¿El nombre?

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—¿El nombre?—. dijo un pequeño niño pelinegro de 10 años, que estaba sentado en el regazo de su madre, mirándola con la cabeza levemente ladeada mientras sus expresivos y hermosos ojos azul obscuro la observaban con confusión.

Martha río levemente, mientras le acariciaba las mejillas a su hijo con suavidad, y asintiendo le respondió —Sí, cariño.

Esa mañana el pequeño niño, había empezado a quejarse de un leve dolor y comezón en la espalda. Ahora ya entrada la tarde, luego de haber tenido todo el día el malestar, su madre había decidido ver que era lo que molestaba a su hijo, para tomarse la sorpresa del día.

Martha acarició con dulzura el brazo del niño —Bruce, hijo mío—. hablo quedamente mirándolo a los ojos —cada persona tiene el "nombre" de su destinado escrito en alguna parte de su cuerpo. En tú caso, en la espalda, por ahora son lineas y otros trazos, pero con el pasar del tiempo, irán tomando forma, escribiendo nítidamente aquél nombre de pareja predestinada.

—Pero mamá...—. dijo el infante con el ceño fruncido —tú dijiste que yo aún no puedo tener novia.

Martha sonrió divertida mientras negaba con la cabeza —No, aún no puedes— tomó delicadamente la cabeza de su hijo entre sus manos y su expresión dulce se volvió seria —Bruce, el nombre puede decir mucho como puede no decirte nada, lo primero que tenga el parecido no significa que sea el elegido de lo que te han puesto a buscar— hizo una pequeña pausa para darle una suave caricia a su mejilla con el pulgar —Tú vas a elegir a quien amar, solo.... quiero que sepas esto.

El niño a pesar de no entender aún el significado y gravedad de las palabras de su madre, simplemente asintió para luego abrazarle.

Ese sería unos de los últimos abrazos que podría darle.

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Un muchacho pelinegro y de ojos azules oscuros miraba frente al espejo, o mejor dicho trataba de ver, las extrañas marcas y lineas que se habían empezado a formar en su escápula desde los 10 años.

Hoy en día, al tener que haber crecido y madurado mas rápido de lo nadie habría creído, las palabras de su madre aún estaban grabadas en su mente como si las hubiera escuchado ayer.

Aún a pesar de todo, no las entendía por completo. Porque después de varios años, lo único que se podía distinguir en esa zona, eran lineas, círculos, cuadrados. No era un idioma existente y casi ningún trazo podría igualarse a una escritura antigua. Como...

Como si no fuera de ese mundo.

—Señor, es hora de ir sus clases de esgrima—. dijo un hombre entrando a su cuarto sorprendiéndolo y sacándolo de su ensimismamiento, el mayor lo veía con sorpresa —No sabía que usted quería saber quién era su predestinado, señor Wayne.

Riendo levemente negó con la cabeza para coger su camisa y ponérsela —Alfred, por favor, sabes que yo no creó en esas niñerías.

El mayor lo miró con diversión para después dirigirse hacia la puerta —Creo que aún no esta listo para aceptar su deseo de encontrar a ese alguien, señor.

—Creé lo que quieras viejo, por ahora vamos.

Salieron los 2 de la habitación, caminando a paso acompasado y bajando las escaleras.

Alfred no pudo contener su curiosidad ante la anterior escena y sopesó la idea pero hablo.

—Señor...

Bruce se giro hacia el mayor y en sus ojos pudo leer perfectamente la curiosidad e inquietud en ellos, soltando un suspiró, se apoyo en la pared y desvío la mirada.

—Alfred... Sabes que aunque quisiera, nunca podría encontrar a esa "persona"—. dijo en tono de burla fingida y el mayor solo sonrió tristemente —No hay nada, no hay letras, solo runas indescifrables, pero tal vez en un futuro, quizás...

El mayor lo miró a los ojos y suspiró exasperado, asintió con la cabeza, para entonces dirigir al menor hacía la salida.

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Gracias por leer.

Nethany

★◇ Parejas Predestinadas★◆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora