Epílogo

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24 de diciembre

La noche se dibujaba alegre, llena de risas, villancicos y celebración.

En la enorme mansión de Matt y Cristina, la música sonaba suavemente en el aparato de sonido, mientras que Francisco hojeaba el periódico, y Maura y Cristina ponían la mesa para la cena.

Ahora que las cosas habían regresado a su orden natural, todo iba mejor que nunca.

La feliz pareja se había quedado en la cabaña una semana más disfrutando de su amor en privado antes de regresar a la ciudad. Sus padres los habían recibido con alegría al saber que se habían reconciliado y que las cosas irían mejor.

—Bueno, ya está —dijo Maura con una sonrisa una vez terminaron de poner los cubiertos para la cena de Nochebuena—. Voy a la cocina a ver si ya está todo listo.

Cristina sonrió y caminó hacia donde estaba su padre sentado.

—¿Por qué no llega Matt? Me estoy poniendo impaciente —dijo Francisco al mirar la hora.

—Tuvo que ir a ver al médico que nos está asesorando con los exámenes para la adopción —dijo ella—. Lo telefoneó temprano y le dijo que quería hablar con él lo más pronto posible.

Aunque Cristina se había sentido un poco nerviosa por la urgencia del médico para hablar con su esposo, se convenció de que pasara lo que pasara, si estaba junto a Matt y su amor permanecía fuerte, lograrían vencer cualquier dificultad.

En cuanto regresaron, habían conversado con un abogado que los estaba guiando en el proceso necesario para adoptar un bebé.

De hecho, se habían documentado muy bien acerca de la adopción. Fueron plenamente conscientes de la cantidad de niños en el mundo que son injustamente rechazados por sus padres biológicos y que desean un hogar. Cristina y Matt se sintieron felices de poder brindar amor y protección a un pequeño.

Estaban maravillados, ilusionados con la idea de ser padres. El abogado les había asegurado que, si seguían el proceso de manera correcta, en unos pocos meses tendrían a su hijo en brazos.

Dentro de los requerimientos del trámite, estaba la exigencia de practicarse exámenes que probara las buenas condiciones físicas y mentales de los padres adoptantes. La semana anterior, tanto Matt como Cristina se habían practicado los análisis necesarios que, una vez listos, fueron enviados al médico de cabecera de la familia.

Esa mañana, el médico había telefoneado a Matt y le había pedido que fuera a verlo pronto. Ni Cristina ni su esposo querían esperar más de lo necesario, así que Matt había ido a hablar con el hombre.

—Creo que se tarda demasiado —dijo Francisco.

Cristina ya había pensado en eso, pero no quería mantener aquel pensamiento en su mente, no quería que nada la preocupara en aquella fecha, pues se cumplían exactamente seis años del inicio de su relación con Matt.

Enseguida, los pasos provenientes del vestíbulo les señalaron que Matt acababa de llegar.

En cuanto Cristina lo miró, notó en él una mirada misteriosa, aunque no preocupada ni inquieta. Era más bien como si trajera una sorpresa.

Después de los habituales saludos, le pidió a su esposa que lo acompañara un momento a la biblioteca, antes de que la cena se sirviera.

—¿Pasa algo malo? —preguntó la joven después de que entraron en el lugar.

Matt la tomó de las manos, besó el dorso de cada una, y le sonrió.

—Nada malo, mi amor. Solo quería darte esto —le dijo señalando un enorme ramo de rosas sobre una de las mesillas.

Volverás a Amarme en NavidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora