—Ni lo pienses —Lo interrumpe con rabia la peliverde—No te atrevas a terminar esa frase —vuelve a mirar a su madre— ¿Para qué quieren un nuevo bebé? ¿Para dejarlo tirado a los pocos meses? ¿Para qué unos desconocidos lo terminen cuidando luego de que vuelvan al trabajo?

—No tiene caso discutir, Lyd—La interrumpe su hermana —El daño ya está hecho. Felicidades por tu nueva familia, mamá.

—Niñas, por favor...

—Nada de esto hubiera pasado si papá no hubiera muerto—Oigo espetar a Lydia antes de llegar a las escaleras.

Segundos después, las puertas se oyen golpearse y la señora Berlusconi se deja caer devastada sobre su sofá, Ben no duda en acortar la distancia y darle consuelo.

Damian y yo nos quedamos parados, pasan otros microsegundos que parecen eternos y me decido de que es hora de hacer algo.

—Yo...lo siento mucho, seguramente se acostumbren con el tiempo—intento ayudar.

Los ojos de mi compañero me escrutan con la mirada y rueda los ojos, se coloca a mi lado y cruza los brazos hastiado.

—Ojalá así sea. — Ella hace el intento de regalarme una sonrisa— A estas alturas deben creer que soy una madre terrible, pero puedo jurar que hago lo mejor que puedo, es muy difícil criar a tres hijos sola y si no fuera por Ben, ya estaría hasta el cuello.

Le toma la mano y este acaricia con ternura su vientre.

—Son críos, hay que entenderlos, tal vez fue muy apresurado darles la noticia ahora. Pero estoy segura que dentro de unas semanas ya quedará todo zanjado, no son niños resentidos después de todo—reconforto. O hago el intento.

—Pero tienen razones para estarlo, es obvio que no les iba a caer bien la noticia—añade Damian y eso hace que reciba un puntapié de mi parte y una mala mirada, por supuesto.

—Lo sé...lo sé, debí haberlo pensado mejor. Dentro de poco hace aniversario de la muerte de su padre y con todo lo del casamiento y Ben, un embarazo era lo menos esperado. Pero ustedes sabrán entender que...—nos mira con las mejillas enrojecidas—ese tipo de cosas a veces suceden por descuido, y ya no se puede hacer nada para remediarlo.

Asiento desviando la mirada.

—¿Puedo preguntar cómo murió su ex marido? —cuestiona el otro niñero.

Duda por un momento, pero al final terminamos escuchando una respuesta.

—Fue un paro cardíaco, estábamos en la cancha de tennis —se adelanta a contestar Benjamín —éramos socios y amigos.

—Vaya...—es lo único que alzando a decir. Y que buenos amigos...

—Así que ustedes...—El oji-gris los apunta discretamente.

—Sí, ya nos conocíamos. Pero no pasó nada hasta muchos meses después del entierro, Ben me ayudó mucho —se apresura a aclarar la madre de los chicos—. Benjamín y Alessandro eran muy cercanos.

—Era como un hermano, y me devastó muchísimo su pérdida —añade este—. Porque era casi la única familia que me quedaba, mi mamá murió hace mucho y nunca conocí a mi padre, Alessandro era un viejo amigo de la universidad y un compañero de trabajo increíble. Y al morir supe que no podía dejar desamparada a su familia.

—¿Y los chicos...? —es mi turno de curiosear.

Deja escapar un suspiro y hace un gesto de cabeza afirmativo.

—También me conocían de antes, era como el tío postizo divertido que los invitaba a tomar helado, pero luego de que Liz y yo formalizáramos lo nuestro, me odiaron. Y creo que todavía lo siguen haciendo.

Cuando nos convirtamos en estrellasМесто, где живут истории. Откройте их для себя