El comienzo

16 2 1
                                    


"La vida es una mierda."

Bueno, al menos, la mía lo es.

Son las 8 de la mañana, la vieja camioneta de mi"querido" tío Owen acaba de dejarme tirada en medio de la nada, mis medias acaban de rasgarse, llegaba tarde a mi primer día de clase, no conocía a nadie que pudiese llevarme a casa, había olvidado el móvil en "casa" y por si todo esto fuera poco, no tenía jodida idea de como encender la calefacción de este cacharro y mi fino vestido y cardigan no eran suficientes para protegerme del gélido viento de este maldito pueblo.

A pesar de mi alta estatura, tengo que bajar de un salto de la camioneta y me decido por ir a echarle un vistazo al motor. Sí, es cierto, no tengo ni idea de como arreglar un coche, pero de momento, no se me ocurre otra cosa mejor que hacer. 

Avanzo hacia la parte delantera de la camioneta y con todas mis fuerzas intento abrir el capó delantero. Nada, no se mueve, ni un milímetro. Esto me extraña, ya que a pesar de mi constitución delgada, pero con curvas, tengo una fuerza considerable. Intento un par de veces más, pero termino claudicando, con la frente sudada, dos uñas rotas y  la paciencia por los suelos. 

Voy hacia la parte trasera descubierta del viejo Dodge, y con mis anos apoyadas me impulso hasta quedar sentada en el cajón de la destartalada camioneta. Así, ya que me congelo, puedo llamar la atención de algún conductor que se atreva a cruzar por esta desierta carretera a estas horas. Este largo y solitario camino solo conduce al instituto del pueblo, por lo tanto no espero demasiado tránsito en las próximas horas. Seguro que todos han entrado ya a clase, y tras pasar lista se han dado cuenta de que la "alumna nueva" no se ha presentado. Seguro que todos se sonríen. Capullos.

Al menos, una hora después, decido volver andando a casa. Tengo la nariz roja y el culo congelado. Al menos andando entraré en calor, y si llego al pueblo seguro que consigo algún teléfono para llamar a una grúa y que alguien me lleve a casa. Algo más animada, emprendo el camino de vuelta al pueblo, calculo que serán unos 5 km hasta llegar al pueblo, 10 más para llegar a mi nueva casa. Sí, me mudo a un pueblo enano, y a demás la casa está apartada de la mano de Dios. Así seguro que consigo la marginalidad absoluta. Estableceré un récord.

Desde que murieron mis padres hace ya tres meses, solo había hablado con un policía, los de los servicios sociales, mi psicóloga, mi nueva psicóloga y mi tío. Y pocas de estas comunicaciones podrían calificarse de conversaciones. En estos tres meses, había pasado por dos etapas muy diferenciadas. 

En los dos primeros meses, entré en una fase de negación y enfado con el mundo. Pasé a vestir de negro absoluto, a pintarme las uñas y los labios negros. Me teñí mi pelo castaño claro en un negro carbón. Me emborrachaba todas las noches, con personas o sola. Eso no importaba. Ahora siempre estaba sola, o al menos el vacío que existía dentro de mí desde que la mejor amiga de mi madre me dio la noticia entre lágrimas.

 Cuando mi tío me vio por primera vez desde los 5 años lo primero que hizo fue darme un abrazo que casi acaba conmigo, tanto física como psiquicamente. Después de esto, me cogió de la mano y me llevó a la peluquería del pueblo donde la regordeta peluquera rompió a llorar al verme por lo que me parecía a mi madre. Allí   me quitaron el color negro, así totalmente. Me quitaron todo el pesado maquillaje y me dejaron con un poco de gloss y máscara de pestañas. Mis uñas negras fueron sustituidas por unas de color rosa pálido. El mayor cambio fue en el pelo. Sustituyeron el color negro por mi color natural, un castaño muy claro y lo cortaron en capas. Lo cual no hizo más que darle vida y brillo.

Es algo que si le agradezco. Pero lo peor fue cuando me arrastró de la misma forma hacia la tienda de ropa, y así al primer vistazo empezó a coger vaqueros, faldas, vestidos, un puñado de cardigans de diferente color y grosor, y algo de maquillaje. Maquillaje basado en colores pálidos. 

Pensareis que esto podría haberme sentado muy mal. Pero la verdad es que fue un verdadero vaso de agua fresca. Me ayudó a dejar de fingir que me había convertido en una chica mala, y empezar a asumir lo sucedido desde una perspectiva madura y responsable.

Revisando mi vestuario actual y como están las cosas, hubiera deseado haber sugerido algún abrigo o grueso anorak. Pero, ¿Quién iba a pensar que iba a hacer este frío en Septiembre? Así que esta mañana, lo primero que se me había ocurrido después de una ducha vigorizante y un rápido desayuno me había colocado delante del armario, pensativa. 

Al final, había primado dar buena impresión a pasar "un poco" de frío. Quién lo hubiera sabido... Así que me decidí por unos botines marrones planos, unas medias también acercándose ligeramente al marrón, un fino vestido de tirantes con pequeñas flores y un grueso cárdigan de un marrón un poco más claro que los botines. Con mi nuevo corte de peinado, era más fácil domarlo. Recogí mi melena, que alcanzaba la mitad de mi espalda y me hice una trenza que posteriormente sujeté en mi nuca. Con el maquillaje no me compliqué demasiado. Apliqué una ligera base, de mi tono claro de piel, para tapar las ligeras pecas salpicaban mi nariz, un retoque negro a mis pestañas pálidas, y por último un ligero gloss a mis labios para hacerlos más brillantes y bonitos.

Está bien, después de mi Odisea de 2 horas estancada aquí; las medias me habían abandonado, tenía una pequeña mancha en el borde de mi vestido, la trenza no se había deshecho pero no le faltaba demasiado, y seguro que del maquillaje no quedaba más que un sombreado negro en mis ojos.

 La vida era maravillosa.

Cuando todavía no llevaba andando ni 10 minutos, comencé a oír el rugido de un motor. Aunque según se acercaba me dí cuenta de que no era el motor de un coche o camioneta. Ese ruido estridente sonaba más como una moto. Oh Dios, una moto no.

Entrecerrando los ojos vi como se iba a acercando entre la niebla, la figura negra de la moto y su conductor, hasta que poco a poco se acercó y después de todo dudé. De verdad dudé si pedir auxilio. Desde que había visto esa silueta, tenía todo el vello de punta, y sentía un cosquilleo en el extremo inferior de mi espalda. No me hizo falta levantar mis brazos, ni perder voz gritando que parase, ya que el motorista paró justo en frente de mi, con un pequeño derrape, demasiado cerca, para mi gusto.

Entonces levantó la cabeza.

Me mostró una brillante sonrisa de lado.

Oh mierda.





You've reached the end of published parts.

⏰ Last updated: Feb 21, 2016 ⏰

Add this story to your Library to get notified about new parts!

Woof WoofWhere stories live. Discover now