Una noche en Las Vegas

Hayden

Hayden despertó en ese hermoso cuarto, en un hotel caro, con sábanas de seda. A pesar de su resaca, estaba feliz porque era su primer mañana con su esposo.

Se estiró sin abrir los ojos y luego giró con el propósito de abrazar a su marido, pero no estaba ahí. Saltó de la cama, ansiosa, pero esperanzada. Muy dentro de su ser entendía que él la había dejado, pero su inocencia de niña le pedía al cielo que estuviera en el baño, o fuera del cuarto hablando por teléfono, en el balcón esperándola o en el restaurante guardándole asiento. Pero no, Hayden espero por horas en la cama, y la única persona que llegó fue la empleada de la limpieza quien le pidió que se retirara porque la habitación había sido reservada hasta cierta hora, la cual ya había pasado.

Se abstuvo de llorar con resiliencia, ya había vivido sola y ya la habían engañado, así que no valía la pena soltar lágrimas. Era una nefelibata, eso lo sabía, y también sabía que se había ilusionado muy rápido. Después de todo, Las Vegas son Las Vegas, no se puede esperar más de ese lugar, o de la gente que lo visita.

Hayden volvió a su sucio departamento en San Tropez, pero no sin antes pasar a Calvary Chapel a preguntarle a Dios porqué su vida era tan mala. No durmió en toda la noche, había sido un momento efímero de felicidad, uno como nunca había sentido. Ahora la nostalgia la invadía, le quitaba el sueño, su dolor era inconmensurable y parecía infinito, pero no, "debes ser fuerte" se decía mientras se tragaba las lágrimas. Entonces, justo al alba, una idea llegó a su mente, la emoción volvió. Sostuvo el teléfono celular con ambas manos, las cuales temblaban como maracas, mientras marcaba ese número que conocía tan bien. Pegó su oído al auricular y espero a que contestara.

-¿Habla Chris? – Preguntó una voz femenina al otro lado del teléfono.

-El mismo.

-Soy Hayden, necesito un favor.- Chris sonrió al otro lado del teléfono, sabía que le convenía ayudarla.