Mi amigo

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El camino se me hizo largo. Pero, ¿Por qué camino? ¿Cuál es mi motivo?
Avanzo y algo me molesta, es mi costado derecho. Está sangrando.
Ya no camino, ahora corro buscando ayuda.
No hay nadie solo hojas y árboles en pleno otoño.
La sangre cae como gotas de lluvia impactando en el suelo. Dejando un hilo rojo a mis espaldas.
Dejé de correr, ya me había agotado. No me quedaban fuerza. Me tumbé y apareció.
Una delgada figura, alta y blanca. No se le veía la cara, estaba tapada por una incandescente luz.
-¿Por qué caminas? -dijo compasivo.
-No sé -comenté sin saber una respuesta.
La blanca figura se alejó y el mismo escenario volvió a surgir.
Me toqué mi costado y no había sangre. Tampoco había personas cerca, igual que en el primer escenario.
Comencé a caminar de vuelta.
Todo era igual, los árboles y las hojas secas en el suelo. Y el mismo paisaje de otoño.
Me dije "si sigo caminando capaz que pase algo malo como la última vez".
Me quedé quieto.
Pasaron las horas y yo seguía igual, inerte en el suelo.
Pasaron los días y el hambre y el dolor se hacía presentes pero no quería avanzar.
Pasaron los meses y me caí.
Esperé para morir pero él volvió a aparecer.
-¿Por qué no caminas? -me preguntó.
-No sé -alcancé a decir.
Otra vez se brillante rostro se alejó entre los árboles y el mismo escenario otoñal reapareció.
Ahora no tenía hambre, ni dolor ni nada. Todo era nuevo.
Empecé a caminar y unos pasos adelante me detuve a pensar.
" No puedo quedarme quieto, puedo morir. Correr tampoco. ¿Qué puedo hacer?"
Caminar es lo único que me queda.
Seguí mi camino y me topé con arbustos con púas.
Los atravesé, uno por uno. Duelen, me hicieron sangrar las manos y los tobillos. Pero podía continuar.
En mi caminó aparecieron serpientes, yo les tengo miedo. Pero no podía quedarme parado.
Avancé entre ellas y una por una me fueron mordiendo. Duelen.
Mis ojos se cansaban. Mis piernas temblaban. Mis brazos no respondían.
Ya no caminaba, me arrastraba.
Alcancé un árbol y me apoyé en él.
El hombre de brillante rostro apareció de nuevo.
-¿Por qué no te detuviste? -preguntó.
-No sé.
Pero... El paisaje no volvió y tampoco él.
Yo seguía muriendo.
Me miró y se sentó a mi lado.
Aún cerca mío no distinguía su rostro.
-Caminaste.
-Si -contesté.
-No caminaste.
-Si -contesté.
-Caminaste.
-Si -volví a contestar.
-Pero ahora estás muriendo -dijo con su mirada frente.
-Si -contesté con dolor.
-No tiene sentido -comentó el hombre.
-¿Qué no lo tiene? -pregunté.
-Esta vida.
-Claro que la tiene -volteó a mirarme -Solo hay que seguir.
-¿Seguir qué? -preguntó tajante.
-Caminando -si mirada volvió al frente.
-Pero no puedo. Ya estoy muerto. Y pronto lo estarás vos también.
-Claro que lo estaré. Pero el camino sigue aunque mueras. Ni la vida ni la muerte detiene nuestro paso. Somos inmortales en nuestro camino.
Giró su cabeza y me miró, su brillo comenzaba a perderse. Ahora veía su rostro. Era blanco y de ojos amables. De cabellos oscuros y labios rosados.
-Creo que te esperan -comenté.
-Si, lo hacen. Gracias -se levantó y comenzó a caminar.
Avanzó hasta encontrarse con una mujer. No alcancé a ver como era ella ni tampoco su rostro.
Y ambos desaparecieron.
Pasó media hora y faltaba poco para mi muerte.
Un minuto era lo que quedaba.
Pero volvió a aparecer.
-Hola -dije con con mucho trabajo.
-Hola -me devolvió el saludo.
Nos miraron. Nadie dijo nada. Y nadie hizo algo.
-¿Por qué volviste?
-Quería estar a tu lado.
-¿Por qué?
-Porque sos el único amigo que tengo.
-Entonces recuestate conmigo
El delgado hombre se acercó y se apoyó en el árbol.
-Voy a morir -dije.
-Lo sé. Yo también.
-¿No dijiste que estabas muerto?
-Si. Pero si puedo morir dos veces para estar con mi amigo, lo haré.
-Bueno.
En esa tarde de otoño cuando la brisa se llevaba las hojas y hacía danzar mas copas de los árboles.
En esa bella tarde de otoño yo...morí.
Pero no lo hice solo.

Un Viaje Entre Cuentos FantásticosWhere stories live. Discover now