Cap. 4: La Plaza Bolivar (1)

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La historia de la plaza Bolívar está estrechamente relacionada con la fundación y establecimiento de la ciudad, pero es una discusión tan larga, interesante y estéril que podemos analizarla con detalle posteriormente. Cabe decir que, cuando 140 españoles y unos 800 indios a su servicio lograron penetrar en el valle de Caracas en 1567 e intentaron establecerse de manera permanente, pensaron asentarse en una locación que, ante todo, les ofreciera facilidades para la defensa y el abastecimiento de agua, por lo que Losada, como jefe de la expedición, prefirió el extremo oeste del valle. El cuadrilátero existente entre los barrancos de las quebradas Los Padrones y Caroata al oeste, Catuche al este y el anchuroso Guaire al sur fueron el sitio escogido para asentarse por los invasores. Este terreno era - y sigue siendo - muy inclinado e irregular, sirviendo los barrancos de las quebradas como primera línea de defensa contra los ataques de los aborígenes, que se dedicaron, como habitantes de estas tierras, a incursionar y hostigar a los invasores de la expedición. Así como no sabemos con certeza la fecha "oficial" de la fundación de Caracas, tampoco estamos seguros de la localización exacta. La tradición oral señala como lugar de la fundación la actual plaza Bolívar, mientras que otros indicios y algunas interpretaciones de la evidencia arqueológica señalan un lugar más al norte, en la zona de la iglesia de Santa Capilla; y con un reacomodo urbanístico y retrazado de las calles en los primeros años del siglo XVII la plaza fue mudada al sitio actual.

Saltándonos las descripciones pomposas y medio irreales del proceso legal de fundación de una ciudad según las leyes españolas, en la plaza central de Santiago de León debió de existir un poste central, el Rollo de Justicia, que representaba la autoridad real en estas tierras del Nuevo Mundo. La plaza constituía el centro de la población, de donde surgían las primeras cuatro calles de la ciudad, y en de rededor se situaron los solares donde se ubicarían los aparatos de dominio y control de los hidalgos sobre el resto de la población: la Iglesia, en el costado noreste; el cuartel de la Guardia Principal y la cárcel, al noroeste; el Ayuntamiento, al oeste. Aparte de encontrarse en este lugar las principales instituciones, la plaza también sirvió en aquellos tempranos años como sitio de reunión de los vecinos y como sitio de intercambio, tanto de productos agrícolas y de consumo como de información y noticias. Con el definitivo establecimiento de la ciudad y el fin de la resistencia indígena activa, se pudo pensar en actividades lúdicas, como corridas y toros coleados, juegos de cañas y procesiones y romerías. A pesar de lo bullicioso que sería un sitio como este, los solares más valiosos eran los que la circundaban, y por ello fueron los repartidos y adjudicados a los conquistadores de mayor importancia y abolengo. Como vemos, la plaza es centro geográfico, centro simbólico, centro de irradiación de la ideología conquistadora, centro de intercambio, centro económico y recreativo.

De todas las funciones que hemos enumerado anteriormente, quisiéramos destacar tres; la de plaza de armas, el mercado y sitio de juegos y competencias. La explanada sirvió como lugar de prácticas y revistas de los batallones guarnición de Caracas, tanto la Guardia Principal (que tenía su cuartel ahí mismo) como los soldados que estuviesen de turno en el Cuartel San Carlos. Por supuesto, no solamente se hacían ejercicios y revistas en la plaza, sino también se exhibía la administración de la justicia, practicando las ejecuciones y castigos corporales sumarios a los infractores de la ley. De las ejecuciones más famosas ocurridas en la plaza mayor - y más importante para nuestra historia - está la de José María España, recluido en la cárcel del Principal, sacado a rastras a cola de un caballo para ser finalmente colgado en una horca en la plaza y descuartizado ahí mismo. Es de presumir que los indígenas que conservasen su cultura, al igual que los africanos traídos forzosamente como esclavos, practicaban sus expresiones culturales en espacios marginales de la ciudad o en campos y quebradas. Pero la vida de la temprana Santiago de León era bastante rutinaria para los españoles y sus descendientes, y no ofrecía más entretenimientos para ellos que las cíclicas fiestas religiosas y las eventuales fiestas ordenadas por algún gobernador o alcalde. Las fiestas de los santos patronos de la ciudad - que en aquellos años eran muchos: San Santiago, San Mauricio, la Virgen de Copacabana, Nuestra Señora de Caracas, el Nazareno de San Pablo, la Virgen de las Mercedes, la Virgen del Rosario - se tomaban como excusa para la realización no sólo de procesiones, sino de juegos de cañas, carreras, toros coleados y corridas. La gran mayoría de estas actividades se realizaban en la plaza mayor, a excepción de las coleadas que eran efectuadas en el camino a Antímano, en San Juan, la actual avenida San Martín.

El uso que se perpetuó por más tiempo fue el de mercado. Santiago de León, como toda ciudad recién fundada en el nuevo mundo, debió ser capaz de autoabastecerse en sus inicios, por lo que la principal actividad productiva debió organizarse en base a la tierra, la agricultura y la ganadería. Pero la colonización española en el Nuevo Mundo tuvo características especiales, pues los hidalgos españoles desdeñaban el trabajo manual, inclusive el cultivo de la tierra. Así que esta tarea tuvo que ser desarrollada por europeos-don-nadie, y fundamentalmente por indígenas ladinos y encomendados. Los campos de El Valle, Antímano, Sabana Grande, Chacao y Petare abastecían con sus hortalizas, verduras, cereales y frutas a la gente de Caracas, mientras que los ganados de las rancherías cercanas era conducido en pie hasta los mataderos, donde ahí era sacrificado y la carne conducida a la Plaza Mayor para su venta. En el siglo XVII en el espacio de la plaza eran colocados tarantines improvisados donde se descargaban los animales de transporte y se realizaba la venta a toda clase de personas, desde la gente común y corriente hasta los mayordomos esclavos de confianza de las familias acomodadas, pasando por los revendedores y dueños de abastos y pulperías. En la Plaza Mayor también se situaban prestadores de servicios y artesanos de cualquier tipo. Zapateros, carpinteros, albañiles, sastres, talabarteros, carreteros y escribanos públicosofrecían sus servicios rodeados del bullicio de compradores y vendedores de comestibles, animales de carga, buhoneros y toda clase de personajes. También en el mercado existían vendedores de comidas, desde sancochos y mondongos hasta dulces y conservas de frutas. Aunque no tenemos muchas referencias de ello, también es de esperarse que no eran raros los vendedores de bebidas alcohólicas, así como vagos y gente mal entretenida, por usar el término de la época.
Rápidamente el Cabildo - es decir, las familias poderosas de la colonia - se hizo con la administración y fiscalización de las actividades del mercado de la Plaza Mayor, comenzando con el alquiler de los tarantines para la venta, hasta los precios y la calidad de los productos expuestos a la venta.

En 1753 el para entonces Gobernador y Capitán General Felipe Ricardos manda a realizar algunas construcciones para organizar el mercado de la Plaza Mayor. Éstas consistían en unos portones que daban acceso hacia la plaza y unos puestos o locales que eran alquilados al mejor postor y desde donde se exhibían y vendían los más diversos productos. Estas arcadas fueron proyectadas por el ingeniero real Juan Gayangos de Lascaris y construidos por obreros y/o esclavos supervisados por el regidor Fernando de Lovera Otañez. El aspecto del mercado de la Plaza Mayor permaneció casi inalterado hasta la década de 1860, cuando fueron derribados durante el gobierno de Juan Crisóstomo Falcón, bajo las órdenes de Antonio Guzmán Blanco, cuando era presidente del Distrito Federal. Es decir, por más de 110 años el espacio entre las esquinas de La Torre, Principal, Monjas y Gradillas estuvo delimitado por unos arcos que contenían numerosos puestos de mercado, en palabras de Aquiles Nazoa "poblado de carnicerías donde a veces se mataba cochino a la vista del viandante; de ventas de mondongo y de verduras que se improvisaban en el suelo bajo pequeños toldos, y rodeada de grandes arcadas de tapia real a cuyo cobijo se guarecían las pulperías y tiendas de ropa." En ese mismo mercado - plaza fue que Vicente Salias detuvo al Capitán General Vicente Emparan y lo obligó a dirigirse a Cabildo, y fue en esta misma plaza donde la gente contestó "no" a la pregunta de Emparan, alentados por el Padre Madariaga. Y también desde esta misma plaza la gente de Caracas vio pasar a cada conquistador de la ciudad, desde el mismo Bolívar hasta comandantes y caudillos realistas como Monteverde y Boves. Pero la población de Caracas, que reconocía y aclamaba a Bolívar como su ciudadano predilecto, dispuso que su nombre fuese puesto a la plaza Mayor en 1825. Sin embargo, con la expulsión de Bolívar de Venezuela en 1830 siguió en uso la denominación Plaza Mayor, y su uso principal continuó siendo el de mercado. La Plaza segúia siendo el centro de la bucólica cuidad capital. Si bien no era el sitio más agradable estéticamente era el sitio de visita obligada para los visitantes. De hecho, la primera fotografía que se conoce de Caracas fue tomada por Federico Lessmann en 1866, hacia los puestos y tarantines del mercado mayor: la primera fotografía de Caracas.

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