque le costase, contarle toda su historia. Callarle todas las dudas que tenía sobre ella.

-—-☆-—-☆-—-

—No puedo creer que tardaras diez minutos en vestirte y peinarte. Aura, a pesar de tener su edad, tarda casi veinte minutos —se sinceró el castaño sorprendido al salir de la casa de paredes negras. La chica rio largándose a caminar junto a él—. Tengo una pregunta, Lunita.

—¿Qué pasa? —inquirió la muchacha con ganas de saber lo que debería responder.

—Si tú quieres decirme… —se apresuró en aclarar él—, quisiera que me respondieras por qué las paredes de tu casa son negras. Siempre las vi de colores pasteles o contrastantes, y ahora son neutras.

El Sentido de la Vida.Where stories live. Discover now