2.- Marcada por la bestia

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Cuando desperté, estaba confusa. Las ascuas de la chimenea estaban casi extintas y la vela se había volatilizado. Me senté sobre mis rodillas en la mullida cama y comprendí que jamás había dormido en una de verdad, puesto que había sido como estar sobre una nube suave, cálida y paradisíaca. A mi lado, lord Claud aún dormitaba, pero supe que en cuanto despertara podría encontrarme con su versión más aterradora así que salté del camastro y observé los despojos de las cadenas, ahora inservibles. "¿Qué hago ahora?", pensé. Podían colgarme por haber soltado al lord, aunque realmente no era culpa mía. Nadie había cuidado el mantenimiento de aquellas cadenas y se habían partido pero... ¿cuánta fuerza había hecho el lord para poder romper aquellas enormes aunque oxidadas cadenas?

No podía permitir que se escapara de aquella estancia así que salí corriendo sin más.


Cuando llegué a mi destino, el herrero del castillo estaba afilando una espada más que afilada, seguramente aburrido y hastiado de aquel lugar dejado de la mano de Dios.

-¿Puedo hacer algo por ti, pequeña criada? -preguntó mientras me miraba de arriba abajo. Seguramente reconoció mi atuendo como el que únicamente llevan las criadas del lord. A estas alturas sospecho que, más que por comodidad para trabajar, su corte escueto es para el disfrute de nuestro señor.

-Lady Anna me ha pedido unas cadenas nuevas para el lord -mentí, aunque era cierto en parte.

-¿Unas cadenas? ¿Podrás tú sola con ellas? -se extrañó, pero se levantó de su taburete y abrió un armario cercano, donde había varios repuestos de cadenas y grilletes. Mentalmente di gracias al Señor.

-No se preocupe. Soy más fuerte de lo que parece... ¿Puede contarme exactamente cómo funciona el mecanismo de cadenas? Tienen que renovar también el trono del lord y quieren moverlo a su cama

-No es complicado. Te lo cuento mientras cargamos estos bártulos en una carreta.


Lo que me parecieron horas después, conseguí subir la carreta por las interminables escaleras del castillo hasta la planta donde estaban los aposentos de lord Claud.

En cuanto puse un pie en el pasillo noté su presencia, oscura y funesta, rezumar de las puertas abiertas de sus aposentos y me temí lo peor. Solté la carreta lejos de las escaleras y corrí hasta entrar en la estancia con el pensamiento de que el lord ya no estaría ahí. Por suerte, aún estaba, pero choqué de bruces con él cuando iba a cruzar el umbral.

-L-lord Claud -fingí alegrarme de verlo-. ¿A dónde va?

Clavó su mirada en mí y sentí que era el mismo monstruo que había conocido la mañana anterior: desnudo e intimidante. Extrañamente, parecía que ninguna de mis compañeras había venido a buscarme; quizá asustadas por ver lo que supuestamente me había hecho el lord durante la noche.

Volví a abrir la boca pero, antes de poder decir algo, lord Claud me agarró de los brazos y me apartó de su camino.

-N-no puede salir -quise detenerlo, y su mirada casi me hizo chillar-. E-está desnudo -me excusé-. Tiene ropa en aquella bolsa -señalé sin más y, tras un bufido por su parte, volvió a entrar y se dispuso a vestirse.

Visto desde atrás, el lord estaba seco como un pequeño vagabundo desnutrido y sentí que era a causa de únicamente beber dos copas de sangre al día. ¿Acaso no era en parte humano, también? Al menos todo su cuerpo lo era.

INCUBBUS [COMPLETA]Where stories live. Discover now