2| No es un perro

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—Quinn —me llama entonces— trae el botiquín del baño.

No me lo tiene que repetir una segunda vez para que comprenda que no está jugando. Hago lo que me pide, abro los cajones que hay debajo del lavamanos y rebusco la cajita roja de primeros auxilios, la encuentro en el fondo y me vuelvo rápido a la sala.

Cuando vuelvo tan concentrados susurrando entre ellos que no notan mi presencia hasta que carraspeo, los ojos grises del chico observan a Rose sacar del botiquín una caja algodón y pasarlos sobre su herida, luego busca el agua oxigenada y unas gasas.

—No puedes irte así. Estás lastimado —Le insiste. —¿Hace cuanto no visitas a Sonia? La ultima vez que supe de ti estabas viviendo en un refugio.

Ni siquiera sabe que es lo que le ha pasado y aun así Rose ha decidido traerlo, a veces es muy buena. Demasiado. Hay días que temo que se le ocurra traer un vagabundo a la casa, aunque ahora echo con más atención...Si, ya lo ha hecho. Definitivamente ha metido al departamento a un vagabundo.

Uno bastante guapo, pero vagabundo a fin de cuentas.

Hay familias que recogen perros. ¿Nosotros? A inquilinos callejeros.

Su cara parece tensarse de dolor cuando el agua oxigenada que Rose tiene en los dedos roza sus pómulos.

—No puedo quedarme. —replica y mi ceja se enarca, claro que no va a quedarse. ¿Desde cuándo le damos asilo a vagabundos?

—Afuera hay tormenta, no voy a dejar que te pesques una neumonía.

—No quiero estorbarte. A esta ahora algún refugio debe estar abierto.

—Ni pensarlo, todos deben estar ocupados por la lluvia. Además, Sonia me cortaría la cabeza si supiera que te encontré y dejé que te fueras de nuevo.

Y al decir eso recién termina de caer la ficha que hace rato tendría que haberme caído. Es un chico de albergue, seguramente uno con los que Rose y Sonia tratan a diario siendo asistentes.

—No soy un niño.

—Lo sé, pero Sonia sigue siendo la encargada de tu curatela hasta que encuentres asilo y empleo.

—Ya tengo un empleo.

Rose no le presta atención.

—Hoy ya es tarde y está lloviendo, puedes pasar la noche acá y mañana irte, llamaré a Sonia y ustedes arreglaran que hacer contigo luego. Mientras tanto, curemos tus heridas y te traeré algo de ropa limpia. Quinn, —Me mira de nuevo —¿Puedes mostrarle donde está el baño?

Su gesto se suaviza y aunque no me gusta ni un poco la idea, le obedezco. Ella se va al cuarto de lavandería en busca de algo que a Damian le sirva y espero a que él se levante para caminar hasta la última puerta del pasillo.

Nuestro departamento es pequeño, tiene dos habitaciones diminutas, un baño compartido, la sala de estar y el comedor son prácticamente el mismo sitio, también tenemos una cocina pequeña que solo la divide una pequeña isla para dos. Hay un cuarto de lavandería y lo único a destacar es un pequeño balcón en mi habitación. Así que no caminamos demasiado para llegar al baño.

Abro la puerta de madera y me hago a un lado para enseñarle la bañera.

—Te voy a dar una explicación rápida porque anda algo lenta —aviso, la ducha es vieja y cuesta un poco entenderla —La perilla izquierda es la de agua caliente, la derecha es fría, tuércelas al mismo tiempo y dale un golpe a la cañería si no funcionan. Lo que ves ahí —Señalo a la canastilla del muro —Son los shampoos, las cremas y los rastrillos por si quieres afeitarte.

Cuando nos convirtamos en estrellasWhere stories live. Discover now