Capítulo II

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Esa tarde Pedro tenía un mitin o no se qué movida en Vallecas, y durante el camino hacia allí no pudo dejar de desear que el destino le permitiese encontrarse a Pablo, ya que ese era su barrio, precisamente. El mitin fue como van todos los mítines, con aplausos, gritos, una señora que le tocó el culo...Lo normal.

Estaba a punto de meterse en su coche para ir a la sede del PSOE cuando un olor inconfundible le embriagó y se dio la vuelta. Su corazón dio un vuelco cuando vio a su amado, que en ese momento se estaba arremangando la camisa de cuadros del Alcampo. Pablo le vio a él también y después de zafarse del hombre que le estaba intentando atacar con un banderín de Nuevas Generaciones del PP, le dijo:

-Hombre, Pedro. ¿Qué haces tú por mi barrio?

-Acabo de hacer un mitin.

Pablo se acercó a él y le dio una palmada en la espalda. Él siempre tan campechano, tan de la calle, todo lo que él no podría ser nunca debido al hecho de que desde pequeño le habían entrenado en las academias más prestigiosas para ser el yerno perfecto.

-¿Ha ido bien?

-Si, perfecto.-No supo qué más decir, su presencia le dejaba sin palabras.

El vallecano hizo ademán de despedirse pero Pedro supo que no podía dejarle escapar tan fácilmente. Repasó en su mente todas las parrafadas comunistas no revisionistas que se había empollado durante los últimos meses, desde que su cabeza había estado ocupada por aquella coleta. Era el momento de impresionar a Pablo y hacer que le diese una oportunidad a su historia de amor.

-¡Plusvalía!-Gritó Pedro, desesperado por mantener la atención de Pablo.

Pablo le miró, confusión en su rostro proletario. Las mejillas de Pedro se tornaron de color rojo y apartó la mirada, deseando que se lo tragase la tierra. La primera oportunidad que tenía de estar a solas con él, y la cagaba.

-¿Y eso?

-Nada, que...-El moreno no tenía ni idea de como salvar la situación.-He estado informándome acerca de la problemática obrera. Me gustaría que intercambiásemos opiniones al respecto.

La última frase la dijo en voz baja y Pablo tuvo que inclinarse sobre él para escucharle bien. Pedro tuvo que ejercer todo el autocontrol del que fue capaz para no agarrar de la coleta al politólogo y besarle, por fin.

Pablo se enderezó y respondió:

-Si, bueno... La verdad es que tengo la agenda muy apretada, y me imagino que tu también...-Pablo evitó la mirada del candidato a la presidencia por el PSOE.-Quizás cuando termine la campaña, ¿vale?

Sin ninguna delicadeza se despidió de él y Pedro se quedó ahí plantado, apretando los puños que había deseado apretar en torno a la salvaje meleta de Pablo. No pudo evitar apretar sus dientes, enfurecido, cuando vio a Pablo reunirse con ese maldito Errejón, pasando su brazo por aquellos hombros de prepúber.

Quizás no hoy, quizás no mañana, pero algún día conseguiría su amor eterno.



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