Un plan bien elaborado.

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—No, no estoy molesto— dijo Severus, sentado a la mesa de la cocina, mientras terminaba un emparedado de queso—. Solo sorprendido.

Era casi de madrugada cuando llegaron a Queen Elizabeth. Solange lo llevó directo a la cocina y buscó en el refrigerador.

No había más que restos de comida que no eran de su agrado y algo de queso en rebanadas, además de pan de molde. Así que preparó emparedados y los calentó en una tostadora hasta que el queso se derritió.

Era comida muggle que Severus no había probado jamás; como tampoco el refresco de Cola. Era dulce como la cerveza de mantequilla, y más empalagoso aun.

Está bueno dijo, comiendo con gran apetito. Había gastado muchas energías, como nunca en toda su vida.

Severus comenzó a decir Solange, una vez que no quedaron más emparedados en la bandeja donde los había colocado—. Quiero que sepas que no lo hicimos con mala intención. Es decir, no fue para hacerte sentir mal.

Desde el momento de sentarse a comer, Solange reveló a Severus que nada de lo que había ocurrido esa noche había sido una casualidad.

—Vamos a la sala. Ahí hablaremos tranquilos— pidió, poniendo agua en una cafetera eléctrica—. Cuando esté listo te invito una taza.

Ya en la sala tomaron asiento en el sillón verde. Era amplio, suave y mullido. Severus estaba realmente cansado y somnoliento. Pero también intrigado por las palabras de su amiga.

Todo empezó hace dos años indicó, mientras se acomodaba el pelo detrás de las orejas. Hablaba sin mirar a su interlocutor, como si quisiera concentrarse y hacer memoria.

—El día del T.I.M.O., de Defensa contra las Artes Oscuras, Antonieta, Paulette y yo terminamos el examen y salimos de prisa, porque no soportábamos el calor. Paulette lloraba, convencida de que había reprobado. Y como quiere ser medimaga, necesitaba aprobar para seguir cursando D.C.A.O. La acompañamos al lago negro para que tomara un poco de aire, y allí vimos a Evans, la niña que siempre estaba contigo, cuando se quitaba los zapatos para meter los pies al agua, al igual que sus dos amigas.

Mary Y Alicedijo Severus, recordando a las muchachas, compañeras de Lily, con quienes departía cuando no estaban juntos.

Exacto— terció Solange—. Nos estábamos acomodando para sentarnos en la hierba, cuando vimos a Evans correr y proferir. Nos llamó la atención y quisimos saber qué era lo que la había llevado a tomar esa actitud, y entonces vimos...

Solange hizo una pausa. Severus lo agradeció. Recordaba ese día a la perfección. El más humillante de su vida y en el que su amistad con Lily había muerto para siempre. Un día que hubiera querido olvidar, pero que mantenía en su memoria como si lo necesitara a pesar de todo. Porque esa había sido la última vez que su vieja amiga había demostrado sentir aprecio hacia él.

—Bueno...— Prosiguió  la joven, siempre sin mirarlo a los ojos—. Vimos como ese imbécil de Potter te tenía de cabeza, mientras sus amigotes se reían. Ellos y todos los demás; menos nuestros compañeros. En Hufflepuff no soportamos esas humillaciones, porque muchas veces hemos sido víctimas de ellas, sobre todo a causa de los de Slytherin...tu casa.

Las tejonas que amaban a Severus SnapeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora