31

4.2K 274 6
                                    

Esa última noche sola en mi cama, en la que dejará de ser mi casa dentro de poco no paro de dar vueltas. La ausencia de Peeta se hace más presente que nunca y pienso en cómo me he acostumbrado a tenerlo cerca, a su olor, al calor que siempre me proporciona. Para mi es muy complicado entender el por qué lo extraño tanto si he pasado prácticamente todo el día con él. Pero en los últimos meses se ha convertido en alguien muy importante y esencial en mi vida. Si hay un día en que no lo veo parece como si me faltara algo, no me siento completa. Es el único que me entiende y que me aguanta, sin él estaría perdida. Trato de imaginar la vida sin él, sin su compañía. En el Capitolio con Haymitch me volvería loca, creo que acabaríamos muy mal. Según dicen somos demasiado parecidos por lo que chocamos demasiado. No me gusta que me comparen con él, con alguien que ha terminado solo, enganchado al alcohol, que no quiere tener a nadie cerca ni nadie quiere acercarse a él, sé que en el fondo es buena persona, y puedo llegar a entender por qué terminó así, es más que comprensible pero me niego a pensar que yo podría haber acabado como él, me niego porque sé que sin Peeta habría sucedido eso o algo mucho peor.

Buttercup se sube a mi cama y me olisquea antes de tumbarse a mi lado. Lo primero que pienso es en echarlo, pero luego recuerdo que cuando vuelva ya no viviré aquí, así que le dejo quedarse, como despedida.

- Cuida mucho de ellas – susurro.

Al menos sé que durante mi ausencia tienen a Haymitch cerca, por si necesitan algo. No suele ser de gran ayuda pero me tranquiliza saber que no estarán solas. Aunque él no lo diga sé que estará pendiente de ellas al igual que mi madre y Prim de él.


Paso el día con Prim. Aprovechando esas últimas horas para estar juntas. Dejo que me peine y luego la peino yo a ella. Mi madre nos mira sonriendo desde la puerta pero respeta este momento entre nosotras quedándose al margen.

En la comida intento ser todo lo amable que puedo con mi madre y dejo que me arregle la trenza que me ha hecho Prim la cual está algo desecha tras haber estado corriendo con ella por el jardín.

Contemplo a mi madre a través del espejo, ella está tan concentrada peinándome que no se da cuenta. Y por primera vez admiro su valentía. Si yo por alejarme unas horas de Peeta ya me siento intranquila y vacía no quiero ni puedo imaginar cómo se debió de sentir ella tras la muerte de mi padre. Él era su mundo y le fue arrebatado. Aparto rápidamente la lágrima que se quería escapar, no quiero que me vea débil, pero no por los motivos de siempre. Ahora es para que se quede tranquila, que sepa que voy a estar bien en el Capitolio. No quiero que sufra por mi, ya ha sufrido demasiado.

Cuando vuelvo a levantar la vista ella me está mirando.

- Listo, estás preciosa – me dice.

Pero yo no respondo, sino que hago lo menos esperado que es lo que más necesito en este momento, la abrazo.

La abrazo y dejo que me abrace por mucho tiempo, para compensarle por todas las veces que no le dejé hacerlo.

Mi patito entra a la habitación y se une a nosotras. Pasamos largos minutos así, quietas, sin decir nada, hasta que el timbre suena.

Al abrir la puerta me encuentro con Effie y Peeta junto a un malhumorado y resacoso Haymitch, al cual han obligado a acompañarnos al tren. Saludo con un abrazo a los dos primeros y un leve movimiento de cabeza a Haymitch, todavía tengo muy presentes todas las frases que me soltó ayer cuando andaba ya algo borracho.

Me giro y veo las grandes lágrimas que caen por el rostro de Prim. Me abraza con fuerza y yo intento por todos los medios no llorar. Le sonrío a mi madre antes de que también me abrace. Luego Peeta se despide de ellas y emprendemos el camino a la estación.

No llevamos maletas ya que Effie nos ha asegurado que tenemos unos armarios llenos de ropa esperándonos en el Capitolio. Nos alojaremos en el centro de entrenamiento hasta que llegue nuestra familia. Lo único que llevo es mi sinsajo y el colgante que me dio Peeta, los llevo siempre conmigo.

Una vez en el tren, tras despedirnos de Haymitch y del padre de Peeta que estaba allí esperándonos, Effie parlotea a nuestro alrededor.

- ¿Podemos cenar pronto? Estamos algo cansados – le dice Peeta.

- Claro, no hay problema. Iré a pedir la comida.

- Gracias – le susurro a Peeta, la verdad es que no tengo fuerzas para aguantar ahora mismo a Effie, bastante vamos a sufrirla estas dos semanas.

Cenamos rápido y nos retiramos a nuestro cuarto, bueno, más bien al de Peeta. Pero ambos sabemos que necesitamos descansar por lo que sin que haga falta decir nada los dos nos dirigimos allí.

- Por la mañana habrá que levantarse pronto, antes que Effie, sabes que no le hace gracia que estemos en la misma cama, al menos hasta dentro de dos semanas – dice Peeta con una sonrisa.

- Si, recuerdo su charla durante la gira de la Victoria – le contesto riendo.

Effie estaba escandalizada por aquello y estuvo dos días mirándonos mal tras enterarse.

En los pasados juegos o fingió no darse cuenta o terminó por acostumbrarse porque no nos dijo nada, pero es mejor prevenir. Una Effie callada y enfadada es mucho peor que una Effie habladora y feliz.

En cuanto Peeta me abraza en la cama mis párpados comienzan a cerrarse. Noto como deja un beso en mi frente cuando estoy a punto de quedarme dormida. Y sin sueños ni pesadillas nos encaminamos al Capitolio.

Aliados, amigos, mentores, prometidosWhere stories live. Discover now