Prólogo

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Narra John:

Era un día lluvioso de 1963, hacía un frío de los mil demonios y estaba llegando al hospital de Londres. Había viajado desde Liverpool hace un año para poder trabajar aquí y eso era una larga historia, que quizás en algún momento me detenga a contar.

Por fin había logrado adentrarme, pude sentir el calor de la calefacción que mantenía éste hospital menos frío. Los hospitales estaban llenos de muchas historias, a veces podía ser sanador y esperanzador, otras veces podía llegar a ser algo frío y doloroso.

Con paso firme me dedique a saludar a cada persona que podría reconocer, como siempre acostumbraba a hacer por la mañanas; y de cierta manera me gustaba, sobretodo el hecho de haber enfermeras, desde que llegué a éste hospital había captado la atención de muchas, muchas suspiraban al verme llegar tan presentable y pulcro como siempre, y la verdad era que ya me había acostado con varias enfermeras por aquí.

Cynthia Powell era mi novia y quizás, mi primer amor, siempre estaba pendiente de mí, y me había acompañado desde que llegué aquí; por ende, le guardaba un cariño especial. A pesar de que llevamos un buen tiempo juntos, ella se rehúsa a hacer el amor; ella y sus creencias religiosas le impiden "entregarse", a menos que nos casemos.

Al llegar a mi oficina, dejé en el perchero mi abrigo mojado para que se secara. Iba a sentarme en el escritorio cuando golpearon la puerta suavemente y luego de un par de segundos entró Cynthia con una sonrisa.

—Hola, amor. —dijo acercándose a mí a pasos ligeros.

Me dió un pequeño beso y dejó en mi escritorio los papeles de todos los pacientes que tendría que atender hoy, también algunos exámenes realizados con sus respectivos resultados. Nuevamente era un arduo día de trabajo.

—Hola, preciosa... Gracias por traerlos —sonreí levemente y me coloqué los anteojos para mirar la hoja del primer paciente por atender—. Iba a buscarlos, pero acabas de quitar una preocupación menos en mi lista de cosas por hacer.

—Lo supuse, por lo mismo decidí traerlos, aparte, llegaron los resultados de algunos pacientes. Hoy has llegado algo retrasado.

—Nuevamente gracias, Cyn.

—No hay nada que agradecer, Johnny, nos vemos después —murmuró con aquella voz suave que tanto me gustaba—. Te esperaré para almorzar juntos.

Prontamente se despidió con un gesto de mano, para luego salir por la puerta. Una sonrisa ladina se formuló en mis labios, para después prestar mi atención en la primera hoja; aquel nombre fue el primero en llamar mi atención.

—James Paul McCartney Mohin, proveniente de Liverpool —comencé a leer, un gesto de extrañeza se formó en mi rostro—. ¿Por qué habrá venido de tan lejos?

Bien, ya debe de estar por aquí, si es que aún no se ha ido debido al retraso. Así que me coloqué la bata blanca que ocupaba para estar en el hospital y caminé hacia la puerta.

—James McCartney —llamé desde el umbral de la puerta mientras alzaba la voz—. James McCartney.

Volví a llamar, y a los segundos después se levantó de su asiento un chico con la mirada en el suelo.

—Soy yo, señor. —murmuró acercándose a mí.

Agh, cómo odiaba que me dijeran "señor". ¡Aún era demasiado joven!

Coloqué mi mejor rostro, como siempre, también para ocultar mi cansancio.

—Adelante, James... —dije mientras abría un poco más la puerta para que él pudiese entrar.

Entró sin quitar la mirada del suelo, andaba con una chaqueta de cuero, camisa y blue jeans. Lo examiné con la mirada, me pareció algo extraño y quizás también exagerado ocupar gafas. ¿Por qué ocupaba grandes gafas de sol si estaba lloviendo casi a granizos? No lo sé.

Cerré la puerta y lo invité a sentarse frente a el escritorio, y cuando tomamos asiento me dediqué a examinarlo mejor con la mirada.

—Bien, James... Quiero que me digas la razón por la cual estás aquí. —coloqué mi mejor sonrisa, quizás eso le haría sentir con más confianza; era algo que siempre funcionaba, incluso con niños.

—Digamos que me duele todo, ayer sufrí una pelea, me golpearon... Necesito algo para el dolor, por favor. —murmuró jugueteando con sus dedos, aún parecía cabizbajo.

Podía distinguir un moretón en su ojo derecho, por lo cual entendí el hecho de que anduviera con lentes. Quizás había estado entrometido en una riña y producto de eso llegó hasta mi consulta; sonaba lógico para mí en ese entonces.

—Bueno, ¿podrías quitarte los lentes? Digamos que es ridículo, afuera está lloviendo a mares, ¿sabes? —le dije en tono burlón, siempre me daba esa confianza con mis pacientes, aunque quizás ahora haya sido algo descriteriado.

Él se los quitó tiempo después, dejando a la vista sus moretones. Ambos ojos morados, su labio inferior levemente roto, y su cabello estaba alborotado y algo húmedo por la lluvia. Me dediqué a mirarlo con atención, sus ojos estaban rojos e hinchados, tal vez había estado llorando, sus ojos demostraban tristeza; juraría que nunca había visto un par de ojos dormilones así, tan tristemente bellos, parecían ser únicos. Sus facciones eran perfectas y bien marcadas. ¡Pero qué mierda, John! ¡Qué asco lo que puedes llegar a pensar! No es normal pensar así de alguien de tu mismo sexo.

—¿Se quedará viéndome todo el tiempo? Es incómodo, ¿sabe? —de pronto él me miraba algo furioso, lo cual me causó gracia su expresión, parecía un niño—. No tengo todo el tiempo del mundo...

—Vale, vale. No te enojes, cara de bebé. —reí de forma ligera ante mi comentario.

Él frunció el entrecejo y pareció bufar.

—Perdón, no le he dado la confianza para que me diga así, doctor.

—Dime John, James.

—Entonces tú dime Paul, John.

—Bien, deberías acostarte en la camilla, te voy a examinar. Colocaré una inyección para el dolor muscular, y te daré también paracetamol para casa, deberás tomarla cada ocho horas por siete días, ¿está bien?

Él sólo asintió e hizo todo lo que dije. Lo examiné y pude notar en su mirada que ocultaba algo, pero algo en él también me inspiraba ternura y cierta confianza.

Desde aquel día busco pretextos para atenderlo, aunque a veces se niega, pero yo sigo insistiendo para que él acepte, hasta que termina cediendo. A veces creo que estoy loco, incluso he llegado a pensar que soy un psicópata narcisista pero, era algo extraño, algo especial. Incluso he llegado a creer que somos buenos amigos, pero con el tiempo comprendo que a pesar de ello, sentimientos ocultos hay en mí respecto a él. Algo que sé, no podría suceder, eso estaría fuera de lo común.

A veces pienso en aquellos ojos dormilones, en sus finas facciones y sí le colocaras peluca, un par de pechos, y vagina, les apuesto a que sería una mujer echa y derecha. Reía estruendosamente cada vez que lo imaginaba en versión femenina, después venía seguido del sentimiento de vergüenza, pero a la vez algo extraño en mí surgía, siempre sufría de erecciones cada vez que lo imaginaba como mujer.

Estoy sonando bien gay, esa palabra me causaba escalofríos. No érase como que fuera por la vida gritando a los cuatro vientos: "¡Hey, soy homosexual y me gusta mi amigo!".

No debería pensar esas cosas. ¡Yo soy un macho viril de pecho peludo!

AstronomyMoon.

Doctor Lennon. [McLennon] Where stories live. Discover now