Capítulo 2: "El accidente"

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Llamaba al muchacho sin cesar y le daba toques en su mejilla para que reaccionara…hasta que al fin despertó.

-¡Por fin! ¿Te sientes bien?, -dije angustiada.

- Me siento estupendamente,-dijo con sarcasmo y con un perfecto inglés-, nunca me había sentido tan bien en mi vida y todo gracias a ti- con tono de enfado .

Me cayó como un jarro de agua fría. Yo preocupada y el enfadado. Aunque eso respondió a mi pregunta. Parecía que sí estaba bien…por que tenía ganas de discutir.

- No fue culpa mía que te atravesaras en mi camino. Además debes agradecerme que no te deje aquí tirado- le dije enojada.

-Gracias,-dijo aparentemente amable, y continuó-,…por casi matarme.

Se dispuso a quitarse el casco. Levanté un brazo para evitar que se lo quitara, porque puede ser peligroso para un motorista después de un accidente, pero ese orgulloso me empujó el brazo y lo retiró.

-¡Déjame! -gritó él-, puedo sólo.

- No es para ayudarte a quitártelo estúpido. Puede ser peligroso hacerlo- sentencié con una rabia que nunca había salido de mí.

- ¿A ti qué más te da?

El casco fue retirado de su rostro y al verlo sentí la punzada más grande que había sentido nunca en mi pecho. Era rabiosamente guapo. Tenía el rostro más hermoso que había visto nunca. Había estado a punto de matarlo atropellado, y me sentía atraída por él. Es de locos…perece que el clima mediterráneo me está afectando. Él lo notó y me sentí avergonzada por ello, ya que dijo:

-Deja de mirarme embobada. Sé que soy muy guapo, pero no tienes por qué ser tan descarada.

- ¿Qué dices? Sólo me asusté. Creí que al quitarte el casco te desmayarías y no quiero cargar con un muerto toda mi vida.

-¿Segura?

-Por supuesto-aseguré seria e implacable, pero él no me creía.

Se incorporó y miró su herida de la pierna.

-Podías haberme ayudado con la herida.

Si le decía que no soportaba la sangre se burlaría de mí. Ya me consideraba una mala conductora, no quería más malos calificativos en su lista. Pero, ¿a mi qué me importa que piense de mi?, pensé.

- ¿Yo? ¿Ayudar a un patán como tú?

- Me da igual. No te necesito. No necesito a ninguna mujer débil como tú, que no soporta la sangre.

- Soy la mujer más fuerte que podrás conocer, y la sangre no me importa.

Tampoco me creyó en esta ocasión, y curvó sus labios en una leve sonrisa. Arrancó un trozo de su camisa y se la colocó para cerrar la hemorragia. Se veía tan guapo, como un animal precioso e indefenso. Pero eso era por fuera, porque por dentro es un animal salvaje. Se puso de pie como pudo, sin permitir que le ayudara. ¡Estúpido!

-Bueno ya estoy bien. Así que ya puedes marcharte- me dijo de nuevo con ese tono que odio pero que no se por qué a la vez me atrae.

No sabía si dejarlo allí solo…podía recaer y volver a desmayarse. Pero no tenía opción, no iba a estar allí mirándolo hasta estar segura que estaba a salvo.

- Bien. Me alegro que te hayas recuperado tan pronto. Espero no tener que verte nunca más.

- Lo mismo digo. !Y aprende a conducir!- gritó riéndose a carcajadas, mientras que yo me alejaba hacia el coche.

Sentí el deseo de mandarlo lejos y responderle con buenos insultos, pero no era necesario irritarse tanto. No volvería a verlo nunca más. Me subí al coche y aceleré, dirigiéndome al reencuentro con mi hermana Aline. Esperaba que no me volviera a ocurrir ningún incidente más, porque sino terminaría odiando esa isla tan bella.

Quisiera poder amarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora