Final

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Dylan se hallaba dando una caminata, era uno de esos días en lo que nada parecía ir bien.

El cielo estaba nublado y él chico decidió seguir su recorrido por un viejo parque. Todo era tranquilidad, la brisa era fresca y al inhalar los pulmones del joven se impregnaban de un aroma a tierra mojada. Era maravilloso.

Tal vez Dylan se había adelantado al pensar en que ese iba a ser un mal día, tal vez iba a ser un día como cualquier otro. Él habría pensado eso si no hubiera visto a Erika corriendo en su dirección con notables lagrimas escurriendo de sus ojos.

—¿Qué no se había ido ya?—Se preguntaba él chico mientras la joven se acercaba cada vez más.—¡Erika! ¡¿Qué sucede?!—Inquirió notablemente nervioso.

—Es, es...¡Tienes que ir a su casa! ¡Tienes que ir!—Gimió la chica, era Leslie. Él joven estaba seguro.

Dylan había preguntado a la chica si quería acompañarlo pero esta simplemente se negó volviendo a romper en llanto diciéndole que siguiera adelante. Definitivamente algo iba mal.

Mientras más se aproximaba a la casa de la pequeña Leslie él muchacho se percataba de que algo más era anormal.

Ya frente al la pintoresca casa pudo escuchar otro llanto descontrolado, esta vez era Yuka. Estaba sentada en la mitad del césped, escondía su cabeza entre sus rodillas.

—Lo siento. Lo siento.—Decía una y otra vez.—No quería que me dejaras de querer.

¡Yuka!—Gritó Dylan e instantáneamente ella se incorporó y corrió hasta él. La pequeña tenía una expresión de desesperación y agonía. Era similar a la de Erika, sin embargo parecía que Yuka no podría aguantar en pie durante mucho tiempo.

Él joven se puso de rodillas y limpió algunas lágrimas que habían logrado escapar de los ojos de la niña.—¿Sucedió algo?—Preguntó con delicadeza y precaución para no quebrar aún más a la chiquilla.

—N-no hay arreglo...—Hizo una pausa para mirar al chico.—No podrás estar aquí durante más tiempo. Así que date prisa, ella está arriba.—Concluyó y sus ojos se adornaron de pequeñas gotas cristalinas.

Sin perder más tiempo él joven entró al lugar y se dirigió lo más rápido que sus piernas le permitieron a las escaleras. Un, dos, tres escalones, Leslie estaba cerca sin embargo mientras más avanzaba, las escaleras se hacían más y más largas, interminables.

No. No. No.

No de nuevo, no quería que todo desapareciera frente a sus ojos como siempre solía ocurrir.

Intentaba avanzar pero conforme lo hacía todo iba perdiendo color, todo se consumía. Era hora de despedirse, no quería, nunca había logrado convertirse en él chico que causara las sonrisas de Leslie.

¿Leslie? ¿También ella se quedaría en ese lugar? No quería, no podría dejar esa realidad. Pero simplemente no podía evitarlo.

Todo a su alrededor se volvía gris, todo se quedaba sin vida. Sin alguna otra alternativa Dylan cerró sus ojos, esperando a que todo acabara.

Y así, en un abrir y cerrar de ojos él joven estaba rodeado de oscuridad, en tinieblas. Ya no podía ver a nadie, solo alcanzaba a oír sus voces.

Cubrió sus ojos con las palmas de sus manos y después de unos segundos las voces cesaron. Solo estaban él y la oscuridad.

Pero él joven sabía bien que nada se quedaría así, daría cualquier cosa para que así fuera.

Dispuesto a continuar con ese ciclo vicioso abrió los ojos. Estaba sudando, estaba asustado. ¿Había vuelto a donde siempre?

¡Dylan!—Grito su madre preocupada.—Por favor, escucha al doctor.—Añadió y él joven observó todo lo que había a su alrededor.

Un pequeño cuarto, con pocas ventanas y muebles de encino.

Estaba de vuelta, se hallaba en el lugar en donde todo había comenzado.

¡Falta el epílogo, todas sus dudas se aclararan cuando lo lean!

TearsWhere stories live. Discover now