La desición más difícil

2.4K 78 7
                                    


Narra Clara

     Habían pasado unos días desde el cumpleaños de Esperanza, y yo aún me desgarraba al querer gritar este secreto que me quemaba por dentro. Sabía que al decir esto que oculto, mancharía los lindos momentos que hemos pasado Esperanza y yo. Ella me va odiar y ese amor de hija que, dice sentir por mí, se acabará al escuchar la verdad; que yo soy su verdadera madre, esa que la abandonó con el corazón hecho pedazos, porque no tuvo otra opción. La verdad es que Esperanza es mi hija, o mejor dicho Julia, nombre que le puse al nacer. Es la hija por la que he llorado y sufrido en todos estos 20 años. Desde ese día, mi alma no ha tenido sosiego, la culpa me hace odiarme y no hay día que me arrepienta de todos mis errores del pasado.

Tampoco podía dejar de lado a Jorge, el gran amor de mi vida, el único hombre que no ha salido de mi corazón después que entró instantáneamente en él, otra víctima más de mis mentiras. Me costaba verlo a los ojos, en cada encuentro mis piernas se debilitan de una manera descomunal, mi estómago comienza a sentir un leve cosquilleo, mis manos demandan tocar su piel y mis labios pedían a gritos rozar sus labios. Pero había algo en mi fuero interno que me impedía hacer todas esas cosas que mi cuerpo reclamaba, nuevamente la culpa. Haberle ocultado por veinte años a Jorge que había tenido una hija suya, y la había dado en adopción por no tener las condiciones para mantenerla, me hacían no saltar a sus brazos. Otro impedimento de gran peso era la ropa que cargaba puesta, este hábito y mi vocación abrían un abismo entre Jorge y yo.

Desde que entregué a mi hija en manos de otra persona, había dedicado mi vida a Dios, con alguna esperanza de olvidar ese gran amor del pasado y de reivindicar el error de haber abandonado a mi hija. Después de reencontrarme con Jorge, no hay día en el que pienso en decirle la verdad, pero ahí estaba otra vez el miedo, miedo a que me odiara y dejara de amarme. Estos 20 años sin él fueron llenos de melancolía, de tristeza y dolor, pensar en lo que pudo ser y no fue, me imaginaba como hubiese sido nuestra vida juntos, con nuestra hija. Ahora el pasado y los secretos me estaban asfixiando y ya no podía contener este secreto. Sentía que, mientras más tiempo pasaba, peor serían sus reacciones al enterarse de la verdad, más me odiarían y no tendría solución.

     Estaba en casa de la Turca, con el hábito puesto. Me había ido del convento, estaba necesitando espacio y tiempo para pensar de qué manera le diría todo a Esperanza y a Jorge, un modo que no fuera tan doloroso para ambos. Sumergida en mis pensamientos, miraba la taza de té que me había servido, trataba de buscar una razón para que ellos entendieran aquella acción que tuve hace veinte años atrás. ¿Se pondrían por un minuto en mi situación? mientras más lo analizaba, más me torturaba, ¿quién perdona a una persona que dio en adopción a su hija y le negó a su padre el derecho de saber que tenía una hija? creo que ni yo lo hubiese perdonado. Todos me juzgarían y nadie entenderá todo el calvario que he vivido desde aquel entonces.

- Clara, cariño, has estado todo el día como en otro planeta ¿En qué pensás tanto? – La Turca me sacó de mi Letargo, mientras se sentaba a mi lado – te has estado remordiendo la conciencia con eso de decirle la verdad a Esperanza y a Jorge, ¿no? – adivinó – yo no quiero echar más leña al fuego amiga, pero eso debiste decirlo hace ya bastante tiempo – agarró mi mano, en forma de consuelo – será una situación difícil, pero Fideo te ama, y te perdonará. En cuanto a Esperanza, habrá que esperar un poco más hasta que ella asimile todo. Es imposible que te odie, vos sos su mamá y algún día entenderá que, lo que hiciste fue un acto de amor...

- Ojalá ella pensara así. Pero no, sé que será difícil, sin embargo hay algo en mí que me dice que es el momento y que debo decirles – se hizo un nudo en mi garganta – Yo ya no aguanto más, siento que me quemo por dentro, cada vez que los veo, y no puedo decirles la verdad, me van a despreciar – dije con un hilo de voz y las lágrimas comenzaron a salir.

Jorlara, la historia comienza.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora