#10 Y otra vez

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Capítulo 10: Y otra vez

Respira hondo.

Da otro paso.

Suelta el aire.

Cuadra los hombros y mantén la cabeza alta.

Da otro paso.

Repito las instrucciones mentalmente en mi cabeza una y otra vez mientras me acerco a la casa de Nate. En mi cabeza las palabras suenan con la voz firme y potente de mi tía Florence, pero cuando las repito en voz alta apenas se escucha un murmullo. Bajo la mano al bolsillo de mi sudadera y subo el volúmen de la música, cuanto más alto este mejor, menos escucho mis pensamientos y a mi misma.

Miro la dirección en el telefóno y me paro en cuanto veo la casa de Nate. La casa es de aspecto Victoriano y muy elegante, de tamaño normal, ni muy grande ni muy pequeña como todas las de la calle. Tiene un arreglado jardín delantero con un camino de entrada, en la puerta del garaje se ve el coche de Nate aparcado y al lado una pequeña cancha de baloncesto con una canasta.

Camino por el camino de entrada pensando en que decirle en cuento le vea. Pico al timbre y me quito los auriculares, esto me permite escuchar una especie de chillidos procedentes de la casa que me ponen la piel de gallina ¿Qué es ese ruido?

Pego la oreja a la puerta tratando de escuchar mejor pero en ese momento se abre y para evitar caerme hacia delante me agarro a la persona que tengo delante... que es Nate, menos mal, si hubiera sido su padre o madre esto sería muy incómodo. Más de lo que ya es.

-¿Tienes algún problema con mis abdominales?

Antes había cerrado mis ojos por miedo a estamparme contra el suelo, loa abro y contemplo un primer plano de su camiseta, arrugada en la zona de la cintura por mis brazos rodeándolo. Siento como el calor sube a mis mejillas y levanto la cabeza, apoyada en su plana barriga, para mirar a un Nate con el ceño fruncido.

-¡No! -me apresuro a decir-. Estan perfectos... Es decir que no están mal¡No! Que no hay ningún problema... ¡Agg!

Bofetada mental.

Suelto un gruñido de frustración y suelto a Nate. A veces me pregunto si mi cerebro y mi boca están conectados y sí lo están porqué solo digo idioteces.

-Esta bien saberlo. -por un momento se ríe pero luego vuelve a ponerse serio-. ¿Qué haces aqui?

-Vine para hablar. -empiezo a hablar, mejor decirlo de una vez y acabar ya con ello-. Nate, yo...

Un chillido nos interrumpe y llama la atención de Nate.

-Mira ahora no puedo hablar, estoy ocupado.

-¿Qué es eso? Suena como si estuvieras torturando a alguien. -digo extrañada, otro chillido suena.

Nate entra dentro de la casa, no puedo evitar seguirle, alguien o algo esta chillando ahí dentro como si le fuera la vida en ello.

-¡No, Eli, quedate en la puerta! -Nate trata de agarrarme el brazo pero ya llegué al salon.

-¿Qué diablos...? -murmuro mirando la habitación.

Parece como si un campo de batalla hubiera arrasado la sala de estar. Hay manchas de chocolate esparcidas por el suelo, los cojines están colocados en el centro de la sala, las sillas y mesas están situadas de forma que las mantas que se han colocado a modo de techo y paredes de un fuerte no se caigan. Las cortinas están medio cerradas y luces de colores destellean desde dentro del fuerte.

-Oh, dios, mío. -digo sorprendida.

-Lo se. -Nate se rasca nervioso el brazo-. Esto es un desastre.

The Miller boysDonde viven las historias. Descúbrelo ahora