42| Planetario de estrellas.

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Ni siquiera sé si realmente quiero sacarlo a relucir.

—Ya son casi las nueve de la noche, Luigi nos debe de estar odiando en estos momentos—comenta al mismo tiempo que enciende el auto sin perder mucho tiempo.

—Estoy segura que Lydia y Chiara le deben de estar cuidando muy bien, solo tiene que esperar un poco más—respondo.

Su respuesta tarda en llegar, y cuando lo hace cambia de tema.

—Bianca me dijo que tenías algo que decirme el día que nos fuimos de la chacra, le pregunté que era, pero me comentó que sería mejor si te lo preguntaba directamente a ti.

Trago saliva haciendo unja mueca, veo por el rabillo del ojo como él me mira de una manera curiosa.

—¿Es algo importante? —insiste.—De seguro es una confesión de amor, de esas que te gustan.

Y lo veo sonreír. Al contrario de lo que pensaba, el nudo en mi estómago empieza a deshacerse con facilidad. Y eso no debería suceder.

—No vas a tener la mía hasta que obtenga la tuya.

—Pues deberás esperar a Manhattan para eso.

No quiero que su presencia me tranquilice antes de iniciar el caos.

—De hecho, sobre eso te quería hablar—confieso.

Me lanza otra mirada indiscreta . Nos estacionamos a gran distancia de un semáforo rojo, hay tantos autos al rededor nuestro que estoy segura que perderemos varios minutos aquí. Juego con mis manos en un intento desesperado por mantener la calma.

—Es que creo que nos precipitamos diciéndoles a los chicos que volveríamos con ellos a Italia luego de Manhattan. —Contradictoriamente, siento un escalofrío y muchísimo calor al mismo tiempo. Mi corazón se detiene y acelera a la vez— Yo le prometí a Rose centrar cabeza después del viaje y no me gustaría que se sintiera defraudada.

Sus ojos grises me miran pensativos. Podría decir que perdidos. De lejos parecen simplemente grises y opacos, pero cerca como se encuentran en este momento puedo verlos con mayor detalle. Enormes y de un color gris puro que vagamente me hace recordar a las nubes de tormenta.

—¿Por qué las dudas? —Sus labios se crispan en el amago de una mueca.

Agradezco que el ser humano no haya descubierto cómo leer los pensamientos ajenos todavía.

—Creo que no lo pensamos bien —añado — tarde o temprano habrá alguna despedida definitiva, y será más difícil hacerla si nos quedamos aquí más tiempo de lo que habíamos acordado.

—Qué mas da el tiempo, tampoco es que tenga algo me espere en Manhattan.

—Pues supongo que quizá, yo sí lo tengo—confieso —me gustaría retomar mis estudios en Manhattan y estar cerca de Rose y de Elena. Y también siento que tú deberías pasar más tiempo con tu familia y darles la oportunidad de que ellos entren a tu vida. Ya no estarás solo, ahora tienes a un montón de personas que te quieren y que les gustaría que te quedaras cerca de ellas»

—¿Quieres que vuelva solo?

—Quiero lo mejor que pueda depararte el destino.

—Pues yo quiero estar contigo. Te dije que ya no habrían mas juegos—insiste— Claro que también me gustaría seguir en contacto con los niños y con mi familia, pero no quiero alejarme de ti por eso, los discursos y las declaraciones de amor no me salen tan bien como a ti. Pero que sepas que me estás volviendo loco y que es de ese tipo de locura que no me gustaría sanar.

Cuando nos convirtamos en estrellasWhere stories live. Discover now