Instante III

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Los dos se han bajado en la misma parada. A su alrededor, un flujo constante de personas viene y va. Ellos se mantienen quietos, mirándose. Ambos parecen emocionados. Tienen un brillo en los ojos. Hablan sobre qué parte del libro les gusta más, qué personaje les cae mejor, cuál peor. El tiempo para ellos dos se ha detenido.

El músico que está sentado en el banco ya no mueve los dedos suavemente sobre las cuerdas de la guitarra; están quietos. El hombre de traje que subía de dos en dos las escaleras mecánicas se ha quedado en el aire, con la graciosa corbata delante de sus narices, alejada del pecho. El carterista de la esquina está congelado, con la mano metida en el pantalón vaquero de un transeúnte, obligando a asomarse a la carterita de cuero que reposaba en aquella cuna de tela.

—gusta... libro... muy cinematográfico. — Cassius solo logra captar breves retazos de las frases de ella. Llega otro tren lleno de pasajeros. Realmente, en su cabeza, la única prioridad es conocer el nombre de aquella chica.

Asoma una sonrisa entre su barba. Asiente, comprendiéndola y compartiendo su opinión. Saca una pequeña libretita de su bolsillo. Siempre la lleva consigo. Si la inspiración viene, que lo pille trabajando.

Apunta, con un minúsculo bolígrafo de propaganda, una dirección de correo electrónico. Se la tiende.

—Para que me recomiendes algunos libros.

—Oh, sí, claro. — mira el papel—. ¿Te llamas Cassius? Encantada. Yo soy Laia. — le sonríe y se encoge de hombros, dejando unos segundos de silencio—. Bueno, te dejo. Me están esperando. ¡Te mandaré el correo!  — Laia se recoloca el gorro de lana que lleva puesto. Lo mira por última vez. Se va, alejándose entre la multitud.

Cassius la sigue con la mirada. Se pregunta a sí mismo si la estará esperando su pareja.

Sube las escaleras mecánicas. En su cabeza, solo un pensamiento:

Aquella chica

era la poesía más bonita

que había pasado por su vida.


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