Capítulo 1

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Sacándole un gemido a mi acompañante, la empujé hacia lo profundo del molino, ocultándonos en la oscuridad. Ella soltó unas risitas mientras le besaba el cuello y acariciaba sus turgentes pechos.

Definitivamente de entre las dos hijas del molinero, Sonya era la de tetas más grandes y suaves.

- Oh... ¡Adam! - escuché su aguda voz amortiguada en mi hombro. - ¡Te amo!

Contuve un bufido sarcástico y metí las manos bajo su falda, deseando acabar rápido con el placer que acuciaba mi cuerpo. Sin embargo, no pude evitar preguntarle con socarronería:

- ¿Y qué amas de mi Sonya?

La penetré con fuerza mientras ella susurraba temblando de frenesí.

- Amo... tu cabello negro... y... y tus ojos como avena de centeno... y amo... amo... lo guapo que eres...

Soltando por lo bajo una risa burlona, la besé y mordí con fuerza su labio inferior, a punto de sacarle sangre. No podían culparme por buscarla solo por su cuerpo cuando ella amaba de mí lo mismo. Era justo como decía mi padre: las mujeres eran para el placer y la casa.

- ¿Adam?... ¿Estás aquí?

La voz dubitativa de Luna cayó como agua fría sobre mi cuerpo excitado. Me separé bruscamente de Sonya, tapándole la boca con fuerza mientras me anudaba el pantalón con premura.

- ¿Qué sucede? ¿Por qué paraste? No alcanzaste a llegar si quiera - se quejó mohína Sonya.

- Vete. Luego te busco - le susurré con un gruñido empujándola hacia la salida escondida por donde siempre me escapaba cuando su padre o algunos de sus hermanos venía a buscarla.

- ¿Pero por qué...

- ¿Adam?- volvió a llamarme Luna.

Sentí las uñas como garras de mi acompañante clavarse sobre mi brazo.

- ¿Es por ella? - escupió como ácido su rabia -. Otra vez nos interrumpe esa zorr...

Ira corrió por todo mi cuerpo, calentándome la cabeza y haciendo que viera a través de un filtro rojo. La agarré del brazo y la apreté hasta que se quejó del dolor.

- Jamás vuelvas a llamarla de esa manera. La única zorra aquí eres tú - la empujé provocando que cayera al suelo en medio de una nube de polvo y heno -. Ahora lárgate. No quiero volver a verte.

Escuché sus sollozos al fondo mientras salía a encontrarme con Luna.

Habían pasado diez años desde que nos habíamos encontrado con el gran Dragón del Este, el pirata más buscado por las fuerzas reales navales, y más temido por los barcos comerciantes. Los tres habíamos quedados marcados; el fuego del capitán Dragón nos había herido física y mentalmente. Derek, además de perder su ojo derecho y la mitad del mismo lado de su rostro, se había retraído y llevaba tan arraigado el rencor en su cuerpo como la cicatriz en su cara. Luna aún conservaba algo de su alegre personalidad, pero todo ello duraba el tiempo en que miraba el rostro de Derek, u observaba mi brazo; entonces era cuando el dolor nublaba sus bellos ojos azul y amarillo, oscureciéndose con culpabilidad. La relación de los tres, aunque seguía viva, se había enrarecido con los años. Lo único que seguía igual era mi amor por ella...

- Luna... ¿Qué sucede, cariño? - cuestioné saliendo de la oscuridad a su encuentro con una sonrisa.

Ella me agarró las muñecas. Luz nocturna entraba por entre las puertas para iluminar sus hermosos rasgos arrugados de preocupación.

- No encuentro a Derek por ningún lado. Estoy muy preocupada por él. Lleva todo un día perdido - me dijo con lágrimas empezando a correrle por las mejillas -. No entiendo qué le ha pasado.

Amor y ObsesiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora