Capítulo 3 (segunda parte)

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—¿Dónde te habías metido, Brid? —le preguntó Annie al salir del cuarto de baño.

Con un dedo, Bridget señaló hacia arriba.

—Discúlpame. Debí avisar que no vendría. Me sentía un poco rara, como si me fuera a enfermar. 

—Ahora me concedes la razón —Annie alzó una ceja, altiva.

—Sí —Bridget suspiró—. Nadar no fue tan buena idea después de todo. 

Lo dijo por no discutir con Annie, quien siempre tenía el mismo criterio con respecto a esas escapadas impulsivas y prefería perderse la diversión si mediaba un riesgo o se rompía una regla. “No hay tiempo suficiente, Brid, llegarás tarde. Además, el clima está cambiando, te enfermarás”, le había dicho. Primera y única vez que se cumplía su predicción y ya se creía infalible. 

—¿De qué trató la clase? —preguntó mientras se sentaba en un sillón.

—Ética. El controvertido caso de los mortos.

Annie fue a abrir el guardarropa. Se plantó con las manos en la cintura, sopesando a ojo sus opciones.  

—¿Esos que atacaron a los colonos de Ashai? —preguntó Bridget. 

—Esos son los moriwhs. Los mortos son los que rescatamos porque su planeta iba a ser arrasado por el choque de un planetoide.  

—Los que vivieron un tiempo en Eloah.

—Y luego los expulsamos, de tantos problemas que causaron.

—¿Qué con ellos?

—Discutimos sobre la moral entre quedarse al margen, por cumplir la ley, o quebrantarla por salvarlos. 

—Y con el agravante de que sabíamos lo violenta que es su especie.

—No lo pude haber dicho mejor.

—¿Y? 

—Nada. Básicamente fue una recreación del juicio que la Comunidad Galáctica interpuso contra Eloah cuando los ayudamos. El maestro citó la ley que dice que si una civilización no ha alcanzado por sí misma un nivel tecnológico que le permita viajar a otros mundos, no está lista para establecer “Contacto”, y nos dejó discutir. 

—Ajá —Bridget la instó a continuar. 

Annie llevó ante el espejo varios vestidos y comenzó a medírselos.

—Elisa Bandier dijo que era comprensible nuestro error, siendo la eloahna una civilización inmadura y primitiva, como la terrestre de hace unos cuarenta mil años. 

—Ay, no… —Bridget se sorprendió del atrevimiento de la humana para decir eso frente a media docena de eloahnas—. Me habría gustado verlo.

—No lo dudo. Paty le cerró la boca. 

—¿En serio? ¿Qué le dijo? 

—Que, por lo menos, la intrusión de Eloah en el desarrollo natural de la cultura de los mortos fue por un acto humanitario, en tanto que la interferencia humana en el de Eloah, por una estupidez de su parte. Si eran cuarenta mil años más avanzados, su fallo era cuarenta mil veces más deshonroso. 

—¡Diosa! —Bridget se soltó a reír.

—Ya te imaginarás. Elisa se puso de mil colores.

—Y no era para menos.

Pese a que la ley no permitía ninguna clase de interacción con civilizaciones en progreso, los humanos habían estrellado accidentalmente una nave en tierra eloahna mucho antes de que Eloah desarrollara el primer vehículo volador… ¡y frente a miles de testigos! 

Potenkiah, la piedra de la muerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora