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¡Buenas de nuevo! Antes de iniciar quiero disculparme por la tardanza, he tratado de ordenar un poco los capítulos que pienso subir.

Lo que si diré es que es un libro muy largo.

Un detalle antes de iniciar el capítulo:

» El adaptar el papel de Yuu será muy, muy difícil. En parte porque el personaje que representa originalmente es una mujer, y siento que si meto mano en intentar cambiar, la esencia de la historia se iría por el retrete. Por ende, que no les extrañe si le tratan como una fémina, háganse la idea de que fue criado como tal por 'x' razones de la época.

No será raro que use vestidos, ojo.

Sin más que decir, el capítulo de hoy
('• ω •') ♡

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Los hombres se tensaron al oír la suave voz. Guren cerró los ojos por un segundo, y se preguntó por qué se había levantado de la cama aquella mañana. El cielo plomizo y el aire frío deberían haberlo convencido de que lo mejor era cubrirse la cabeza con la manta y dar el dia por perdido. Como no podía escapar de lo inevitable, volvió la cabeza poco a poco para mirar a su pequeño, que estaba observándolo desde la puera de la cocina. No tuvo más remedio que corregirse a sí mismo a regañadientes. Su Yūichirō ya no era pequeño, porque se las había ingeniado para convertirse en un hombre mientras estaba en el condenado convento francés en el que había sido educado.
Sí, su único hijo era un hombre de una belleza notable, y eso era algo que no dejaba de sorprenderlo. Aunque había sido un tipo atractivo en sus tiempos y su esposa, que había fallecido años atrás, había sido una doncella guapa, nada había hecho sospechar que llegarían a crear una... una obra de arte. Ésa era la única descripción posible para el joven muchacho que tenía ante sus ojos. Bañado por la luz de las velas, su belleza era luminosa. Su piel ligeramente bronceada resplandecía con un brillo perlado, y sus ojos verdes un tanto rasgados estaban enmarcados por unas espesas pestañas que le conferían un seductor aire de misterio. Tenía una nariz delicada y recta que contrastaba con su boca plena y carnosa que parecía ideada para llamar la atención de las personas, principalmente de los hombres.

En aquel momento, su rostro aún parecía somnoliento, sus densos cabellos color azabache estaban revueltos por completo, y llevaba una bata un poco raída que cubría su cuerpo esbelto de pies a cabeza. Lo normal sería que pareciera un niño desaliñado, pero lo cierto era que estaba tan radiante y bello como un ángel. Le había roto el corazón tener que mandarlo lejos a los doce años, pero su difunta esposa deseaba que estudiara en el mismo concento dinde ella había estado. Separarse de Yūichirō le había supuesto un sacrificio insoportable, aunque no podía negar que en el fondo había sentido cierto alivio al alejarlo de allí.
Ya en aquella época su belleza empezaba a despuntar, y él había sido más que consciente de que los nobles de la zona no tardarían en volver sus miradas lujuriosas hacía él. La cercanía de un bocado tan delicioso habría sido sido una tentación irresistible para ellos, y sin duda habría intentado seducirlo a toda costa. Sí, lo mejor había sido que estuviera fuera del alcance de los peligros del mundo, pero, tras su regreso, las viejas preocupaciones habían dado paso a otras nuevas. A pesar de que Yūichirō había adquirido la madura sofisticación que le permitía saber eludir una seducción, carecía de la dote y de los contactos necesarios para que un caballero se planteara darle un puesto permanente en su vida; además, aquella nueva elegancia que lo caracterizaba impedía que encajara entre los granjeros y los comerciantes. No alcanzaba a encontrar su sitio en la comunidad, y no tenía ni madre ni hermanos que pudieran hacerle compañía. Guren soltó un profundo suspiro, y alargó la mano hacía él.

- Bueno, supongo que era inevitable que todo este jaleo te despertara, mocoso. Anda, ven.
Yūichirō se acercó a él, y frunció el ceño al verlo bien.
- Estás herido.
- Sí, ésa parece ser la opinión general. Shinya, sírveme un brandy y ve a ocuparte de mi caballo.
- Gracias a Dios. -murmuró el criado. Se apresuró a sacar una botella de licor y un vaso del armario, y se volvió hacía la puerta en cuanto los dejó sobre la mesa.
- Shinya -le dijo Guren con voz suave.
- ¿Qué?
- Asegúrate de que no quede ningún rastro del trabajo de esta noche. Seguro que en los próximos días habrá quien se interese por nuestra cuadra.
- Por supuesto. La dejaré tan limpia, que el magistrado no encontrará ni excremento de ratón.
- ¿El magistrado? -dijo Yūichirō, cuando Shinya salió de la cocina y cerró la puerta.
- Me temo que es una historia larga y tediosa.
- De hecho, sospecho que será maravillosa.
- Puede, pero por el momento preferirías que fueras a por hilo y aguja para coser a tu pobre padre -Guren se aferró con fuerza a la silla cuando lo asaltó una nueva oleada de dolor, y finalmente añadió-: A menos que quieras quedarte ahí sin hacer nada mientras me desangro, claro.
Yūichirō lo observó en silencio durante unos segundos, y asintió al ver la tensión de su rostro y el sudor que le cubría la piel.
- De acuerdo, padre.
Guren se sintió aliviado al ver que salía de la habitación y que volvía poco después con hilo y aguja. Su hijo nunca había sido una persona aprensiva; de hecho, siempre había tenido más empuje y más agallas que los muchachos de la zona. Era capaz de subir a cualquier árbol, de saltar de cualquier tejado, de atravesar a nado cualquier lago que se le pusiera por delante. Y también tenía la clase de aguda inteligencia que conducía de forma irremediable a algunas preguntas indiscretas.

Él lo arrancó de golpe de los divagaciones al verter una buena cantidad de brandy sobre la herida.
- ¡Dios mío! Es... una herida de bala.
Guren soltó un gruñido mientras el licor actuaba en la herida.
- ¿Qué sabes tú de heridas de bala?
Yūichirō se colocó tras su hombro, y empezó a coserlo con cuidado.
- Padre, quiero saber lo que ha pasado.
- Siempre has sido demasiado curioso. Los asuntos de un caballero no siempre son adecuados para los oídos de una "mujer".
- ¿Desde cuándo te muestras tan considerado con mi "sensibilidad femenina"? De niño crecí rodeado de marineros borrachos que me contaban historias que habrían ruborizado al sinvergüenza más descarado, y tú me enseñaste a cabalgar y a disparar.

Guren tuvo que admitir que aquello era cierto. Siempre había estado rodeado de tipos curtidos que se andaban con contemplaciones, y en demasiadas ocasiones había tratado a su hijo como si fuera un pilluelo, en vez de "una joven bien educada" como lo hubiera querido su difunta esposa. Se había sentido mucho más cómodo tratándolo como el hijo que era, porque no había tenido ni idea de como criar a una hija; al din y al cabo, eran extrañas y misteriosas criaturas que ningún hombre podría llegar a comprender jamás.

- Pero ya has dejado de ser un niño, cariño -murmuró, con cierto pesar-. Es algo que ni siquiera tu pobre padre puede seguir negando. Te has convertido en una belleza que debería estar en elegantes salones, y no viviendo entre marineros en una casa ruinosa.
A pesar de que su hijo siguió cosiéndole la herida como si nada, Guren notó que se tensaba un poco, como si sus palabras lo hubieran afectado de verdad.
- Supongo que es una idea preciosa, pero como mis invitaciones para acudir a esos elegantes salones parecen perderse por el camino, seguiré siendo lo que soy: una Cenicienta olvidada.
- ¿Una Cenicienta?
- Sí, es la protagonista de un cuento francés que trata de una tontorrona que sueña con vestidos bonitos y con un apuesto príncipe.
Guren inhaló entre dientes mientras la aguja le penetraba la piel.
- ¿Por qué es una tontorrona por soñar con esas cosas?
Tras un instante en silencio, Yūichirō suspiró y le dijo:
- Porque se trata de un sueño imposible, y soy lo bastante sensato como para no perder el tiempo anhelando lo que no puedo tener.
Esa vez, Guren sintió que la aguja le había dado de lleno en el corazón, y se volvió a mirar a su hijo.
- Yūichirō...
- No, Guren. No importa, de verdad -con una sonrisa que no se reflejó en sus ojos claros, añadió-: Anda, deja de intentar distraerme y cuéntame lo que ha pasado.

Guren se volvió de nuevo hacía el fuego. Maldición, había sido un necio al creer que podría mantener su ocupación en secreto delante de las narices de sula hijo. Él ya no era un crío al que podía distraer con facilidad, sino un muchacho dispuesto a hacer lo que fuera con tal de conseguir lo que se proponía. Con un suspiro de añoranza, pensó en lo mucho que se parecía a su madre.
- Supongo que vas a darme la lata hasta que te cuente la sórdida verdad, ¿no?
- Yo nunca me rebajaría a «dar la lata», pero me gustaría recordarte que estoy realizando una delicada intervención quirúrgica, y no me gustaría cometer un error.
- Por el amor a Dios, no puedes amenazar a tu propio padre. Es una indecencia -Guren dio un respingo cuando él dio un ligero tirón con el hilo-. Maldición.
- ¿Vas a contármelo?

Esperó hasta que cortó el hilo y le vendó la herida con eficiencia y calma, y entonces claudicó a regañadientes. ¿Qué otra cosa podía hacer?, no iba a darse por satisfecto hasta que le hubiera sacado hasta el último sórdido detalle.
- De acuerdo, te lo contaré, pero esta noche no. Estoy cansado, y necesito un baño caliente y una buena cama. Hablaremos por la mañana.
Él se coloco delante de Yūichirō, y lo miró con expresión seria.
- ¿Me das tu palabra?, ¿me contarás la verdad?
- Sí, te doy mi palabra.

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Me estoy muriendo, escribir en móvil es un castigo.
Al terminar el primer capítulo, empieza la verdadera acción. Por otro lado, estas son partes que no puedo excluir.

Lamento la faltas de ortografía que pudiera tener, casi no puedo ver bien ggg.

PD: Guren, best daddy evah.

Alphiara.

Cautivo del amorWhere stories live. Discover now