Capítulo V

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El día de la boda era una mañana de verano, el viento estaba dulce y había felicidad en el aire. Elizabeth y Newman se casaron en Newcastle, en la antigua casa del fallecido Señor Williams. Habían pocos invitados en la boda: solo los hijos y los esposos de las hermanas de Elizabeth y sus primas, las hijas del Señor Williams, y igualmente, sus hijas y sus esposos.

Ahora, finalmente, Newman y Elizabeth podrían formar su propia familia y vivir felices juntos para siempre, hasta que la muerte los separe. Pero la muerte llegaría muy, muy pronto.

–Te amo, preciosa Elizabeth. Eres mi rosa, mi rosa con espinas.– le dijo Newman después de la boda, cuando Elizabeth empezó a sentir mareos. Ella sólo sonrió. Él nunca creería que esas serían las últimas palabras que le diría a Elizabeth.

En efecto, esa rosa se la llevó ese viento de verano, sus pétalos flotaron en el aire dulce hasta llegar al amplio mar azúl, en donde el espíritu de Elizabeth se despidió del mundo y se convirtió en una estrella para brillar para siempre en lo frío de la noche.

Si, Elizabeth murió en la noche de su boda, en los brazos de Newman y desde entonces Newman se queda mirando hacia el vasto cielo en el atardecer de la playa hasta que sale Elizabeth, su estrella, en la noche oscura para embellecer a todo el cielo de Inglaterra con su dulzura y resplandor.

Newman nunca volvió a casarse. No había otra para él. Sólo Elizabeth, y nadie era como Elizabeth. Elizabeth lo tenía todo. Elizabeth tenía una perfección imperfecta.

"¿Porqué decidí ir al jardín de nuevo?" se preguntaba Newman un atardecer en su vacía casa. "Encontré la rosa que tanto buscaba y ella se inclinó hacia mi. Pense que se le cayeron las espinas y por eso no me lastime al tomarla, pero se murió en mis manos y sus espinas se clavaron en mi corazón, matándome por dentro."

Fin.

Perfección ImperfectaKde žijí příběhy. Začni objevovat