Felices para siempre

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―Seth, deberías ir a ver al consejo, quizás ahí te hagan sentir mejor.

Asentí, ir a ese lugar seria como pedir un lavado de cerebro gratis.

Observé la pantalla y miré al chico llorando desconsolado en un rincón de la habitación, todas esas lagrimas caían por mi culpa, por la culpa de mis acciones egoístas, pero en algo estaban todos equivocados, mis sentimientos por Demian eran reales, todo lo que vivimos era real y no pude comprenderlo antes, no pude quedarme con los gratos recuerdos y alegrarme por su felicidad, no pude compartir su trasparente sonrisa mientras amaba a la persona que estaba destinada a él.

Tal vez si las cosas hubieran sido diferentes, tal vez si hubiéramos pasado todo eso y yo hubiera aceptado el término de lo nuestro alegre por su felicidad me hubiera alegrado de que esté junto a su persona destinada. Tal vez así hubiera recuperado mis alas, al comprender lo valiosa que es la felicidad del otro, aunque no sea contigo. Tal vez hubiera podido bajar a verlo siempre, verlo crecer y formar una vida junto a ese chico, crear una hermosa familia, cuidar también a sus hijos, y a los hijos de sus hijos, verlo envejecer rodeado de hermosas personas, y morir... siempre sonriendo, siempre agradecido de la vida que le toco y yo... y yo feliz porque Demian sonreía, sonreía desde el corazón.

Pero las cosas no habían sido así, había arruinado todo lo que Demian era, había quebrado su alma, había sido manipulado por un demonio, había sido voluntario de un teatro de marionetas que no pedí participar, herí a Sura, la hice esforzarse por cuidar a su protegido y al final... y al final todo termino así.

―Sura... creo que quiero bajar, solo para ver como son las cosas con mis propios ojos ― le sonreí a la de cabello negro que metiéndose esas pequeñas esferas luminosas a la boca me guiñaba un ojo.

―Pero ten cuidado, recuerda llevar armas por si ves a un Demonio y no te quedes más de un mes o tu barrera comenzara a dañarse.

―Entendido ― le sonreí mientras esta me lanzaba una pequeña piedra que los de altos rangos utilizábamos como medio para teletransportarnos al mundo humano.

Aparecí en los oscuros pasillos de un hospital psiquiátrico, escuchando los gemidos de personas sufriendo, llenas de demonios en su interior, personas que sufrían y personas que hacían sufrir a otros.

Caminé por los vacíos pasillos observando como de vez en cuando pasaba un enfermero inspeccionando que todo estuviera bien, que alguien no se estuviera haciendo daño. Con mis manos temblando entre a la habitación 301 con el nombre Demian Evans y su ficha medica bajo el número.

En un rincón de la cama, encorvado y sujetando sus piernas sin dejar de balancearse Demian intentaba mirar el cielo nocturno, por la ventana abarrotada, sus lágrimas no dejaban de caer en ningún momento, no podía entender que siguieran cayendo.

―Lo siento Demian... ― me acerqué a él acariciando su espalda y notando como este reaccionaba a mi tacto, mi corazón latía tanto, pero cada latido significaba un punzante dolor dentro de mí, un dolor tan horrible que me hacía querer llorar a la par del chico.

Lo abracé, sintiendo su calor, ese que tanto me había gustado sentir antes, que me llenaba, pero enseguida noté como este comenzaba a llorar más a gritar entre sollozos y alejarse de mí, gritando, gritando tan alto que enseguida los enfermeros llegaron con una jeringa repleta de tranquilizante.

― ¡ESTÁ AQUÍ! ― gritaba ― ¡VIENE POR MI! ― seguía gritando con las lágrimas cayendo por sus ojos tan enrojecidos que parecía irreconocible. Intente volver a aproximarme pero solo a mi tacto Demian volvía a gritar como si algo muy horrible estuviera pasando, se caía, pataleaba, chillaba pidiendo que lo protegieran.

Recuperando mis alasWhere stories live. Discover now