Capítulo VIII

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-¿Una fantasía? -le pregunté.
Se estaba poniendo colorada, mucho.
-Da igual, déjalo.
-No, dímela.
-No, Ana, de verdad. En otro momento.
No quería forzarla así que preferí dejarlo pasar, ya me lo contaría cuando estuviera realmente preparada así que decidí cambiar de tema.
-¿Cuándo es el baile?
-Es mañana por la noche.
-Silvia... ¿Cuándo vuelves a Barcelona?
-Ana, por favor, ahora no -dijo resignada.
-Es solo una duda.
-¿Una duda? Deja de pensar en eso, aún nos quedan días juntas.
-Pero es que, entiéndelo, no puedo dejar de pensar en ello así por así.
Se sentó en la cama y yo la imité sentando frente a ella con las piernas cruzadas.
-Ana, te prometo que cuando llegue a casa hablaré con Andreu.
Mire hacia un lado, poco convencida. Mejor dicho, nada convencida.
-No me mientas -dije casi en un susurro.
-No. No me des por mentirosa.
La mire a los ojos fijamente intentando calar en los más hondo de ella.
-Silvia, ambas sabemos que eso es mentira. Cuando llegues a Barcelona él te estará esperando en la estación junto a tu hija. Ambos, juntos, cogidos de la mano y tú te darás cuenta que yo solo soy una persona a la quieres, vale, eso no te lo voy a negar pero al fin y al cabo soy una aventura, soy la otra.
Me levanté de mi cama poniendo una bata y encaminándome a la cocina. Llegué y me serví un café. Mis lágrimas caían por mucho que las intentara detener.
Escuche los pasos de Silvia y me dispuse a secarme las lágrimas cuando ella, por detrás, sujeto mi brazo y me giró quedando frente a frente.
-Nos enamoramos de las personas cuando vemos su vulnerabilidad.
Mis lágrimas caían y caían sin cesar, no las podía controlar. ¿Por qué ella? ¿Por qué una mujer casada?
Limpio mi llanto y beso mis mejillas para, acto seguido, abrazarme.
-Silvia.
-Dime.
-No me sueltes -le dijo aferrándome más a ella.
Ella correspondió al abrazo aún más fuerte.

Me despertaba poco a poco y al girarme vi que no estaba en la cama. Me levanté y me encamine al salón y ahí la vi, estaba en la cocina. Me apoye contra la puerta y la observe. Cocinaba.
Me acerqué poco a poco y la abracé por detrás.
-Buenas -le dije dándole un beso en el cuello.
-Buenos días, nena.
-¿Qué haces? Huele muy bien.
-Tortitas.
-Mmm... que rico.
Sirvió la última tortita en un plato.
-¡Listo!
Se giró y me dio uno de los platos. Miré el plato, la miré a ella y le di un beso para más tarde coger el plato.

Estábamos acurrucadas en el sofá, haciéndonos mimos mutuamente.
-¿Qué te apetece hacer hoy? -me preguntó.
-Nada. Quiero quedarme en casa.
-¿En casa?
-Sí, quiero que veamos una película mala y que pidamos pizza para almorzar. Quiero que veamos capítulos de alguna serie, leernos algún libro, quiero hacerte el amor, quiero besarte en cada rincón de mi piso y por la tarde quiero que nos preparemos para ir a esa fiesta. Y cuando volvamos quiero volver a hacerte el amor durante toda la noche hasta mañana por la mañana.
Me miró y sonrió, acarició mi pelo y depositó un beso.
-Y bien... ¿qué película me propones?

Eran las dos de la tarde y ya empezábamos a tener hambre.
-¿Pedimos ya la pizza? -me dijo.
-Vale.
-Yo llamo.
Alargó su brazo su brazo y cogió su móvil que estaba en la mesa ratona.
Vi que no llamaba así que giré mi cabeza unos centímetros y vi un chat abierto.
Ponía 'Andreu'.

La soledad (sin ti) [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora