¿De quien es este niño? EDITADO

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En el pesebre, el frío repentino despertó al bebé, ya que la manta no era lo suficiente gruesa para protegerlo el viento, y comenzó a llorar, un lastimero gemido que hacia eco en el amargo aire de esa Nochebuena.

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Incluso después, siempre se preguntaría que lo llevo a aparecerse desde el Callejón Diagon a este particular lugar, a una cuadra o dos de San Pablo, en vez del lugar más común cerca del puente de Londres. Estaba oscuro y frío y Severus Snape, recientemente certificado Maestro de Pociones, estaba agotado de preparar tantas pociones para su empleador, el tacaño boticario Amos Smithers. Smithers le había dado una lista de tres pies de largo e insistió que todas fueran preparadas antes de que Snape regresara a su hogar al sucio apartamento que arrendaba en Whitechapel.

Finalmente había terminado la última y ahora podía irse a su hogar y buscar su cama, fría y solitaria, como había sido desde que se había mudado a Londres hace meses, lejos del valle de Godric, lejos del conocimiento de que la mujer que amaba y había perdido estaba muerta, asesinada por un loco. No, era más que eso, Severus pensó sonriendo amargamente. Algo sobre una profecía que su hijo tenia que cumplir, que provocaría la caída del mago oscuro que se hacia llamar Voldemort, ella y su familia habían sido traicionados por su guardián secreto, pero después de enterarse de su muerte, Snape no se había molestado en seguir leyendo.

Vagamente recordaba que el niño, Harry lo había nombrado ella, de alguna manera había sobrevivido, y había sido llevado para vivir con sus familiares en alguna parte. Pero todo lo que sabia es que ella se había ido y su partida lo había dejado con un agujero en el corazón que jamás podría arreglar. Por que él la había amado, pese a su rechazo, él era un tonto. Su amor había sido un anhelo sin esperanza, para jamás ser cumplido, aun así no podía dejarlo ir. Lo que amaba, lo amaba para siempre.

Trago con fuerza y alejo las traicioneras lágrimas que trataron de sobrepasarlo. ¡Snape, eres un tonto! Ella te dejo por Potter y todavía te aferras. Ella jamás habría vuelto contigo. ¿Volver contigo para morirse de hambre y congelarse en un apartamento de una habitación como una mendiga cuando tenía a Potter y todo su oro y su gran mansión para vivir? Se burlo de sí mimo. Pero yo la ame primero. Susurro su corazón. Él pudo haberla ganado, pero fue mía primero. Y aún la amo.

Continúo caminando, saliendo del portal del Callejón Diagon hacia un callejón al lado de la catedral. Su túnica y capa negra, un requerimiento para aquellos que trabajan con pociones diariamente y arriesgan quemaduras y derrames de pociones en todas sus ropas, estaba envuelta en su delgada figura, y su cabello voló a sus ojos con el fuerte viento.

Esta malditamente frío aquí afuera esta noche, pensó mientras apuraba el paso, sus botas resonando en el pavimento. Considero lanzar un breve hechizo calentador, pero estaba cansando y no quería agotar su energía mágica. Pronto estaría cálido, su apartamento estaba a diez cuadras de aquí.

Miro al cielo y vio una estrella brillando con fuerza en el congelado aire. Por un instante perdió su aire cínico y cansado, y se vio como lo que era, un joven de veintiún años, que apenas se mantenía a flote. A lo lejos escucho sonar la campana de un reloj y se sobó los ojos dándose cuenta de algo. Es Navidad. Y estoy solo. Otra vez. Oh, Lily, te extraño tanto. Deseo que las cosas hubieran sido diferentes. Si solo tú hubieras sobrevivido. Entonces quizás...

Molesto, siguió caminando. Era mejor no seguir por ese camino. Era inútil desear cosas que no fueron. O cosas que jamás serán. Esta era su vida, la vida que escogió al dejar la escuela. Convertirse en Maestro de Pociones y un día tener su propio negocio, ese era un sueño que podría cumplir, uno que no estaba tan lejos de su alcance, si trabajaba duro y ahorraba mucho. A diferencia de esos otros, donde soñaba que Lily dejaba a Potter y venia a encontrarlo, disculpándose por haber sido tan cruel, por escuchar a sus amigos en vez de a su corazón.

Dejado en un pesebreWhere stories live. Discover now