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CAPITULO 7

NO fue hasta mediados de marzo cuando Lali empezó a sospechar que Peter se había enamorado de otra mujer. Ella ya sabía que ocurriría el mismo día en que el le propuso matrimonio; lo había esperado, lo había temido y por fin ocurría. Si no fuera por el bebé, por Santino Lanzani, pensaron llamarlo, Lali pensaba que podía haberse dejado morir de dolor.

Desde luego no era cruel con ella. Seguía comportándose con irreprochable cortesía, besándola cuando se iba al trabajo cada mañana y otra vez cuando volvía a casa por la noche. Seguía agradeciendo puntualmente todo lo que Lali hacía por él, acompañándola al médico, asegurándose de que la pequeña almohada que utilizaba para aliviar su constante dolor de espalda estuviera siempre a su alcance. Seguía siendo considerado y comprensivo, tan amable, que Lali tenía ganas de gritar.

Cada vez con mayor frecuencia, Peter se quedaba hasta tarde en la oficina; eso sí, siempre la llamaba por teléfono para avisarle que no iría a cenar.

Lali lo observó muchas veces, sentado al otro extremo del sofá, supuestamente absorto en el último número de Wall Street Journal o Variety, pero en realidad estaba a kilómetros de distancia. Pitt tenía esa mirada desenfocada, distante y triste en sus ojos y ella se daba cuenta.

Pensaba en ella. En la otra mujer. En la mujer que, por fin, logró encender la dormida capacidad de amor de Pitt.

En la primera semana de abril, Lali estaba segura de saber quién era la mujer. Por supuesto, hacía tiempo que tenía fuertes sospechas. Una tarde, sobre las siete, llamó a Peter a la oficina para pedirle que, de camino a casa, se detuviera en una farmacia para comprar aceite con vitamina E. Durante toda su breve conversación pudo oír la risa grave y, familiar de una mujer en su despacho.

Lali se preguntó con tristeza si, mientras hablaba con ella, Pitt habría estado haciendo cosquillas a la otra.

Después de eso, la mujer se volvió más osada. Un sábado por la mañana lo llamó a casa, al parecer asustada por una carta del departamento de impuestos.

—Acércate a mi oficina a eso... a eso de las once y media, Eu —dijo Pitt consultando su reloj—. Esa carta tiene que ser un error. El año pasado no ganaste tanto como para deber esa cantidad. A menos que me hayas mentido —añadió Peter con una risa íntima.

Amable y con total normalidad, Pitt preguntó a su mujer si quería acompañarlo; la dejaría en casa de Rochi a la ida y la recogería a la vuelta.

''Sabía que le diría que no'', pensó Lali furiosa. A sólo unas semanas de salir de cuentas, no iba a ningún sitio que no fuera absolutamente necesario, y él lo sabía. Cuando ella repitió su negativa, Pitt la besó en la mejilla, le avisó que no volvería a cenar y corrió a reunirse con su amante. Con Euge Suarez.

Lali estaba tan furiosa que no dudó en juzgar a una mujer que apenas conocía. Ni tampoco se paró a recordar que Pitt tenía pensado ir a la oficina antes de que Euge llamara, porque desde finales de febrero trabajaba la mayoría de los sábados, situación que duraría hasta el quince de abril, fecha límite para cumplir con la Hacienda Pública. Era la época en que más trabajaba de todo el año. Pero Lali no pensó en eso.

Estaba demasiado ocupada, pensando en cuánto le gustaría patear el bonito trasero de Euge en mitad de Hollywood Boulevard a la hora punta, después de haber llevado a Pitt ante los tribunales de divorcio y haberle sacado hasta el último centavo. Además se aseguraría de que le concedieran muy pocas visitas a su hijo, pensó llena de resentimiento, acariciándose el vientre. ¡Eso sí lo sentiría!

¡Cómo deseaba decirle todo eso, con calculada frialdad, para ver la expresión de su rostro! Pero Lali sabía que aquello no ocurriría precisamente porque, con toda probabilidad, ella se echaría a llorar antes de haber terminado. Y no estaba dispuesta a darle la satisfacción de derrumbarse. Además, toda esa rabia quizá fuera perjudicial para el bebé.

"ENTRE AMIGOS" TERMINADODonde viven las historias. Descúbrelo ahora