6. Preguntas

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Antes de convertirme en una verdadera escritora pasé por una serie de situaciones que me hicieron reevaluar mi estilo de narración, pero también por unas que me hicieron cuestionar los temas que tocaba en mis escritos. Una vez estaba en la universidad y fui en busca de un pequeño cuento que escribí para la clase de creatividad, la maestra me lo entregó y me sorprendí al ver que mi calificación era ridículamente baja. No era que me sintiera perfecta ni nada por el estilo, pero no era tan mala. Cuando le pregunté a la maestra qué había de malo en el cuento ella dijo: "No pude encontrar tu identidad en él" ¿Qué identidad? Recuerdo haberle preguntado. "¿Dónde está tu visión del mundo como una tipo A?" Su respuesta, que a su vez era una pregunta, me conmocionó. Yo era, yo soy, una tipo A nivel 2. Pero no me sentía diferente a los tipo 1, las inoculaciones periódicas se encargaban de que no fuera especialmente diferente. Ese día me di cuenta por primera vez que, a pesar de que me encontraba bien, había algo que me estaba siendo arrebatado.

La Gran A, Elsa Olsen.




6. PREGUNTAS


-¡Déjenme ir!- gritó.-¡No sé nada!- repitió por milésima vez.

Se dejó caer sentada sobre el piso de la camioneta con un quejido. No estaba segura de cuánto tiempo llevaba viajando con esas dos personas, pero había sido el suficiente para que durmiera y luego se recuperara de los malestares del accidente. Claramente aún se sentía cansada, confundida y algo adolorida... pero al menos era capaz de gritar y golpear las paredes del vehículo.

Estiró sus piernas y apoyó completamente la espalda en la pared, dejando que el aire dejara sus pulmones. Desde el día del Incidente se había estado especializando en mantener la mente en blanco y no pensar en situaciones pasadas que la pudieran deprimir, pero en ese momento no podía evitar pensar que toda su vida se había ido a la mierda. Sí, incluso le estaba tomando el gusto a insultar al mundo. Lo que más le molestaba era el hecho de que absolutamente todo lo malo que le estaba ocurriendo era culpa de Caleb, o Rhys... o como se llamara. Si su camino no se hubiera cruzado con el de él probablemente estaría tranquilamente estudiando en su habitación para un examen de biología. Pero no, estaba encerrada y siendo literalmente secuestrada.

Hacía un año desde que lo había conocido y ahora que lo pensaba nunca creyó que hubiera algo extraño en él. Simplemente era un compañero más de clase, un tipo A inofensivo que adoraba discutir acerca de textos académicos con sus maestros, que era algo hiperactivo cuando se aburría y al que le fascinaban las tormentas. Le fastidiaba saber que meses saliendo con él se habían reducido a una sola acción que había desarmado su vida. Se sentía engañada e incluso traicionada, más que dolor era rabia lo que le llenaba el pecho. Uno de los peores pensamientos que le cruzaban por la cabeza era que en verdad le gustaba estar con él, estaba segura de que lo quería y, mientras reflexionaba acerca de sus sentimientos, se relajó al descubrir que ese querer nunca evolucionó a amor. Eso habría hecho su situación patética.

Se deslizó a través de la oscuridad de la camioneta y comenzó a palpar las paredes hasta dar con la ventanilla que la separa de la cabina del conductor, entonces alejó su mano en un puño con la intención de golpear una vez más. Antes de que lo hiciera sintió que la camioneta comenzaba a bajar su velocidad, para cuando se sentó en el piso el vehículo ya se había detenido.

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