Ella deja la manzana y come una papa frita. — ¿Siempre traes el almuerzo?

Asiento. No me gusta hablar, Rachel.

— ¿Por qué?

Me encojo de hombros.

Ella sonríe negando. —Así que, no hablas mucho. Bien.

Nos quedamos en silencio con el sonido de otras personas hablando.

Ella susurra: —No hablemos entonces.

Comemos en silencio y recuerdo que Rachel lleva español conmigo. Quiero decirle, pero, ¿Cómo lo hago? Quizás ya lo sabe y piense que soy un estúpido. En realidad, lo soy. Ella debe tener muchos amigos que ya le avisaron, o quizás ella ya preguntó.

Me tomo como un minuto decidiendo que le voy a preguntar.

Aun así, le hablo: —Rachel, ¿Llevas español conmigo?

Entrecierra los ojos mientras piensa. —Creo que sí, ¿Por qué?

Lamo mis labios. —Em, eh... tenemos una tarea. —Levanta sus cejas—. Se trata de hablar de un país que hable español.

Ella sonríe. —Vaya, el profesor López sí que usa su imaginación. —Toma otra papa frita—. De todas formas, gracias Tony.

Asiento. Volvemos a comer en silencio.

— ¿Puedo hacerte una última pregunta? —Levanto mis ojos y ella sigue—, ¿No te gusta hablar?

Niego.

Ella asiente.

Somos mimos. —Está bien. —Responde—. La verdad, no quiero hablar tampoco, solo quería asegurarme que eso es lo que quieres.

Le doy una mínima sonrisa y seguimos comiendo en silencio.

***

Mi mamá siempre habla de lo bueno que es el ejercicio. Tiene razón, es bueno. No hay duda. He visto miles de programas en donde grandes personas pierden peso y comienzan a decir que su corazón late más rápido, que ya no se sienten cansados todo el tiempo, que siempre tienen energía y todo eso.

Lo entiendo pero cuando eres un chico flaco, ¿Para qué lo necesitas? Mamá quiere verme como un chico con músculos, con una esposa y con dinero. Siempre lo ha dicho. "Un hombre de negocios" quiere que estudie algo relacionado con el dinero. Quiere que vaya al baile este año.

Yo también quiero. Quiero poder ir con una chica y hablarle sin titubear como un idiota, quiero poder divertirme.

Quiero dejar de ser tan... Tony.

Las pesas de mi papá han estado guardadas por un tiempo, tomo una que pesa diez libras y comienzo a intentar hacer ejercicio. Cuando llego a veinte, mi brazo duele. Cuando llego a treinta, me duele y toda la espalda me arde. La dejo caer y golpeo la pared.

Soy un debilucho. Puedo ser utilizado como palillo para sacar comida de los dientes de alguien.

Papá tiene razón. Soy un fracaso.

Mamá, papá y yo comíamos fideos con carne. Papá me mira y pregunta: — ¿Cómo te fue en tu primera semana de escuela nueva?

Puedo decir: Como siempre, nadie me nota.

Pero digo: —Bien.

Mamá me sonríe. — ¿Algunos amigos nuevos?

Pienso en Rachel, ella no es mi amiga. Solo comemos en silencio. Luego, pienso en Terry. Es un perro. —Sí, creo que sí.

Rachel, Tony & TerryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora