2.- Marcada por la bestia

Start from the beginning
                                    

Salí del cuarto y arrastré la carretilla hasta la puerta, bloqueándola. Por supuesto, aquello no iba a ser suficiente para retenerlo, y menos para dejarme colocarle las nuevas cadenas. Tenía que pensar en algo, y rápido. Tarde o temprano llegarían los guardias, seguros de tener que recoger mi cuerpo con una pala.

-M-mi lord -lo llamé, pero no me miró mientras, torpemente, intentaba atarse el cuello de la camisa. Sus manos temblaban con fuerza y, con ellas, todo su cuerpo, aunque no lo había visto hasta ese momento-. ¿Necesita ayuda?

En cuanto se lo pregunté me miró, con furia, con desprecio y, a la vez, confusión. Me acerqué con lentitud y até el cordón de su camisa con presteza y delicadeza propias de una profesional. Lo había hecho innumerables veces para mi padre y mis hermanos, y al recordarlos y saber que los pocos que habían quedado habrían terminado muertos por la peste fruncí el labio para no llorar. "Craso error", dijo algo en mi interior, y miré a lord Claud a la espera de un castigo o algo, porque su silencio era peor que sus palabras.

Levantó sus manos y cerré los ojos a la espera de un golpe. Sin embargo, acercó los dedos a mis labios y tiró del inferior para abrirme ligeramente la boca.

-Te dije que si volvías a fruncir los labios te violaría -advirtió, y empecé a lagrimear.

-Lo sé, mi lord. Lo siento mucho. -Me agarró la barbilla y me escrutó los labios, divertido con la situación. Yo estaba segura de que si me soltaba caería al suelo hecha un ovillo tembloroso de trapos.

-Dime tu nombre y te perdonaré -prometió, y supe que, en cuanto a tratos, podía confiar en su palabra.

-Aunque se lo diga, Lady Anna me matará por soltarlo -lloré, sin saber qué hacer-. Quizá lo mejor sea que me mate como guste... No soporto la espera... No quiero esto... Jamás he hecho daño a nadie para terminar en este lugar...

-Shhh -Me sujetó la cabeza con ambas manos y presionó hasta que me callé y me lo quedé mirando-. ¿Qué harás a cambio de que me vuelva a poner las cadenas?

-¿Se las pondrá? -me alegré-. Lo que sea, mi lord. Por favor...

Completamente aliviada al saberme liberada de las torturas y castigos de Lady Anna, las rodillas me fallaron y me cogí de la camisa del lord mientras caía hasta quedarme casi sentada en el suelo. Frente a mí, sus pantalones a medio abrochar. Tragué saliva ante el pensamiento y miré a otro lado. Sin embargo, lord Claud situó su mano sobre mi cabeza y enredó los dedos en mi pelo.

-Dime tu nombre, Lapislázuli -me ordenó.

-Mireille -lloré, de nuevo, segura de que, al menos, mi cuerpo iba a quedar intacto.

-¿Sabes lo que te lleva esperando desde ayer por la mañana, Mireille? -Sus dedos en torno a mi cabeza apretaron y me dejaron de rodillas. Estuve a punto de fruncir los labios en una mueca de dolor, pero me aguanté.

-Sí, señor -lagrimeé.

-Pues yo no lo sé, Mireille. Tendrás que decírmelo -se mofó de mí mientras desabrochaba sus pantalones y me mostraba su miembro desnudo, de nuevo duro como una roca.

-Su cola, mi lord. Su cola lleva dura desde ayer por la mañana -le expliqué, notando los labios secos y lamiéndomelos.

-Bien. Bésala -me ordenó, y cerré los ojos mientras avanzaba la cabeza, pero me detuvo-. Con los ojos abiertos, chiquilla.

Alcé la vista y su mirada me atravesó por completo. Algo me recorrió todo el cuerpo y sentí, como el día anterior, que mis pezones se endurecían como cuando tengo mucho frío y las rodillas me temblaban. Toda mi piel se puso como la de las gallinas y sentí que me iba a mear encima del miedo que sentía.

INCUBBUS [COMPLETA]Where stories live. Discover now