Domingo del Falso Amanecer

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Pobre muchacha, qué culpable me sentí por mis mezquindades.

Más allá, por todos lados, se movían las formas oscuras de los Edterrans. Dibujaban largos círculos alrededor del cementerio. Habían acudido muchos, montones, un verdadero ejército, para proteger la llegada de su Amo.

- Mierda... - susurró Enrique. Pensé que era por el número de demonios, absolutamente desalentador. Pero, entonces, vi a Jon, abajo, corriendo desenfrenado hacia Rosa María. O hacia Popov y su grupo de fanáticos, para el caso. A varios metros, le seguía Rolando, acelerando todo lo posible, acortando distancias a ojos vistas. Supongo que estaba usando su Nuiz, porque le alcanzó en un sprint asombroso de medalla olímpica. Se lanzó a por él y lo derribó. Pero ya les habían visto.

Desde la plataforma metálica, algunos sectarios dispararon con ametralladoras. Rolando rodó, arrastrando a Jon con él, hasta ocultarse tras unas rocas.

No me lo pensé dos veces. Seguro que, si alguna madre lee esto, me entiende perfectamente. Eché a correr hacia allí, bajando a saltos por la pendiente, casi rodando en ocasiones. Era poca altura, pero bastante escarpada. El Steampunk pesa lo suyo, pero casi ni me enteré. Jadeando, corrí cuanto pude y llegué junto a Rolando y Jon. Al menos, los puñeteros sectarios de Popov no me vieron.

- Estupendo, ya somos tres, los idiotas - dijo Rolando. Jon bufó. Recuerdo que pensé que era un milagro que no se hubiese clavado la espada que empuñaba, al rodar. También tenía una pistola, sujeta en el cinto, pero Rolando llevaba tiempo empeñado en enseñarle a usar la espada y parecía gustarle.

- ¡Tenemos que sacarla de ahí! - exclamó, desesperado. Rolando le dio un capón.

- Pues muertos no lo conseguiremos, eso seguro. Calla, ni una palabra más - le ordenó, enfadado, cuando fue a seguir protestando - Te hemos traído porque dijiste que harías caso a lo que dijéramos, no para comportarte como un crío histérico. No hagas que me arrepienta de haber confiado en ti, Jon. Nos estamos jugando mucho.

- ¿Y qué querías que hiciera? ¡Esto está lleno de Edterrans!

- Si hubieses prestado atención cuando te he enseñado algo de las bases de la magia, sabrías que Rosa María está protegida de los Edterran. Intenta verlo, no es difícil. Hay un círculo básico alrededor del árbol, pero tan potente como la plataforma metálica. Rosa María no está ahí para los Edterran, es una ofrenda de bienvenida al Amo. Sólo él podrá alcanzarla.

Jon contuvo un gemido. Sentí una profunda pena.

- Tenemos que sacarla de ahí... - insistió; pero ya no era más que un susurro.

- Bien - admitió Rolando, más amable - Te prometí que haríamos todo lo posible por salvarla. Hagámoslo con cabeza. A ti te digo lo mismo - añadió, dirigiéndose hacia mí. Me encogí de hombros. Si se piensa que voy a quedarme mirando de lejos mientras ametrallan a mi hijo, es que no me conoce - ¿Dónde está Sol?

- Arriba - hice un gesto hacia el promontorio. No se veía nada, en la oscuridad - ¿Qué hacemos?

- No sé - miró alrededor, estudiando la situación - El portal está casi completamente abierto. No nos va a servir de nada perder el tiempo con esos hombres, es una batalla que no nos conviene. Nosotros hemos de centrarnos en los Edterran - cogió el móvil, pulsó una tecla y dijo: - Ahora, Sol. Y ocúpate de la plataforma.

No sé si ella contestó algo, sospecho que no porque, un segundo después de que Rolando cortase la circulación, el cielo empezó a clarear. Volví la cabeza, siguiendo el origen de aquella hermosa luz, que llegaba desde el promontorio, y divisé la silueta de Sol, con los brazos en alto, provocando una especie de amanecer. Creo recordar que la línea que separa el día de la noche se llama terminador. Nunca me había parecido más real ni más importante que en ese momento. La luz avanzaba, imparable, sobre las rocas.

REBECA GOYRI. Asomándome al mundo, por si te veo...Where stories live. Discover now