PROLOGO-CAPITULO 1

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  -PROLOGO-


Nueva York.

La secretaria me dio una mala mirada antes de voltearse para consultar lo que le acababa de pedir con su jefa.
Sí, yo realmente no le agradaba mucho.
Me dedicó una sonrisa falsa antes de desaparecer por la puerta lateral para
encontrarse conmigo nuevamente.

—Pues aquí tienes tu copia, realmente no
hacemos esto. Usualmente nuestros estudiantes son lo suficientemente responsables como para hacerse cargo de su propio horario de clases, Señorita Watyger.

—No volverá a pasar—me disculpé.

Esto era tan vergonzoso.

No sabía dónde tenía la cabeza. Realmente, hoy ha sido el primer día que salgo del nuevo
departamento.

Mi rutina había sido solo llorar, comer y dormir, no en ese orden necesariamente.

Hasta que Jordan apareció en el departamento, me obligó a levantarme y me
sacó de ahí. Me llevó a un departamento que
tenía en la punta de un rascacielos.
Me dijo que no podía quedarme en la oscuridad, que tenía que salir, o él me iba a arrastrar hasta que salga.
Me matriculó en Columbia, y el hizo
técnicamente todos mis papeles de traslado. Me hacía la cena cada noche después del trabajo, o al menos lo intentaba. También trataba de sacarme una sonrisa de vez en cuando, cosa que solo había logrado una vez. Era consciente de lo preocupado que estaba por mí, lo sabía. Por eso lo estaba intentado. Por eso le dije que iría a la universidad, y que seguiría mi vida como antes.

Le mentí, y le dije que estaría bien. Cuando
sabía que nunca volvería a estar realmente bien.

—Aquí tiene, su horario. Hasta pronto—la
morena me despidió rápidamente, aburrida de una patética estudiante de primer año que ha perdido su patético horario.
Era de noche en Nueva York. Una noche helada, de eso pueden estar muy seguros. Me cerré el abrigo crema y ajuste mi gorro de lana rojo sobre mi cabeza protegiéndome de la nieve que estaba cayendo.
Mañana era el primer día de clases en la
Universidad de Columbia, y no estaba nada
emocionada. Nerviosa, sí. Emocionada no.
Me senté en una de las bancas del parque,
guardé mis papeles en mi liviano bolso que
hacía juego con mi gorro.
La nieve hacía que lo recuerde tanto. Y dolía
tanto.
Me preguntaba qué estaba haciendo en este
momento. Sí me había superado, si estaba aún sufriendo por todo el dolor que le cause. O si me había perdonado. Porque deseaba tanto que lo hiciera, porque solo la idea de él odiándome era tan dolorosa como si encendieran mi cuerpo en llamas. Pero si odiara, lo entendería totalmente, y no lo culparía de nada. Nunca olvidaría lo que vi ese día, como sus lágrimas caían por sus mejillas húmedas, él no lloraba casi nunca, y yo lo había roto en dos, él me había entregado su corazón y yo simplemente lo
había pisoteado en dos.

Los Bautista ya no estaban aquí, de eso estaba
segura. Gaby, pensando que él estaría en la
casa de Gloria, lo fue a buscar ahí. La casa
estaba totalmente vacía, y no había nadie. Los
vecinos le dijeron que había sido una mudanza de improviso, que nadie sabía que se iban a ir.
No solo lo había perdido a él, había perdido a
mi única familia también.

—Supongo que no me equivoqué al suponer que estarías aquí, sentada, sola. —dijo Jordan
sentándose a mi lado en la pequeña banca.

— ¿Lo has sentido alguna vez?—le pregunté.

— ¿Qué cosa?—me preguntó en respuesta,
recogiendo mi mano.

—Perder a alguien a quien tanto amas, y que lo hayas perdido por tu propia culpa. —una
lágrima involuntaria cayó por mi mejilla.

Jordan pasó un brazo por mi espalda, dándome lo que era un abrazo. Enterré mi rostro en su pecho, me permitió llorar en él. Sollocé descontroladamente, y realmente agradecía tenerlo conmigo en estos momentos.
Gaby no había estado segura de irse a Los Ángeles y dejarme sola con Jordan, pero él estaba haciendo un gran trabajo. No me estaba dejando caer más profundo de lo que ya estaba.
Solo quería tenerlo de vuelta, que sus brazos
sean los de él en vez de los de Jordan, decirle
que lo siento, que lo extraño mucho, y que
haría lo que sea para regresar en el tiempo y
evitar haberle causado ese enorme dolor.

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