—Oye...—me llama antes de entrar.

—¿Qué pasa?

—Ya es un poco tarde para que las personas reciban visitas. ¿No crees que va a ser mejor si la vamos mañana?

Asiento, porque mi reloj marca que son pasadas las siete de la tarde y según sé, acá en Florencia comienza a anochecer a los ocho en punto.

—¿No te molesta, verdad? —insiste.

—Por supuesto que no. —Sonrío para dejarlo más tranquilo— Hasta podemos aprovechar para ir a dar un paseo.

Eso parece dejarlo contento y no comenta más nada, entramos a la residencia y una campanita suena sobre nuestras cabezas avisando que ha llegado alguien. Una señora levanta la mirada desde un ordenador y sonríe cordialmente.

Nos presentamos y ella chequea el registro rápidamente, cuando termina me pide la tarjeta, comprueba mi nombre y unos segundos después me pasa una cajita para pegar, a todo esto, Damian se entretiene detrás de mí en el vestíbulo leyendo un par de folletos informativos sobre Florencia. Dejo de mirarlo y me vuelvo otra vez a la señora.

—¿Cuartos separados o una solo? —pregunta.

La realidad es que tenemos suficiente dinero para dos, pero el ego de una promesa todavía incumplida me hace responder.

—Uno.

—¿Desea separar las camas?

—Que sea cama de matrimonio.

Cuando finaliza me da la llave de la habitación y yo guardo mis documentos nuevamente en mi cartera.

—Bonita estancia —me dice antes de alejarme. Le agradezco y Damian se acerca para ayudarme con las maletas.

—¿A qué cuarto vamos?

—Al 21 de la primera planta.

Nos encaminamos a las escaleras y subimos las valijas en cuestión de minutos, llegamos al pasillo y encontramos nuestro cuarto. Al entrar, lo primero que observamos es la pequeña televisión antigua y los armarios rústicos. La cama matrimonial está a un costado de unos sofás color crema y aunque no hay balcón, si tenemos una ventana inmensa que da a un bonito río.

Es un cuarto minúsculo, pero bonito.

Vacío la primera maleta y me doy cuenta que he traído demasiadas cosas para solo un fin de semana, así que no me molesto en desempacar la otra. Guardo el par de blusas y pantalones en el ropero y me siento en la cama a esperar a que Damian salga del baño.

Mi celular suena cuando estoy a punto de encender la tele y noto que es un mensaje de Rose, me pongo contenta porque ya van más de tres días que no tengo noticias de ella y enseguida me apresuro a ver el mensaje.

¿Volverás para tu cumpleaños a casa? —leo.

Me quedo pensativita unos segundos, no me había dado cuenta de lo cerca que estamos de ello.

Mi visa es de seis meses, el tiempo preciso que dura mi residencia en casa de los Berlusconi. No puedo creer lo rápido que pasa el tiempo y lo ceca que estamos de que ya llegué diciembre.

El vuelo de regreso está pactado para el 22 de diciembre —escribo.

Un día después de mi cumpleaños.

Estaré ahí para navidad. Lo prometo.

Y espero a recibir un mensaje suyo de regreso, pero este nunca llega. No lo ve en los siguientes mensajes y no me da tiempo a enviarle otro porque Damian sale del baño vistiendo unos jeans gastados y un sweater holgado color negro.

Cuando nos convirtamos en estrellasKde žijí příběhy. Začni objevovat