— ¿Qué?

— Norah, dile. — Dijo Alaric jugando con el mondadientes en la boca.

— Dejas la navaja, el fusil que llevas cargando y ese lindo abrigo que robamos para que tu cuerpo no sufriera de hipotermia.

—Pero...

— Tus guantes, el calzado y el ánfora de agua.
— Estas demente. — Bramó frente mi rostro. — No voy a dejar nada, ¡Son mis cosas! — Grito. Esta vez di un respiro y conteste con tranquilidad.
— No son tus cosas, Luka. Alaric y yo las robamos para todos. Si te vas, te vas sin nada. Las puertas están abiertas para ti, Luka, eres perfectamente libre de ser e ir a donde te plazca.

— Aunque por mi opinión es bastante importuno irse así como así y más sola. — Dijo Kurt

— No te metas en esto, Nazi.

La sangre me hervía, le di un empujón y ella dio pasos hacia atrás

— Lo hace porque puede, estúpida.

Luka giro a mirarlo en el instante que se paraba detrás de mí.

— Es bastante irreverente y malagradecido de tu parte irte de un lugar donde tienes protección, techo y comida a cambio de nada, por la simple razón de no querer que yo esté aquí. ¿Pero te digo algo, mujer? Es más fácil que tú te vayas de esta resistencia porque yo de aquí no me moveré, no mientras ella y este hombre estén aquí. — Kurt posó sus manos en mis hombros. — Así que sí. Eres libre de irte, pero bajo las condiciones que ya te han dado.

Lo mire por encima de mi brazo y sonreía con cinismo.

— ¿Que dices?

La resignación y fastidio de Luka se notaba en la cara, ella dio media vuelta hasta reunirse con los demás. Kurt soltó mis hombros y camino por enfrente de mí.

— ¿Alguien si quiere irse? — Pregunto embozando una sonrisa. Nadie dijo nada, el dio un aplauso y dijo; — Bien pensado.

— ¿Que haremos ahora Kurt? — Pregunto Alaric.

Alaric suspiro mientras tomaba agua con desesperación. — Tenemos que irnos de aquí, los alemanes están cerca.

— Bien.

— ¿Hacia dónde planeaban ir?

—Varsovia — Conteste.

Kurt rizo en ceño y nos miró a ambos atónitos. — ¿Se volvieron locos?

— ¿Por qué?

— Varsovia está destruido, no hay nada ahí. Todo está deshecho y aún está invadida.

Justamente lo que no quería escuchar, me sentí mareada y me falto el aire unos segundos. — ¿A dónde iremos ahora? — Chille quebrada. El tomo mi mano

—Tenemos que ir a un lugar marítimo. Donde podamos ir de polizontes en un barco y llegar a América.

Solté su mano de pronto y di un paso atrás. — ¿Qué? No. — Conteste con miedo. — Yo no me quiero ir, este es mi país.

—Norah, entiéndelo el país aún está en guerra, no sabemos cuándo va a terminar, no podemos quedarnos. Estas siendo buscada por ser judía y yo por ser un Traidor.

—Quiero ir a Varsovia, quiero ir a ver como ha quedado mi casa.

—No te tortures más, Norah. Tú casa está hecho pedazos. No ha quedado nada de él.

Quería volver a mi hogar, que saber lo que había quedado de aquella humilde casa en la solía vivir. Era verdad me estaba torturando pero aun así quería llegar a Varsovia, estaba cansada se imaginarme lo terrible que quedo de mi casa. Creí que con el paso del tiempo dejaría de extrañar a mi madre, algo obviamente falso en ese momento más que nada necesitaba una abrazo suyo. Asentí sin ganas y camine hasta la cocina tome un cuchillo y por primera vez en mucho tiempo comencé a pelar papas.

Irenka apareció de lado mío, embozándome una sonrisa como si fuera una chiquilla de siete años. — Te ayudare. — Dijo tomando un segundo cuchillo.

Me estaba guardando muy profundo las ganas de volver a llorar descontroladamente y resulta que pelando las papas me distraía de eso. No quería ir a América, eso ya estaba decidido, creía que ni siquiera podría aprender su idioma y sus costumbres mucho menos, por mi cabeza ya pasaban todas esas cosas perturbantes de vivir en otro país.

— ¿Así que él es tu novio? —Pregunto. Yo miraba la patata en mi mano, detuve el cuchillo y gire a mirarla con la frente retorcida.

— ¿Mi qué? — Respondí tartamuda.

— El nuevo. — Dijo señalando discretamente con la cabeza. — ¿Es tu novio?

—N...no...No...Lo sé...No lo sé. — pregunte nerviosa algo desagradable revoloteaba en mi estómago. Y en verdad no lo sabía ni siquiera podía imaginarme en esos momentos la descripción de la palabra "novio"... ¿Que éramos? Me pregunte, solo podía responderme que él era mi vida.

Irenka le hecho una mirada pícara y se sonrojo, apreté el mango del cuchillo con rabia pasajera e hice sonar la mesa ella giro al notar el golpe y me miro.

— ¿Porqué, te gusta? — Pregunte rogando que no me contestará.

—A decir verdad es un muchacho bastante apuesto.

Lo dijo, y mis entrañas explotaron por dentro, estaba apuntó de lanzarme hacia ella y romperle el cuello, no lo hice notar y disimuladamente respire hondo.

— Pero no, no me gusta y debo decir también que es un sujeto bastante intimidante.

—Ah... —Exclame aliviada.

—Es por eso que preguntaba, si fuese tu novio sería algo genial ya que ambos...sin ofender. —Aclaro— Tienen el mismo nivel de intimidación.

Suspire y emboce una media sonrisa.

De hecho, Kurt Kretschmann era realmente intimidante, egocentrista y solía tener Aires de grandeza y superioridad, era un poco cínico pero era un sujeto bueno.

— Quizá. —Conteste.

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La Sombra Del Holocausto.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora