🔆Capítulo I🔆

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Gota a gota iba cayendo el café en mi vaso mientras me desperezaba con un sonoro bostezo

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Gota a gota iba cayendo el café en mi vaso mientras me desperezaba con un sonoro bostezo. Estaba pensando en el sueño de aquella noche, lo que era raro porque normalmente no me acordaba. Había soñado con un pájaro blanco y una luz, pero no conseguía recordar nada más. Mientras miraba en la nevera, que estaba más vacía que llena, me rascaba la cabeza y recordaba que tenía que llamar a mi madre por su cumpleaños, que había sido ayer pero no me había acordado de llamarla antes.

—Bah, no hay nada para desayunar, tendré que ir a comprar  — dije a la nada aún con la voz dormida.

Me senté en la silla de la cocina, mi piso no era demasiado grande tampoco es que me quejara de ello. Me daba lo justo para vivir en el trabajando las horas libres que me dejaban mis estudios. Tenía una habitación, un baño, un salón y la cocina. Desde que había cumplido la mayoría de edad había deseado independizarme y ese año lo había logrado. Suspiré con fuerza llevándome la taza a los labios, si esta era la vida que yo quería.

Después de termina el café me fuí al baño para asearme, cuando terminé me dirigí a mi habitación y me vestí. Unos pantalones vaqueros y una camiseta simple, solo buscaba la comodidad, no ir guapo. Siempre sería el último hombre en encontrar a una chica; así que me puse mis deportivas favoritas y me fui al baño a peinarme.

Yo, Michael tenía un abundante pelo negro, que tenía que ir a cortarme normalmente para conservar el peinado que quería. Además de tener unos ojos marrón chocolate y unos labios carnosos, lo peculiar de mi cuerpo era la marca del cuello en forma de estrella. Sí, una marca que tenía desde que nací.

Después de coger el dinero suficiente para comprar lo que necesitaba y las llaves, bajé a la calle. Recuerdo que era una mañana de principios de otoño muy cálida. El supermercado no estaba muy lejos de casa, una ventaja que tenía donde vivía. Cuando llegué cogí una cesta y me dispuse a buscar lo que quería: pan, huevos, fruta, agua... Lo básico para un soltero.

Mientras paseaba por los pasillos no me fijé por donde andaba y choqué contra una persona, una chica. La chica tenía el pelo castaño, pero la luz de los flexos hacía que pareciera rubio, también unos ojos marrones brillaban en su cara detrás de unas gafas y una piel blanca como la porcelana. Era muy guapa. pero me dije a mi mismo que una chica como aquella nunca estaría conmigo.

—Eeeesss.... tooo.... lo siento —conseguí decirle algo para disculparme.

La chica me miró y me sonrió dando a entender que no había pasado nada.

Volví a mis cosas y seguí comprando.

Cuando volví a casa, coloqué lo que había comprado en su sitio y miré el móvil que siempre tenía en silencio, en la pantalla aparecieron 5 llamadas perdidas de mi madre.

—¡Qué mujer más pesada! Ahora te llamo — resoplando le di a contestar la llamada y espere a que me contestara.

—Hola, mamá ¿Qué quieres?

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